Setenta años, más de veinticinco millones de días, más de seiscientos trece millones de horas o una cantidad casi imposible de contar de segundos. Estas cifras representan, para las personas mayores, la edad de la obra más conocida del explorador francés Antoine de Saint-Exupéry, "El principito". Esta pequeña gran aventura, publicada en múltiples países y lenguas de todo el mundo, narra el viaje por parte del espacio de un niño, un principito, que se sentía solo y buscaba encontrar respuestas a sus dudas.

Pero los niños tienen una visión diferente del mundo que nos rodea, en la que la inocencia y la imaginación son los ojos con los que observar y entender la realidad. Esa filosofía de la infancia, que el paso del tiempo nos hace olvidar en mayor o menor medida, choca con la frialdad y eclecticismo de la adultez, en lo que lo más importante del mundo son los números, el orden, el no perder el tiempo y dedicarse exclusivamente a las llamadas "cosas serias". O lo que es lo mismo, la libertad de la niñez se va convirtiendo poco a poco en una pseudoesclavitud del poder de los números, sin que prestemos atención a lo que verdaderamente importa en la vida. Momo y Peter Pan también nos habían avisado de este gran problema.

Pero para no condenar a un olvido sin retorno a nuestro niño interior, "El principito" recoge una serie de enseñanzas  y moralejas que el protagonista del libro experimentó y comprendió durante su periplo por el universo.

"Lo esencial es invisible a los ojos": La primera y, quizás, la más importante de las enseñanzas. Lo valioso no se puede medir, tocar ni pagar con dinero. Está fuera del mundo de lo mercantil. Es nuestra voz interior y nuestros sentimientos los que tendrían que regir el mundo. Lo material no da la felicidad, sino que reside en las cosas pequeñas, en los momentos de la vida y en la relación con las personas de nuestro alrededor.

"No se debe valorar a la gente por lo que tiene sino por lo que es": Nuestra sociedad consumista clasifica a las personas por la cantidad de objetos materiales que se poseen. No tienes una vida plena si no tienes una casa, un coche, un televisor de cuarenta pulgadas y un largo etcétera. Cada día sale al mercado un nuevo producto que se convierte en una necesidad vital para nuestra existencia y nuestro éxito en la vida. Pero este comportamiento está totalmente alejado de la realidad, y sobre todo de la libertad, ya que aliena nuestras mentes e impide expresar nuestros sentimientos. Las personas no deben ser valoradas por lo material sino por su forma de ver el mundo, por sus actos y su mente.

"Se le debe pedir a cada uno lo que está a su alcance realizar": Esta enseñanza tiene que ver con la autocrítica, ya que es importante conocer las propias limitaciones para avanzar en el camino de la vida y no exigirnos más de lo que podemos hacer, evitando así fracasos que no tendrían que producirse.

"Todas nuestras acciones tienen consecuencias": En el Universo todo ocurre por una u otra razón, no hay lugar para el azar. Por lo tanto, tenemos que ser consecuentes con nuestras acciones y responsables de nuestros hechos, solucionando los problemas antes de que sea demasiado complicado para poder realizarlo con éxito. Recogemos lo que sembramos. Esta lección está relacionada con el karma oriental, en el que cada acción que realizamos vuelve hacia nosotros como un efecto boomerang. Si realizamos malas acciones, nuestro futuro estará lleno de problemas.

"Uno es responsable de lo que domestica": El mundo está lleno de personas, que permanecen ajenas a nuestra vida hasta que empezamos a "domesticarlas", hasta que se crea un vínculo entre las dos partes. La amistad o el amor son varios frutos de estos vínculos. Pero tenemos que tener cuidado, ya que hay que valorar ese vínculo y nuestro compromiso hacia esa persona ya que, de lo contrario, se hará un daño irreparable. Pero además, hay que ser conscientes de otras dos grandes lecciones relacionadas con esta enseñanza. La primera de ellas tiene que ver con la experiencia. El principito se da cuenta de que era demasiado joven para amar a la rosa que habitaba su planeta, ya que no entendía sus sentimientos ni sus contradicciones. Por lo tanto, cada cosa tiene que ser vivida a su tiempo, vuelve la enseñanza de que "se le debe pedir a cada uno lo que está a su alcance realizar". No debemos considerarlo un fracaso, sino más bien una carencia de experiencia. La otra lección tiene que ver con el amor. "Amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección". Las personas con las que mantenemos un vínculo especial son nuestros compañeros de viaje, una parte vital de nosotros mismos, por lo que la comunicación y el entendimiento son los pilares básicos del éxito. 

Estas cinco grandes lecciones son algunas de las más importantes que se encuentran entre las páginas del libro. Pero, para poder comprender su sabiduría, cada uno tendrá que abrir el libro e inmiscuirse de lleno en su lectura, ya que las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí misma y los niños, la luz de la inocencia y la filosofía arcana de la vida, tienen que darles una y otra vez explicaciones. Y la única forma de no olvidar nunca al niño que tenemos dentro es dejarnos llevar por nuestros sentimientos.