Por fin el Banco Central Europeo ha anunciado la cifra de compra de activos y deuda pública que llevará a cabo, así como las medidas para combatir la deflación. Los mercados han acogido favorablemente la medida, subiendo el Íbex hasta superar los 10.600 puntos, y bajando el bono a diez años español al 1,30 %, con la prima de riesgo en 92 puntos aproximadamente (mínimo histórico). La esperada compra de deuda, con sus limitaciones, ha sido argumentada por el ente de Mario Draghi como una medida contra la deflación, el gran peligro que ven ahora mismo las entidades financieras mundiales.
La compra de activos, medida estrella
Hasta ahora el órgano que regula los bancos europeos no había querido entrar en medidas expansivas a nivel de política económica. Las reticencias de Alemania principalmente habían impedido que el BCE comprara deuda pública, por miedo a una espiral de endeudamiento. Sin embargo, el reconocimiento por parte de la "Troika" (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) de una recuperación más lenta de lo esperada ha hecho que Europa tome medidas similares a las que se han aplicado en Estados Unidos o Japón. Los Estados para financiarse emiten bonos, esto es un mecanismo para conseguir liquidez a cambio de un pago futuro a un tipo de interés determinado. Hasta ahora sólo los inversores privados (bancos y fondos de inversión básicamente) podían comprar este tipo de deudas en Europa. Ahora el BCE se compromete a comprar 60.000 millones de euros en estos títulos hasta septiembre de 2016. Según el comunicado emitido previo a la rueda de prensa de Mario Draghi, esto se debe a la débil dinámica de la inflación, agravada por el descenso exponencial de los precios del petróleo, y a la lenta recuperación del crédito. En cuanto a la inflación, la compra de deuda pública está considerada una inyección de moneda, esto afecta básicamente al tipo de interés (que ya no puede bajar más al estar cercano al 0) y a la devaluación de la moneda, cosa que en teoría favorece las exportaciones, lo que paradójicamente choca con el modelo de crecimiento del sur de Europa tradicionalmente, basado en importaciones, y con la oposición de Alemania, cuya economía se basa en buena parte en exportaciones, pero que prefiere un euro fuerte debido a que sus productos son únicos y tecnológicamente avanzados y exporta igualmente.
La compra de activos públicos debería animar la actividad económica y favorecer la inflación, según Mario Draghi
La inflación y la cifra mágica
Según la teoría económica, el 2 % de inflación es la cifra ideal de crecimiento de los precios para que una economía sea sostenible. Ahora mismo España está en el -1 % y la Eurozona (los 18 países que usan euro como moneda) está en el -0,2 %. La percepción del ciudadano es que una bajada de los precios no tiene por qué ser mala. El BCE observa desajustes entre los precios de los bienes y servicios con los precios de los mercados financieros. La teoría dice que si los precios bajan, los beneficios de las empresas se quedan igual o bajan, con lo que tienen que reducir el margen (la diferencia entre lo que cuesta fabricar un producto y el precio de su venta) y lo primero que se suele hacer en esa situación es recortar salarios o empleos.
Según el Banco Central Europeo, la bajada de los precios del petróleo es una cosa buena, ya que según la entidad implica que crezca la demanda interna al disponer las familias y las empresas de más renta. Esta bajada del precio del petróleo, debido al exceso de oferta y baja demanda (sobre todo en Europa) y debido a cambios en el mercado (Estados Unidos obtiene tecnología necesaria para igualar en cifras de explotación a países de la OPEP), no está bien vista por todo el mundo. En contra de las posiciones del BCE, hay otra corriente que opina que el bajón del precio del combustible es un indicador de falta de actividad económica durante 2015, porque el crudo es un bien que se compra a unos meses vista, y apuntan que los ciudadanos no van a notar tanto el descenso de los precios debido a que el precio final de la gasolina incluye impuestos y diferentes tasas que no se ven variadas, a pesar de bajar el precio de los hidrocarburos.
Por último, el Banco Central Europeo apunta que las medidas expansivas de la política monetaria debe ir combinada con unas políticas fiscales que favorezcan la inversión (en cuanto a mercados y productos) y reactiven la actividad económica, aplicadas de forma creíble, ágil y efectiva, pero no especifica ninguna (el Fondo Monetario Internacional sí que en su momento profundizó más en este aspecto).