Y el “Perro andalú” hincó el diente. Pero esta vez es un bocado más maduro y sereno, pausado y templado, abandonando el barroco (como el propio autor indica en una de sus coplas) y acercándose al renacimiento, lo correcto. Una aproximación a lo clásico sin dejar de lado la renovación, una comparsa que recuerda a la época dorada del "niño", pero que mantiene los matices de la nueva etapa del autor tras el viento de trece años. Un perro que ha crecido y se ha convertido en “carníval”, que se alimenta de carnavaleros cada 12 meses y espera ansiado la llamada del yunque bendito.
Precisamente la presentación detalla la llegada de este deseado momento. Estas criaturas escuchan la llamada de su Dios y están listos para salir a cazar cada febrero, época en la que los carnavaleros afloran por las calles de Cádiz. El palillo está afilado, el bombo preparado, y la vitrina de "trofeos" va dejando un hueco al lado de las últimas tres víctimas que han devorado: un camaleón, camuflado durante trece años; Caronte, el barquero que nos lleva hacia "la otra vida"; y un bufón que aguarda en sí, y es esclavo de todos los tópicos y ataduras que ha tenido Andalucía a lo largo de su historia. Nosotros tenemos permiso para vivir, y ellos, libertad para matar.
El primer pasodoble es de los que hay que hacer sí o sí. En un repertorio de carnaval siempre tiene que haber una queja social, un toque de atención o un aviso: estamos aquí, resistimos y ojo, no nos vamos a ir. En este caso, el autor exclama "sálvese quién pueda" ante la situación que nos depara. Paro, represión o machismo son, entre otros, los problemas de un país que retrocede diariamente, y más aún con el auge del sentimiento nacionalista, que sólo busca refugio en su "bandera" y ve esta como única solución a todo lo que acontece.
Inmaculado. Así se definiría el segundo pasodoble. Un canto a todos los padres del mundo, y en especial, a Pepe Martínez, padre de Antonio. Una descripción al detalle del día a día del hombre que ha sido su espejo toda la vida. Las cosas se cambian de sitio, el amor lo deja sólo y sólo las coplas escuchadas en los ensayos le hacen inhibirse de la dura realidad. Una de esas letras que levanta en el espectador un sentimiento de añoranza y unas ganas repentinas de abrazar a esa persona querida y aprovechar cada momento que se tenga con esta. La misión que tenía el autor con esta copla era la de escribir un te quiero en su corazón, bueno, pero ya vacío, antes de que “su viejo” lo olvide. Inmaculado.
Dejando atrás la seriedad, los temas delicados, en los cuplés, Antonio Martínez Ares sacó a relucir su lado más “guasón”. El primero era dedicado a Antonio Martín, galardonado este año con la medalla de Andalucía, y añadiendo que este tendría que ponérsela por los pies, como un arnés. Saquen sus propias conclusiones. El segundo, más elaborado y trabajado, digno de una final. Cada componente o grupo de componentes canta una parte del cuplé con voces cuanto menos curiosas, aludiendo al anuncio que se realizó en televisión donde mucha gente cantaba la famosa copla de Paco Alba, “El vaporcito”, con voces, de nuevo, cuanto menos curiosas. He aquí los culpables.
El estribillo sigue la línea del nivel de la comparsa. Corto, dulce, contundente y al tipo, como los de toda la vida. Aunque sean caníbales, cuando llega el carnaval siempre se quedan con hambre de querer un poco más.
El popurrí está en la línea de Ares, una primera cuarteta en la que estos carnívales notan que está llegando el carnaval. Hay que prepararse para el festín. La segunda es la vida, que son “ocho” días, con sus más y sus menos, con más calvarios cuanto más avanzamos en el calendario. Aprovéchalos, uno ha pasado ya. La siguiente, una pequeña pero intensa historia entre dos personas que mantienen su amor como adolescentes, aunque él tenga sesenta años, y ella “ande por ahí”. A continuación, Antonio realiza una magnífica enumeración de los distintos tipos de víctimas… Carne de pobre, carne de rico, carne de esclavos, carne maltratada… Carne de febrero. Fuegos artificiales, emociones, el latir de los corazones… Acaba el carnaval y el autor se hace una copla más viejo. Ruega volver a ver a su amor el año que viene. Acabó. En la última cuarteta estos carnívales se vuelven humanos pero, aunque esto suceda… Siguen queriendo tu corazón.
Una actuación maravillosa, una comparsa fantástica que, como cada año levanta pasiones por donde va. Voces que llegan al cielo pasando por el corazón y la fibra más profunda de los aficionados carnavaleros, corazón que devoran sin pudor. Con razón son carnívales. Esperamos con los brazos y el alma abiertos a este gran grupo en semifinales donde, a menos que el mundo se acabe antes del fallo del jurado, estarán sin ninguna duda.
Volvieron los carnívales, y pronto ejercerán de nuevo su libertad para matar… Con coplas de carnaval.