Durante toda la historia de la humanidad, la mujer ha estado repudiada de cualquier campo del conocimiento. Por influencia religiosa y cultural, estaba supeditada a los cuidados del hogar, al mando del hombre de la familia; ya fuese este el padre, el hermano, el esposo… Nuestra cultura, en consecuencia, ha perdido mucha riqueza silenciando a mentes brillantes que, a base de fuerza y mano dura, fueron encerradas en cocinas y hogares con unos barrotes inquebrantables: los del silencio.

Sin embargo, siempre hay alguien que se escapa de la corriente. Las mujeres han jugado siempre un papel muy importante en nuestra sociedad y nuestra cultura, aunque ciertas ideologías se obcequen en negarlo. Las que se consideraban antaño unas máquinas de procrear y limpiar, son las que han hecho grandes avances y descubrimientos en arte, sociedad, ciencia… Son las que mueven el mundo. Algunas lo hicieron, a riesgo de ser rechazadas, con su propio nombre; otras, sin embargo, hicieron libre su obra bajo un seudónimo masculino. Este es el caso de, entre otras muchas, Caterina Albert, más conocida como Víctor Català.

Image: Enciclopedia.cat

Caterina Albert fue una escritora catalana nacida en 1869, hija de propietarios rurales de clase alta. Su padre, desde el primer momento, se dedicó a potenciar sus habilidades, impulsando a Caterina a escribir y pintar bajo el cobijo y el apoyo de su familia. Esta se inscribió en el movimiento de “La Renaixença” catalana y empezó a producir y difundir sus obras.

 

Al comienzo de su carrera, la catalana se dio a conocer con su nombre real cuando fue galardonada en los Juegos Florales por dos de sus obras. El escándalo llegó cuando los literatos de la época se dieron cuenta de que la autora era una mujer, por lo que, desde entonces, Caterina Albert empezó a firmar con el nombre de Víctor Català.

Con este pseudónimo, la escritora firmó su obra más importante: “Solitud”, inscrita en el movimiento modernista catalán. La novela, que combina narrativa y poesía, es un claro reflejo del desamparo y la soledad que Caterina tenía que soportar, encerrada en una sociedad machista que la despreciaba por el simple hecho de ser mujer. “Solitud” pasó a la historia como un referente del modernismo catalán, cosa que probablemente no habría ocurrido en caso de haber sido firmada con el nombre real de la autora.

Portada de la tercera edición de la obra. // Image: https://ermitadesantacaterina.org/ermita/historia/solitud/

Como Caterina Albert, muchas otras mujeres se han refugiado bajo el amparo de nombres masculinos para darse a conocer, contribuyendo enormemente a nuestra cultura, pero alimentando el ego del sector machista y misógino que considera inferior la figura femenina. Por suerte, por su lucha y su persistencia, a día de hoy muchas más mujeres se suman a la batalla y van ganando terreno en esta sociedad que aún tiene muchos aspectos por pulir. La lucha es larga y tediosa, sí, pero cada vez más gente se suma y aporta fuerza y valor para seguir adelante. Que la memoria de Caterina Albert y muchas otras más quede como fundamento para el elevado rascacielos que va a alzarse.