Han pasado casi 70 años desde su instauración y más de 20 desde que fue abolido, pero aún hoy la palabra apartheid resuena en la cabeza de los habitantes de Sudáfrica como un eco que trae a la memoria el egoísmo, la sinrazón y la miseria humana, que alcanzó las cotas más altas durante la segregación racial que durante muchos años sufrió el país africano.
Nadine Gordimer ha fallecido hoy a los 90 años de edad. Ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1991, la escritora sudafricana comenzó a escribir desde muy joven sus primeros relatos, historias cortas en las que ya mostraba su inquietud por los temas de índole social y antirracista. Sin embargo, no sería hasta 1953 cuando publicó su primera novela, The Lying Days. Durante las décadas siguientes alternó historias cortas con novelas más desarrolladas, pero siempre dejando patente el trasfondo social y humano que le tocó vivir durante el apartheid de su país. En los años 80, con la publicación en cadena de sus obras más conocidas, llegó el reconocimiento mundial que hasta ese momento se le había, en cierto modo, resistido. Gente en julio (1981), Hay algo ahí fuera (1987) y La historia de mi hijo (1990), entre otras novelas, le abrieron las puertas del éxito.
Cuando en 1991 la Academia Sueca decidió corresponder la obra comprometida y valiente de Nadine Gordimer con el galardón literario, no lo hacía sólo por la calidad de sus textos. Durante los años anteriores la actividad de Gordimer se había multiplicado tanto en la publicación de sus escritos como en su proactivismo contra el status quo de su país, y no es casualidad que sólo un año después el apartheid fuera abolido en Sudáfrica. La escritora contribuyó enormemente a la difusión del problema racial para que su existencia no quedara solapada por la coyuntura económica, social y tecnológica del nuevo mundo que se gestaba a finales del siglo XX. Aunque los problemas de Sudáfrica no acabaron con la eliminación de la disgregación étnica, Nadine Gordimer fue definitivamente una figura esencial en la lucha por hacer de su país un país mejor, alejado de la lacra anacrónica que suponía, en los albores del siglo XXI, un sistema separatista entre blancos y negros.