El amor sin sexo también existe
La bandera de la asexualidad. Foto: Smoda.

Desde el abrumador componente erótico (cuando no sexista) de los anuncios de AXE, KH7 (que “funciona”) o Desigual (con su consejo “hazlo por la mañana”) hasta el tan reciente como polémico programa de citas estrenado en Cuatro donde la desnudez de los concursantes se convierte en el principal reclamo para la audiencia; sin olvidar, claro está, una saga de Cincuenta sombras que, según datos de Nielsen, se impuso como la más vendida entre los españoles en 2013. No cabe duda de que vivimos en una sociedad saturada de mensajes eróticos donde el sexo se convierte en medio y fin para casi todo. Basta con fijarse en el cine, en la televisión, la pintura, la literatura o cualquiera de las artes, y los ya expuestos son excelentes ejemplos de ello.

En medio de todo este panorama, existen individuos que no siguen las directrices de esa masa que bautizó Ortega. En ellos, la razón no es esclava de las pasiones como sostendría Hume; ni siquiera ‘van a lo que van’ ni suscriben la mayoría de los dichos populares. Hasta hace poco tiempo ni ellos mismos sabían definirse. Hoy este colectivo ya tiene un nombre: son asexuales.

Los asexuales renuncian a practicar sexo y llenan esa faceta de otra manera

La asexualidad se corresponde con la falta de atracción sexual, así como el bajo o nulo interés en la actividad sexual humana. Puede considerarse una ausencia de orientación sexual o bien una de ellas (junto con la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad).

Los especialistas coinciden en que entre el 3% y el 5% de la población mundial puede ser considerada asexual, porcentaje que concuerda con estudios realizados en animales que no muestran interés alguno en aparearse. Fue precisamente Alfred Kinsey, un sexólogo y zoólogo estadounidense, quien a mediados del siglo XX prestó atención por primera vez a este colectivo. Los clasificó como “X” y no dudó en dejarlos fuera de su famosa escala de orientaciones sexuales.

Décadas después, y para solventar dudas, los expertos han aclarado que los asexuales no sufren de enfermedad ni trastorno psicológico alguno; simplemente carecen de deseo sexual por el otro. En otras palabras: son individuos que se desvían del modelo hegemónico impuesto para vivir la sexualidad a su manera. Para ellos existen cosas más importantes que el sexo a la hora de construir y mantener una relación sana y duradera. Con todo, eligen renunciar a practicarlo y llenan esa faceta de otra manera, ya sea a través de la empatía, de la complicidad o del descubrimiento emocional, intelectual y hasta artístico de la otra persona.

Encontrar pareja se convierte en la mayor de las dificultades

Por supuesto, hay tantos modos diferentes de asexualidad como asexuales que la viven. No obstante, sí cabe hacer una división entre un tipo de asexualidad en la que no se experimentan sentimientos románticos, y otra mayoritaria en la que enamorarse es posible pero el concepto y sentimiento de ese amor se encuentra muy alejado del sexo. Más allá de las particularidades existentes, lo que sí comparten todos los que se definen como asexuales son una serie de inconvenientes. El mayor, sin lugar a dudas, es la dificultad con la que se topan a la hora de encontrar una pareja que acepte su condición y con la que poder mantener una relación estable. ¿Por qué es una tarea tan engorrosa? La respuesta es sencilla: porque la mayor parte de la población no es asexual.

Voces que necesitan ser escuchadas

Como ya ocurrió con los homosexuales, internet ha dado mayor visibilidad al colectivo asexual, que mediante foros y asociaciones reivindica con más fuerza que nunca su derecho a ser diferente, comprendido y respetado. Aquí cabe citar ciertas páginas web como la Red de Educación y Visibilidad de la Asexualidad, que cuenta hoy con más de 60.000 miembros. AVEN (por sus siglas en inglés) constituye una red social que incorpora información exhaustiva acerca del tema y estudios recientes; asimismo, se concibe como una herramienta óptima para cualquier asexual que desee conocer y contactar con otros de su condición.

A la par que internet, el mundo del papel se ha hecho igualmente eco de las necesidades de personas, y muchas publicaciones han abordado en exclusiva el tema de la asexualidad. “Queremos que el mundo sepa que estamos ahí”, apuntó Zoe O’Reilly en 1997 con su obra Mi vida como una ameba. A él se sumaron otros muchos. En España, la asturiana Lucía Lietsi hizo lo propio al escribir una novela autobiográfica (Diario de una asexual). Más recientemente, el escritor Javier León publicó su libro Asexualidad, ¿se puede vivir sin sexo? donde sostiene que “ser asexual es una opción que debe llevarse sanamente, lúcidamente, naturalmente”.

No cabe duda de que estos libros están muy lejos de provocar el mismo ruido que la trilogía protagonizada por Christian Grey. Pero no importa. La intención de los autores no es colarse en el ranking de los más vendidos, sino defender su máxima: el amor sin sexo también existe.

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