Leer Entre visillos supone, para alguien que posea un mínimo bagaje literario, la evocación de muchas otras obras escritas por mujeres, y no necesariamente novelas, que son, como ésta, un grito ahogado en el silencio de su tiempo. Son muchas las sensaciones que el lector experimenta desde que se asoma a la primera página - “Ayer vino Gertru” - hasta que acaba despidiéndose de Pablo Klein y la mayoría recorren un fino camino entre la rabia, el dolor y la angustia de ser testigos del nulo papel que la mujer protagonizaba en España durante el siglo XX y la sociedad que lo consentía. Hablar de Entre visillos significa, por tanto, hablar de muchas cosas pero en especial de esa mujer escondida y retenida entre peinetas, visillos y mesas camilla.

La mujer y el provincianismo

Si no se prestase atención a todos los guiños que Carmen Marín Gaite despliega a lo largo de la novela podríamos creer, de manera errónea, que se trata de una obra sencilla y llana en la que en apariencia no ocurre nada de vital interés. Lejos de ello, es una novela con una tremenda carga filosófica y autocrítica en la que cada palabra se suma al propósito de la escritora: mostrarnos el ambiente de provincias en el que viven las muchachas. Denunciar la opresión que dicho ambiente supone para el “yo”, la identidad de cada mujer, destinada a centrar su vida en nimiedades.

El provincianismo supone para la mujer el estancamiento de su persona en una serie de estereotipos contra los que Gaite pretende protestar. En esta novela vemos cómo, desde niñas, las chicas están separadas de los hombres en el Instituto y que, con forme van madurando, sus relaciones sociales y los lugares que frecuentan se compondrán, principalmente, por mujeres, lo que impedirá que las muchachas vivan y experimenten como se debe. Conchita, la chica de Madrid que viene para la temporada de feria, lo resume: “¡Cuántas mujeres!”, “Y luego estas amigas tuyas, no sé, son como viejas”.

Machismo social

La opresión de la que hablamos se debe, además del ambiente en el que viven las muchachas, a los dictados machistas que todavía guiaban a la sociedad. No debemos tener miedo al emplear esta palabra, machismo, pues en numerosas ocasiones podemos comprender, como lectores distantes en el tiempo, que se trata de ello. La mayoría de los personajes femeninos aceptan y comparten esta actitud. Lejos de conseguir la merecida independencia paterna tras el matrimonio, Gaite nos retrata cómo la mujer pasa a ser propiedad de su marido, con lo que el sometimiento machista continúa.

Hay obras que no son simples libros, sino monumentos. Obras que, al igual que ciertas Ítacas y Alejandrías, llegan para quedarse dentro o a caso siempre lo estuvieron. Entre visillos es ese monumento que ya forma parte de nuestro patrimonio cultural. Gaite, una escritora feroz de voz dulce y susurrante, nos ha proporcionado una ventana a través de la cual poder observar el mundo en el que vivieron las jóvenes de este país durante muchos años. Una obra, sin duda, en la que detenerse y con la que disfrutar.