Filólogo lunfardo que cantó con una bala en el pulmón, prohombre de la farra y columna del tango. “Morocho del Abasto”, su voz es arrabal y el arrabal es voz, que rompe en ocho pasos prohibidos que las minas se mueren por bailar. Pues Gardel es padre del tango canción que se siente en un abrazo que propone pasión, y fluye a través de una metáfora que se difumina con el mito. “Zorzal criollo” cuyos orígenes se pierden en brumosa leyenda, el estudio siempre nos devuelve multitud de infancias que se desangran en ríos de tinta. Dicen que si Gardel nació en Toulouse, que si lo hizo en Tacuarembó, pero de lo que no tengo la más mínima duda es que el Gardel que descubrimos en su voz, siempre fue eminentemente porteño de arrabal, y sus canciones, tratados sonoros de la jerga lunfarda.
Y eso es lo que realmente trasciende, su voz imperial, el metrónomo de su enigmática vida pudo haber quedado marcado por plazuelas, callejuelas y grandes avenidas, pero absolutamente definido por la precisión con la que su voz expresó la velocidad con la que el tiempo se consume en el arrabal. Qué más me da si nació un 11 de diciembre, si el propio Gardel jamás celebró su fiesta de cumpleaños el mismo día. Qué importa si su madre fue Bertha o María Leila, si fue bastardo, tuvo una infancia acomodada o no fue el muchacho bueno, sencillo, hijo excelente que nos pintó la exportación. Qué cambiaría si su verdadera procedencia escondiera la complicada infancia de un purrete inquieto, criado en el arrabal porteño que hizo historia en la crónica policial de Buenos Aires. Qué diferencia hay entre “Gardello”, “Gardeles”, “Gardés” y “Gardel”, entre la nacionalidad francesa, uruguaya o argentina, que adoptaba según la oportunidad, si tuvimos y tendremos por y para siempre el privilegio de disfrutar de una voz que se sentía argentina.
Lo único cierto es que cada vez que le escucho cantar yo también me lo quiero quedar, por eso Uruguay, Francia y Argentina se lo quieren quedar, pero el tango canción que es Gardel, es a todas luces patrimonio de la humanidad. Y es Argentina porque la voz de Don Carlos tamiza la arcilla del Río de la Plata, para contar y cantar con la verdad de un porteño desesperado y sumergido en la miseria ingente. Entre las sombras y misterios de un dios, la voz de Gardel emerge para eternizar la polémica de sus orígenes, pero como dice Don Alfredo Di Stéfano, Don Carlos canta cada día mejor y el tiempo se detiene una y otra vez en Volver.
Se detiene en la cadencia de estrellas celosas, que por una voz que moldea fontanas por fortanas y arrastra consonantes hacia el bucle eterno de la imaginación, nos dibuja pebetas de barrio que son mujer del tango, musa de historias de amor y traición. Gardel es ese pibe del Abasto que bebió del folklore y su tono orillero, terreno fértil para el tango y la milonga. Su voz de mercado milongueaba entre los telones del teatro, donde un joven utilero formaba su oído bebiendo inspiraciones de consagrados artistas operísticos como Titta Ruffo o Sagi Barba.
Aquel que animado por el payador José Betinotti, comenzó a cantar en ruedas de comités y fondas del Abasto. Y en el arte de la payada prosiguió rumbo firme a la leyenda para formar un mítico dúo con José Razzano, que marcó buena parte de su vida artística. Brilla poderoso ese “Dúo Nacional”, que un 8 de enero de 1914 debutó en el Teatro Nacional de Buenos Aires.
Gardel que era ya imparable, en esa época conoció a Enrico Caruso, su gran ídolo, y su talento no tenía vuelta atrás. Tan solo un altercado en una farra celebrada en 1915, con motivo de uno de sus enigmáticos cumpleaños, pudo arrebatarnos al genio, pues un balazo le dejó al borde del abismo y se alojó en su pulmón izquierdo sin orificio de salida. Pero el Zorzal que se recuperó para la vida y el canto, portó durante el resto de su vida aquella bala en el pulmón, que algunos dicen le hacía cantar aún mejor.
Lo cierto es que en 1915, con José Razzano, grabó "Mi noche triste", inaugurando la era del tango canción, que en buena parte de su carrera Gardel y Razzano, Razzano y Gardel, fueron la voz del tango a los sones de José ‘el Negro’ Ricardo y Guillermo Desiderio Barbieri. Así hasta 1925, cuando Gardel se convirtió en solista y viajó a España junto a la Compañía Rivera-De Rosas. La verdad más pura nos revela que el Negro, Barbieri y José María Aguilar, acompañaron musicalmente la leyenda de su voz por todo el mundo. 110 mil discos vendidos en París en menos de un año, once películas filmadas en Estados Unidos. Cerca de 800 temas grabados, que junto al creador y compositor Alfredo Le Pera, nos enseñó incesantemente a Volver a rendirnos a su barítona voz de arrabal.
Gardel es por tanto adjetivo del tango, mito del arte popular, canción protesta en el “Cambalache” de la vida, “Melodías de Arrabal”, grito de nostalgia del porteño por el viejo barrio, engullido por una despiadada urbanización. Maravillosa composición en la que la fuerza de la descripción y la añoranza se enreda en la voz de Gardel, que es madreselva para el recuerdo. Pues son Gardel y el tango pedazos de vida creados para la música, concordancia entre la verdad, el sentimiento y la musicalidad. Como dijo Santos Discépolo, un pensamiento triste que se baila, al que un fatal accidente aéreo acaecido un 24 de junio de 1935 en Medellín, arrebató su más maravilloso y genial intérprete.
“El morocho del Abasto”, “el francesito”, “el zorzal criollo”, “el mudo”, “el mago”, y hasta “san Carlos”, simplemente Carlos Gardel, la impostación natural, el oído absoluto que acompaña la frase por la nota y el tono sin la más mínima indecisión. La afinación milimétrica de un barítono brillante, cuya tesitura superaba las dos octavas. Los adornos vocales de un mito que con sus conocimientos del bel canto elevó el nivel artístico del tango cantado.
Aquel que nunca me cansaré de escuchar, el que A Media Luz, Por una cabeza y en el Caminito adiós, vino por última vez para cantar a Mi Buenos Aires querido. Pues Medellín fue para todos un precipitado y doloroso Adiós muchachos, que nos dejó resignados ante un destino cruel que nos arrebató una voz que jamás dejará de Volver y fue declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.