Cataluña para tapar espantos
Pedro Sánchez, pensativo. Fuente: Getty Image

Cómo saben, el pasado lunes 14 de octubre de 2019, se conoció la sentencia del Tribunal Constitucional del juicio del ‘Procés’, cosa que ha producido una situación de máxima emergencia y alerta en la última semana dentro del territorio catalán. Los primeros, los indignados, luchan, protestan, queman  y destrozan contra los otros, los defensores del Estado, que se encargan repartir palos por doquier, tengas las intenciones que tengas, ya sea protestando o caminando tranquilamente por las calles de la ciudad condal. Una situación que se ha producido por un error generalizado. Por una parte, la desobediencia independentista, que anunciaba sin pelos en la lengua que iba a realizar una acción inconstitucional, como el que dice que se va a dormir; y por otra, el gobierno, o más bien, sus medios para refrenarla. El resultado, una sentencia, más o menos justa, con la Constitución en mano.

Corren unos días en los que nos encontramos abrumados por este tema. Ponemos la televisión y vemos a un grupo de personas con el brazo levantado y posición erguida, cara al sol, señores provocando con banderas al cuello y contenedores ardiendo. Encendemos la radio y oímos los golpes de los Mozos de escuadra, la queja de un padre cuya hija se asfixiaba  por el humo de los incendios o la indignación de los pasajeros que cogen vuelo en el aeropuerto.

Y la pregunta es, ¿Sabemos qué acontecimiento hay el próximo domingo, día 10 de noviembre? Sí, elecciones generales, las que se suelen celebrar en este país cada cuatro meses, aquellas en las que hay (entre otras) cinco grandes posibilidades de voto. Por el camino de la derecha, a un partido cuyo máximo representante llena auditorios y visita platós afirmando que es preferible que realice adopción una pareja formada por hombre y mujer a que lo haga una homosexual; a un Partido Popular cuya gaviota vuela cada vez más bajo, y a cuyo presidente estas elecciones van a servir para ver por cuánto menos ha perdido; y a otro partido anaranjado que afirma escuchar el silencio, ese que su líder produjo al ser preguntado por su pacto con PP y VOX.

Por el camino de la izquierda, el partido que gobierna en funciones, aquel que no ha sido capaz de hacer lo primero y mínimo que debía hacer (formar gobierno), el que no ha movido un dedo por lo acontecido en Cataluña y al que, puede ser que salga el tiro por la culata; y al partido morado, al de ‘todo es de todos’, al de la casa de 600.000 euros  cuyo discurso populista conmueve cada vez a menos gente y al que pidió condiciones incoherentes para su partido a la hora de pactar para formar gobierno. Pues está bien la cosa.

Y es que hoy en España se intenta tapar la realidad por medio del sensacionalismo, valiéndose de una cortina de humo llamada Cataluña para tapar otros agujeros. Este, el sensacionalismo, cuyo precursor, Pulitzer, utilizó a finales del siglo XIX para conseguir más ventas de su periódico, proponiendo titulares llamativos, basados en escándalos y tragedias sin necesariamente estar contrastados. Más de cien años y seguimos el mismo modelo.

El tema de Cataluña es grave, por supuesto, no hay que quitarle importancia ni muchos menos. Pero tenemos unas elecciones a la vuelta de la esquina, tenemos a una mayoría de la población que no sabe qué votar hasta días, o hasta el momento antes de hacerlo, y tenemos a esta misma gente viendo como de las diez primeras noticias que aparecen en el periódico, cinco tratan el tema catalán, y cuatro, una exhumación. Tenemos a miles de personas viendo el famoso vídeo de la señora con la bandera al cuello que es agredida en Cataluña y otras tantas que no conocen la cantidad de gente presente en las listas de espera de los hospitales de Andalucía, en concreto, más de 150.000; ni que a día de hoy, casi un millón de españoles ya han pedido que no les manden la propaganda electoral a sus domicilios, cuando aún faltan más de dos semanas para el 'gran día'.

Dejemos el sensacionalismo atrás, quitemos las cortinas de humo, veamos la realidad y actuemos conforme a ello. Debemos tratarlo todo con la importancia que de verdad tenga y debemos estar al tanto, también de lo que no nos cuentan. El tema catalán es de vital importancia, pero no lo usen para tapar otros espantos.

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