Para muchos es el amo del género de terror, lo cierto es que su obra inspira por igual a escritores de géneros como el fantástico, la ciencia-ficción y, por supuesto, el terror, siendo, posiblemente, una de las mayores influencias narrativas de los siglos XX y XXI. Su influencia va mucho más allá de la literatura o el comic –en el que influye notablemente, en especial con los dibujos que él mismo realizó de los seres y lugares que describió en sus obras-, pues creadores de cine y televisión se han empapado de su obra para crear la suyas propias sin que éstas fueran necesariamente adaptaciones de las historias de Lovecraft, aunque los resultados en la mayoría de los casos podrían haber hecho revolverse al autor dentro de su tumba. Escritores como Stephen King lo tienen entre sus principales influencias y directores de renombre tan importantes como Ridley Scott o Sam Raimi lo han homenajeado con guiños en alguna de sus películas. Es tan fuerte el influjo de la obra de Lovecraft en las nuevas formulas narrativas audiovisuales que surgen en el siglo XX que influenciará la aparición de uno de los subgéneros más prolíficos dentro del género del terror: el cine Gore, un subproducto barato y hortera que ha pasado de ser chabacano a ofrecer actualmente algunas de las mejores películas y series de televisión de culto de las últimas décadas, lo que ha puesto al género de terror al mismo nivel de calidad que el drama o la comedia. Incluso la música ha sido influenciada por la obra de Lovecraft, pues miembros de grupos como Metallica o Iron Maiden dicen haberse inspirado en ella para sus composiciones. Pero ¿qué es lo que hace que todos miren a su obra cuando necesitan de una inspiración?
“La imaginación como vía de escape”
Howard Phillips Lovecraft fue un niño y un adulto enfermizo, pasó mucho tiempo solo o en compañía de su madre, tías y abuelo, lo que promovió mucho su retraimiento y fomento de su imaginación. Es más que probable que de muy niño tuviese amigos imaginarios por la falta de compañeros reales de su edad, bien por el expreso deseo de su madre, de buena familia que no aceptaría a cualquiera como compañero de juegos de su hijo –algo que podría verse reflejado en la visión racista y clasista que muchos hacen de su obra-, bien por el hecho de tratarse de un niño con una salud especialmente delicada, todo ello sumado a la muerte temprana del padre de Lovecraft a causa de una neurosífilis en una institución mental tras sufrir varios brotes psicóticos. Es obvio que todo este trasfondo marcaría profundamente al pequeño Howard cuya vía de escape a la realidad sería la lectura y, a su vez, la creación literaria.
Al cumplir los catorce años perdería también al único patrón masculino en casa tras la muerte de su abuelo, algo que le marcaría más todavía que la propia muerte de su padre. Pero las pérdidas personales no serían lo único que señalaría la infancia y adolescencia de Lovecraft. Las malas decisiones económicas llevaron a su madre a una situación de práctica bancarrota, lo que hizo que tuvieran que mudarse a una casa más económica. Por entonces su imaginación le llevaba camino de las estrellas y quería ser astrónomo, pero su mala disposición para las matemáticas y un colapso nervioso antes de su graduación, le impidieron entrar en la Universidad de Brown, algo que siempre lamentaría y que consideraría uno de sus mayores fracasos.
“El pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra”
Lovecraft se declaró a sí mismo desde muy temprana edad como ateo. Llama la atención que su ideología filosófica chocase con sus gustos literarios, pero siempre se escudó en que el pensamiento humano era el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra, idea probablemente alimentada por todo lo que había visto de niño en su casa y especialmente por la enfermedad que había visto padecer a su padre. Escéptico, racional y empírico, lo que trataba de demostrar con sus historias es que todas las abominaciones en las que creemos realmente surgen de nuestros propios demonios internos, o, lo que es lo mismo, es divertido mientras el creador controla a su creación pero resulta patético e incluso desolador que la creación controle a quien la creó. Es conocido que una de sus principales fuentes de inspiración fueron sus propias pesadillas, quizá afianzarse en la idea de un mundo racional le ayudaba a sobrellevar sus más profundos temores. Debe ser pues en ese contexto y no otro en el que debemos englobar y analizar obras como Los Mitos de Cthulhu su obra más famosa y en la que desarrolla toda una mitología, En las Montañas de la Locura, un ejemplo de su interés por lo extraterrestre en el que refleja su idea de donde llevará a la evolución social, política y económica de la humanidad, o El Caso de Charles Dexter Ward donde trata el tema de la inevitabilidad del destino, uno de los argumentos más recurrentes entre los autores de ficción y terror de nuestros días.