Malala Yousafzai: balas de paz
Fotografía: The Malala Fund

Situémonos en el valle del Swat, al noroeste de Pakistán, un 9 de octubre de 2012. Malala, una chica de 15 años, sale de la escuela junto con sus compañeras. A la hora de siempre, en el mismo sitio de siempre, en el mismo autobús de siempre. Pero ese día no fue uno más. Se convirtió en el día que resucitó un fuego. La necesidad de un pueblo, que desea una educación libre sin mediación de terroristas. Aquel martes, un grupo de talibanes asaltó a Malala y sus amigas cuando se dirigían al autocar. Su líder, un hombre de profunda barba, se fue directamente a por la joven activista, por quien había preguntado previamente. Le disparó varias veces impactando las balas en la cabeza y la espalda. Una de ellas se incrustó en la zona izquierda del cráneo, justo sobre el ojo. Según los asaltantes, se lo merecía por promover la cultura occidental, aunque fuera una niña.

A esta niña se le acusa de defender el derecho de las niñas y las mujeres a estudiar. Estuvo haciéndolo desde los 11 años, cuando escribía un blog en la BBC bajo el seudónimo de Gul Makai. Dos años antes, un talibán llegó al poder en el Valle de Swat y cerró todas las escuelas de niñas. Malala contaba el día a día en una población tomada por terroristas “que matan y oprimen en nombre de Dios” (discurso de Malala en la ONU). Uno de los territorios con más turismo en Pakistán por sus preciosas vistas, se cerró al mundo de la noche a la mañana. La situación llegó a tal punto que se prohibieron las excursiones a los recintos naturales, una tradición en la escuela donde estudiaba la joven.

En sus diarios mostraba al mundo la situación de su pueblo. Por ejemplo, contaba como les decían que no vistieran ropa de colores: >. Es un buen momento para recordar que tanto Malala como el resto de niñas del Swat estudiaban de forma ilegal. Eso explicaría los continuos sueños que la joven relata sobre el ejército y los talibanes. El mismo año que escribía los diarios, en 2009, participó junto a su padre en un documental que muestra las dificultades de las mujeres para estudiar.

Tres años después ocurrió el lamentable suceso. A plena luz del día, en plena calle. Lo peor, hicieron el ataque años después de que terminara el régimen del Talibán, en un tiempo de aparente paz. De hecho, incluso ‘Gul Makai’ había revelado su verdadera identidad. Desafortunadamente para ella, el anuncio también le puso en el foco de los talibanes. El ataque dejó a la joven pakistaní debatiéndose entre la vida y la muerte. Fue sometida a distintas operaciones, y estuvo varios meses en rehabilitación. Tras comprobar que Malala había sobrevivido a su ataque, Ehsanullah Ehsan, portavoz del TTP (grupo terrorista asociado a los Talibanes), aseguró que intentarán matarla otra vez.

La respuesta de la sociedad no se hizo esperar, y cientos de personas se echaron a la calle en Swat al poco de conocerse la noticia. El suceso fue comentado en los medios de comunicación de todo el mundo, y recibió una gran amplitud. El acto fue condenado internacionalmente por personalidades tan destacadas como Barack Obama, Madonna o Asif Ali Zardari, destacando que este último fue presidente de Pakistán en el momento de los hechos. Aunque tanto Malala como su padre todavía hoy siguen amenazados de muerte por los talibanes, la adolescente tiene clara una cosa: <>.

Malala recibió numerosos premios por sus actos, tanto antes como después de sufrir el atentado terrorista. Entre ellos destacan el Premio pakistaní por la Paz (2011), el Premio UNICEF de España (2013) y el Premio Embajador de Conciencia, de Amnistía Internacional (2013). Sin duda, el más destacado llegó este año al otorgársele el Premio Nobel de la Paz “por su lucha contra la supresión de los niños y jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación”, según el comité. En la recogida del galardón, lanzó el siguiente mensaje: >.

"El poder de la educación da miedo a los extremistas"Uno de sus momentos más emotivos ante los medios de comunicación lo protagonizó en la sede de la ONU en verano de 2013. Sus palabras, que arrancaron múltiples aplausos de los asistentes, no solo fueron un gesto de humildad, sino de humanidad. Tomó como ejemplo a Jesucristo, Martin Luther King, Mandela y la Madre Teresa, y defendió que la guerra solo se puede combatir con la paz. Tomó como ejemplo un viejo refrán que dice: “La pluma es más poderosa que la espada”; usó esa frase para acusar a los extremistas de temer los libros y los bolígrafos, porque “el poder de la educación les da miedo”. Aprovechó el discurso para lanzar un mensaje a los gobiernos del mundo: “Hacemos un llamamiento a los líderes mundiales para que cambien sus políticas estratégicas en favor de la paz y la prosperidad”.

Aunque solo tiene 17 años, Malala Yousafzai ya ha tenido las suficientes vivencias como para escribir una biografía. Junto con la periodista británica Christina Lamb, la joven habla de cómo su padre la educó de forma diferente a las mujeres de su cultura: hizo que se interesase por la literatura y la física, y que tomara conciencia social. Siempre en activo, siempre protestando por las injusticias producidas por los talibanes. Se ha manifestado de diferentes formas: con su blog, en el documental, etc. Estas apariciones no solo le han dado reconocimiento y admiración en occidente, sino también amenazas de muerte. Cuando su padre intentó retirarla de la vista pública un tiempo, Malala respondió: “Fuiste tú quien me enseñó a soñar y luchar por una vida mejor; porque así nuestra voz se va a multiplicar, aunque la muerte llegue”.

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