Henry John Heinz nació en 1844, tuvo desde pequeño, influido en gran parte por su madre, una vida ligada a la jardinería, pero fue a los 15 años cuando sus padres le regalaron un pequeño huerto y todo comenzó a cobrar sentido. A pesar de que su madre, Anna Margareta Heinz, lo envió pronto a un seminario con la idea de que su hijo fuera pastor de la iglesia, no tardó mucho en salir del mismo. Definitivamente su mundo eran los números, los negocios.
Tras estudiar en una de las primeras escuelas de negocios de EEUU, Henry Heinz comenzó a trabajar en la empresa de su padre, un artesano fabricante de ladrillos. Allí fue donde aprendió a medir cosas, a llevar notas detalladas. Aunque hizo leves mejoras en la producción de la empresa de su padre, la verdadera labor que llevó a cabo fue recuperar el dinero de los clientes que no habían pagado sus facturas.
Los comienzos de Heinz & Noble Company
Tras aprender de su madre alguna de sus recetas y de experimentar con ellas durante un tiempo, une su habilidad para los negocios con el mundo de los vegetales de una manera más seria y decidida, es entonces, cuando en 1869 funda la empresa que se llamaría por aquel entonces Heinz & Noble Company junto con un amigo del barrio.
Adiós a Heinz & Noble Company
El comercio de rábanos picantes crece y Heinz se convierte en un comerciante rico. Se casa y su vida se estabiliza. La empresa no para de crecer y reinvierte todos los beneficios en la expansión de la empresa. El negocio funciona tan bien que solicita préstamos para comprar más verduras y vegetales, y como consecuencia poder ganar dinero más rápidamente, sin embargo, la crisis bancaria de 1875 produce que todos los préstamos sean cancelados de un día para otro, pero para ese momento la empresa ya había pedido grandes cantidades de mercancías, los agricultores piden su dinero, pero Heinz no dispone de capital y los bancos ya no dan crédito. El día de navidad de ese mismo año pasa uno de los días más negros de su vida, la empresa está en bancarrota y no puede pagar las facturas.
Volver a empezar: Heinz Food Company
Tras pasar unos meses con una gran depresión, Heinz crea una nueva empresa con los últimos ahorros de su madre junto a dos familiares más. Legalmente no podía ser director de la empresa, pero técnicamente lo era pues su madre poseía la mayoría de acciones de la empresa. La bancarrota le pesaba mucho, pero prometió que devolvería todo el dinero que debía, aunque legalmente no tenía el deber de hacerlo, y se pasó cinco años trabajando duro para devolver todo el dinero a los proveedores.
Era un día cualquiera y Heinz experimentaba con recetas mientras su madre trabajaba en el jardín. Tras unas horas, Heinz dio con una nueva receta, que surgió de modificar una salsa de tomate de origen oriental. En aquella época el negocio del kétchup no funcionaba bien y las empresas que lo producían no tenían el retorno que les gustaría, sin embargo, Heinz sabía que aquella salsa de tomate era diferente a cualquier otra, de este modo comenzó a comercializarlo y la empresa creció como nunca hubieran creído que lo hiciera. La empresa, totalmente diferente a cualquier otra de la época, trabajaba como una gran familia, quzás porque gran parte de la familia de Heinz trabajaba allí. Las mujeres recibían cada día gorros y delantales recién lavados y hasta se les hacía la manicura antes y después del trabajo con el fin de que el producto final fuera, si cabe, más valioso y de más calidad.
Tras la muerte de su esposa mandó construir una casa en honor a Sarah Heinz que se utiliza, a día de hoy, como casa de la juventud. Siguiendo su religión y siendo fiel a sus principios, Henry John Heinz no volvió a casarse.
El número 57
A pesar de que la empresa Heinz tenía, por aquel entonces más de 57 productos, fue el número hasta el que Henry Heinz fue capaz de contar tras ver un cartel mientras viajaba que decía: "23 estilos de zapatos". Le gustó tanto el número que a partir de entonces lo puso en todas las etiquetas. El número 57 fue probablemente una de los mejores ideas de marketing de la historia. Tanto es así que en el lenguaje americano, 57 significa algo así como una buena mezcla. Heinz era un genio y no fue aquello lo único que se le ocurrió.
En 1893 la empresa fue invitada a la exposición colombina, la feria mundial de Chicago, que le daría la oportunidad de dar a conocer sus productos pero le dieron un tercer piso. Nadie en una feria mundial, habiendo tal variedad de productos, subiría al tercer piso, así que rápidamente se le ocurrió una idea. Y era imprimir muchas etiquetas de identificación de equipaje doradas en las cuales ponía: "Entrégela en el stand de Heinz en el tercer piso y recibirá su regalo". Centenares de miles de personas subieron hasta la tercera planta y allí se encontraron con la gran pirámide de ketchup y curtidos. Heinz fue el gran éxito de aquella feria. Fascinado por la electricidad, fue el primer empresario de los Estados Unidos que puso un cartel de neón para promocionar su empresa. En 1906 el presidente Roosevelt aprueba una nueva ley de alimentos, fruto de gran cantidad de fallecidos debido a los malos conservantes que muchas empresas industriales utilizaban. Heinz, que utilizaba conservantes naturales, tuvo una gran oportunidad para promocionarse y así lo hizo.
Tras encontrar la felicidad fuera de los muros de su empresa, pasa los últimos años de su vida cuidando de sus once nietos. En 1919, a sus 77 años de edad, Henry John Heinz muere. Sus trabajadores hacen una colecta y compran una estatua en su honor. La empresa, tras su muerte, siguió siendo puntera y mundialmente reconocida. En la actualidad la empresa es una de las más importantes del mundo.