Los colgantes de la crueldad
Un puesto de venta ambulante en una calle de Pekín. Foto: noticias.terra.cl

"Un país puede ser juzgado por la forma con la que trata a los animales". Esta frase del Mahatma Gandhi está más vigente que nunca por la última moda en China, que rompe con todos los logros conseguidos a favor de los derechos de los animales. En las calles y estaciones del metro de Beijing abundan pequeños puestos ambulantes con una mercancía especial por su crueldad: pequeños llaveros con animales vivos en su interior.

Tortugas, peces y salamandras son condenados a una lenta tortura en el interior de una bolsa de plástico de unos centímetros de diámetro, llena de agua de diversos colores y cerrada al vacío. Los defensores de este sádico objeto afirman que los animales pueden sobrevivir durante semanas en su interior, y alimentarse a través de unos nutrientes que se encuentran en el agua.

Estos objectos, con un precio de 10 yuanes (1,25 euros), son vendidos como potentes modernos amuletos que protegen del mal de ojo y atraen a la buena suerte. Incuso hay gente que los lleva colgando del cuello, del móvil o los utilizan como llavero.

Esta falta de empatía hacia los seres vivos no es una muestra de ignorancia por la superstición y la fe, sino un ejemplo de la realidad de parte de la sociedad china. El país no cuenta con una legislación sobre los derechos de los animales, por lo que muchos ejemplares salvajes son capturados sin control y tratados brutalmente. Uno de los casos más famosos es el oso malayo. Su población, casi en peligro de extinción, se encuentra distribuída en toda la península de Indochina y parte de Indonesia. Pero aún así, se producen cacerías ilegales e, incluso, existen explotaciones secretas donde se tortura a este animal provocándoles el vómito para obtener su bilis, muy usada en la medicina tradicional china.

Pero este maltrato también se extiende por los zoológicos y los circos. En estos lugares, los visitantes podrán contemplar a osos conduciendo motocicletas, tigres saltando a través de aros de fuego o cerdos arrojándose desde trampolines. El abuso de estos animales, que malviven en un ambiente insalubre desde su nacimiento hasta su muerte, es diario, en unos entrenamientos en los que se tortura al animal sin piedad hasta que consigue realizar el ejercicio a la perfección.

Aparte de esto, en el país se suceden múltiples secuestros de perros abandonados para llevarlos al matadero y venderlos ilegalmente a los restaurantes, ya que el perro es un plato esencial en la dieta china. Al no tener legislación, las protestas de las organizaciones a favor de los derechos de los animales caen en saco roto, y estos son vistos como una diversión más. Incluso, se dieron modas de teñir el pelo de los perros para intentar transformarlos en animales como tigres u osos pandas, dependiendo de la raza del cánido.

Este trato con los seres vivos por parte de la población china choca, aparte de con la cultura occidental, con otras asiáticas, como la japonesa, en la que las mascotas tienen un vínculo casi místico con sus amos, y son tratados casi como personas, abundando múltiples cementerios para mascotas o, incluso, cafeterías en las que se puede acudir con el gato o el perro sin problema.

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