Ocho en punto post merídiem. Hay gentío en la puerta de la Sala Penélope de Madrid, pero quizá no lo suficiente para despedirse de uno de los grupos más grandes del panorama español. Se abren las puertas.
Arranca Sonora, grupo telonero con el que muchos no contaban. Conocido por ser el grupo de Grass y Kosta (batería y guitarra, respectivamente de Boikot), el grupo en sí destaca por la fuerza de su cantante, Lou, una mujer de esas que se echan de menos en los escenarios. Un sonido metalero que se aleja tajantemente del punk al que nos tienen acostumbrados sus componentes, aunque eso sí, la reivindicación de sus letras sí que está presente. Sonora sorprende, además, con la figura de su bajista, el cual, por cierto, tuvo algún inconveniente que supo resolver sin problema.
Nueve y cuarto en el reloj. Sonora se despide en el mismo momento en que una hilera de nuevos asistentes decide saludar a la sala. Ésta empieza a llenarse, unos en la parte de arriba y otros en la pista de abajo, aunque sin llenar al completo el aforo. Eso sí, cruzar la pista es todo un reto.
Mis barraqueras sería el primer sencillo del último disco de la banda granaína’. Es también, por lo mismo, el tema que abre el último concierto del grupo tras el anuncio de su despedida indefinida. Desde ese momento, un setlist elegido a conciencia, mezcla temas de sus cinco discos de forma inteligente, aumentando el ritmo y la emoción conforme avanzan las dos horas de concierto. Punto clave: la entrada de So Hai (Violadores del Verso) en Luego querrán. Si el público ya había vibrado con temas anteriores como Lluevan flores, De-que-rer-ser o Tanto que perdí, tema favorito de Aitor, la colaboración lleva al concierto al punto más alto de la noche.
Entre el público, los componentes de Sonora y algún que otro compañero como Juan de Soziedad Alkohólica se mezclan con el resto de manchegos, granadinos, madrileños y demás seguidores de la banda. Algunos ya empiezan a fumar dentro de la sala, otros con los pies más cansados intentan aguantar varias canciones más y alguno que otro subiéndose al escenario a abrazar a alguno de los componentes. Frases tajantes que nos recuerdan que el concierto es una despedida y que hay canciones que es la última vez que se tocan o que no se volverán a tocar. Una despedida fría que concluye, contundente y calurosamente con los tres temas más grandes de la banda: Agua de mayo, Andaluz de nacimiento y A ver si me entiendes.
Después de dos horas, once y media en el reloj y con mejor o peor sabor de boca, sólo queda decir hasta pronto, camaradas.
Fotos: Elena Mora