El Gran Teatro Falla echa el telón del COAC 2019
Gran Teatro Falla en una función del COAC 2019. Fuente: Ayuntamiento de Cádiz.

El concurso acaba (para alivio de algunos), pero el carnaval no. De hecho, este es eterno y nunca acabará mientras haya personas que cada febrero estén dispuestas a hacernos soñar con pluma, papel y sentimiento. El pasado viernes 1 de marzo finalizó el coac 2019 y comenzó lo que para la mayoría es el carnaval de verdad: el del pueblo, la gente, las calles… Un carnaval donde no hay rivalidad y cuya finalidad es hacer feliz a la gente, donde las agrupaciones no luchan por el primer premio y sí compiten por sacar una sonrisa más grande en cada aficionado, gaditano o peregrino de otros lugares, que cada año disfruta de este arte, o para algunos, forma de vida.

La gran final daba comienzo alrededor de las 20:00 de la tarde, con la actuación de la chirigota del “Love”, que no estaba clasificada pero anunció en semifinales que decía adiós al carnaval, o al menos, al COAC. Este año, el concurso despide a uno de los mayores autores de chirigotas de su historia. Sin duda, una de las noticias más tristes de este carnaval.

En la modalidad de comparsa, rompería el hielo la agrupación dirigida por Ángel Subiela, “Los luceros”, la cuarta comparsa de este nuevo proyecto que ilusiona tanto desde “Los doce”. Con su capacha amarilla y farol en mano, estos fareros alumbran a los gaditanos con una presentación muy al estilo del “chapa”, autor de las letras de esta comparsa. Cantada de manera impetuosa, estos luceros exclaman que se haga la luz. Si alguna vez quieren una letra bonita, llamen al “chapa”. Y repito, una letra bonita. Porque no es lo mismo un día bueno que un día radiante, no es lo mismo estar contento que ser feliz, a una mujer cualquiera le dices guapa, a tu novia,  la llamas bonita. Es decir, buenas son la mayoría de las letras, pero bonitas, solo unas pocas (que no son ni mejores ni peores, simplemente una característica más de estas). Pues bien, las siguientes dos letras, una dedicada al amor entre dos personas ciegas y la otra, una descripción de todos los tipos de llantos, con la consiguiente diferenciación del llanto que aparece al dar a luz (combinadas con la música del “Noly”), hacen y han hecho de esta una comparsa que ha merecido ese puesto en la final. Los cuplés, en la línea: el primero a un hombre que quería montar un negocio y no contaba precisamente con la confianza de su mujer; el segundo, repetido, a los prodigios que tienen como hijos los componentes del grupo, demostrándolo con el guitarrista que ese día habían llevado. Un estribillo exquisito, dedicado a las madres y llevado a cabo a la perfección, fue ejecutado tras ambos cuplés. El popurrí, de nuevo, una maravilla. Variedad de temáticas en las cuartetas con sentimiento, crítica… Una comparsa que, a decir por sus resultados (que no son malos), parece que gusta más al público que al jurado. Cuarto premio. La luz se hace en las calles.

Seguidamente sería el turno de la comparsa más regular (para gusto de muchos), "El maruqués de Cádiz". Equilibrio perfecto en las voces, suaves, dulces y sin octavillas forzando al máximo sus gargantas. Letras buenas tanto en presentación y pasodobles, mucha risa en los cuplés, estribillo en la línea de la belleza de la comparsa y un popurrí hermoso a la vez que innovador. La comparsa de los hermanos Márquez Mateo ha dejado muy buenas sensaciones, como vienen acostumbrando. Después de cantar y ejecutar a la perfección  la que para muchos es la mejor presentación de este año, dedicada, básicamente, a Cádiz, estos marqueses (que no son más que locos obsesionados con la “tacita de plata”) cantan un precioso pasodoble al proyecto del hospital Virgen del Rocío “la azotea azul”, que ha conseguido llevarse a cabo granito a granito y contra toda oposición (política). El siguiente, a su fiel compañera, con la que tantos momentos a compartido: a la guitarra. Maravillosa ejecución, terminado el pasodoble “a capella”. Se le nota la vena chirigotera a estos autores: el primer cuplé, a los dibujos que hacen ahora en los cafés con la espuma; el segundo, a las máquinas que hay en el McDonal’s  y su dificultad para pedir con ellas, es más fácil obtener un máster en la “Rey Juan Carlos”, afirma el autor. Un estribillo impoluto, en el que declaran su amor a la “tacita de plata”. El popurrí, como la presentación, uno de los mejores, destacando todas y cada una de las cuartetas. Una comparsa sencilla, magnífica, que ha gustado mucho y se hace con un tercer premio que, para algunos, es corto. Enhorabuena a este grupo. La tacita tiene un marqués que más quisieran algunos…

Llegaron “Los carnívales”. Y de qué manera, a las cinco de la mañana, devorando el teatro y todo lo que se encontraban a su paso. Los favoritos por la afición no faltaban a su cita con una final en la que, después de este eterno y cobarde parón del autor, son prácticamente fijos. El grupo de Martínez Ares venía realizando un concurso exquisito, tanto en las letras como en el sonido que producía el grupo, mejorado con las incorporaciones de Fali Vila y Nico García, que junto a Fali Figuer formaban el grupo de tres octavillas que se repartían el repertorio mejor cantado del concurso. Una presentación llevada a cabo con más fuerza y garra imposible, que pone, por mucho que se escuche, los pelos de punta. Público en pie. Primer pasodoble de los del lacito, los que erizan la piel, avivan la lágrima y hacen pensar. Un tema original y pocas veces cantado, la amargada y solitaria vida en una casa de 70 metros cuadrados de dos ancianos que resucitan con la llegada de sus hijos y nietos por el día de reyes pero que luego, al llegar la noche, vuelven a su desesperación. El segundo, en una palabra: Cádiz. Lo que muchos autores realizan en la fase de preliminares para abrir el repertorio y “quitarse” un tema de en medio, este lo hace en la final, y de qué manera. Una metáfora exquisita de todo lo que es Cádiz para el autor. Más de uno y de una quiso ser gaditano en ese momento. Qué maldita maravilla. Un primer cuplé dedicado a los intolerantes, y a los que más lo son, según el autor… Los curas; y un segundo para recordar, de los que se buscan en el futuro, de los que se cantan con la antología. Una mezcla de humor y respuesta, precisamente a otro cuplé de Juan Carlos Aragón que decía que Ares tomaba un tipo de droga por la cual no se entendían sus letras. El de Santa María, respondió que a Juan Carlos, el efecto que le hace esta es que le hace “repetirse, repetirse, repetirse”… Después, un estribillo perfecto, sin más, que ha enamorado a todo el mundo. Sobresaliente, en la línea de toda la comparsa. Y por último, el mejor popurrí (junto con el de los hermanos carapapas) del carnaval. Interpretado mejor que nunca, lleno de mensaje y sentimiento, como viene acostumbrando el autor. Se llevaron nuestro corazón y se llevaron un primer premio más que merecido. La matanza empieza ahora.

La final fue cerrada por el que sería el segundo premio de la modalidad, la comparsa de Juan Carlos Aragón Becerra, que, acabo el concurso, se ha pedido un permiso de paternidad y descansará del concurso, que no del carnaval, puesto que para él esto es imposible. “La gaditaníssima” llegaba a la final como primera y de cabeza tras un magnífico pase de semifinales donde el autor dio una explicación de porqué es uno de los más galardonados de los últimos quince años. Una presentación dura, como el propio estilo de la comparsa, que levantó a Teatro Falla a las siete de la mañana y tras casi doce horas escuchando carnaval. Tiene mucho mérito. Cádiz resiste. Dos pasodobles al más puro estilo Juan Carlos, ese que comenzó con “Los millonarios” y… No acabará nunca: el primero dedicado a los refugiados, y el segundo a la alegría de su ciudad (“el reino de Dios aquí no se necesita”). Poesía “Made in Juan Carlos Aragón”. El primer cuplé, dedicado al moderno “look” de pelo que posee el propio autor y relacionando este con el chasco que se llevó debido al no pase a la final de la chirigota que el autor ha sacado también este año. El segundo, dedicado a la política de izquierdas y a su querido amigo el kichi, alcalde de Cádiz. El estribillo, puro carnaval, el que el autor ve como forma de vida y como única forma de que no pare su corazón. Finaliza la actuación con un popurrí aclamado por el aficionado, lleno de ironía, doble sentido, sarcasmo, mucha crítica… En definitiva, carnaval. Que levante la mano la guitarra.

Llegamos al final, pero un final dulce. El telón del Gran Teatro Falla se baja y deja que las musas salgan libremente a ocupar las mentes de los autores para el año venidero. Con ansia, las ideas que revolotean por las cabezas de estos “locos” esperan salir a la luz y darse a conocer por la gente el próximo febrero, donde nosotros estaremos, un año más, esperando. Ha llegado el carnaval de la calle, el del pueblo, el carnaval de la gente. Ha llegado el final, el final de lo que ha sido el principio.

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