El tiempo es algo tan efímero e impagable, que veinte insustanciales minutos de un partido aburrido se nos pueden hacer eternos, que las últimas diez vueltas de una carrera de motor sin mucha historia nos pueden parecer treinta, o al contrario, que un año y sus 366 días se pasen por delante de tus ojos como un destello de luz que se marcha sin poder terminar de darle las gracias.
Esa sensación me corroe mientras escribo estas líneas, paradójicamente porque esos 366 días han estado ligados a mí bajo un nuevo escenario que ha cambiado mi vida por completo. Cinco letras y un gran grupo humano que son capaces de cumplir ilusiones en un periodo tan corto, pero a la vez tan intenso y gratificante.
Quizá la familia VAVEL y yo tenemos algo en común: juntos soñamos con crecer día a día, con llegar a hacer algo grande y poner nuestro granito de arena para defender a una profesión que le queda mucha luz aunque haya quien trate de apagarla día sí y día también. Y juntos hemos cumplido sueños y hemos cogido fuerza para seguir cimentando entre todos una ilusión en la que un joven de Usera se encargó de poner el primer ladrillo, y que sigue innovando de manera brillante cada vez que tiene la ocasión.
Previa a previa, crónica a crónica, reportaje a reportaje, noticia a noticia… pequeñas dosis que han llevado a un gran equipo profesional a alcanzar el quinto puesto entre los periódicos deportivos de nuestro país. Un verdadero orgullo para todos los componentes de esta tropa que lucha por seguir mejorando y por superarse cada día.
Ha sido un año y muchas ilusiones juntas, muchas horas de trabajo que han traído unos frutos que tienen el sabor más dulce. Experiencias y oportunidades únicas, grandes compañeros y buenos amigos, momentos para disfrutar haciendo aquello a lo que quieres dedicar tu vida y para aprender jornada a jornada. VAVEL: un año marcado a fuego, que se me escapa como un destello de luz sin terminar de darle las gracias.