Podría tirar de tópicos y decir que con calidad, honestidad y trabajo todo puede conseguirse, pero mentiría. Que una vez que estas dentro, que conoces a tal o a cual, es fácil que alguna puerta se abra, pero seguiría mintiendo. La realidad es que hay miles de personas que aspiran a ser periodistas y cientos de ellas realmente buenas, pero sólo unos pocos podrán ejercer y la mayoría se verán abocados a buscarse la vida en puestos relacionados con la comunicación o, desgraciadamente, en otro tipo de profesión.

Dentro de todas y cada una de las lecturas que podrían realizarse para justificar el debate que en estas líneas se expone, he decidido utilizar la que a mi juicio es la más productiva de todas: la autocrítica. Porque ante este panorama de futuro tan pesimista que me da por pintar en fechas señaladas para el optimismo, sería ilógico no querer reconocer que algo falla, aunque no sepamos qué. Cada uno tendrá su teoría, pero yo me decanto por subrayar la falta total de credibilidad y apego que hay actualmente por el periodismo.

La sociedad protesta por los recortes en sanidad y en educación; se solidariza con los funcionarios que ven disminuidos sus sueldos de manera agónica con cada decreto de ley que esta democracia nos regala; clama contra la injusticia de quienes son desahuciados; pone voz a aquellos que son encarcelados por hacer una huelga y persigue a banqueros y políticos corruptos a través de las redes sociales y plataformas ciudadanas.

Presión social, esa que puede hacer que la tiranía del poder, privilegio de unos pocos, se tambalee. Y sin embargo, en plena destrucción voraz de los medios de comunicación, todo el mundo permanece  impasible. Nula respuesta a la desintegración completa de quienes ofrecen información. La mayoría de la sociedad hace tiempo que perdió la confianza en sus periodistas, condenados ahora a defenderse solos.

Dicho de otra manera, a la gente le importa más bien poco los miles de periodistas que son despedidos todos los años porque no cree en ellos y casi con toda seguridad los señala como actores muy importantes dentro de la crisis actual que nos estruja el gaznate.

Podría clamar contra el aislamiento al que somos sometidos, pero la realidad más desgarradora es que la culpa de la situación es solamente nuestra. Sencillamente toca preguntarse qué se ha podido hacer mal para que los periodistas, que deberían ser herramientas fundamentales en estos tiempos sombríos, arma contra tanta injusticia,sean los únicos dispuestos a luchar por sus derechos, amén de los apoyos aislados  que puedan llegar.

Las acusaciones ahí están: manipulación, omisiones interesadas, mentiras, falta de compañerismo, sensacionalismo… cada uno que destaque lo que quiera. Yo no tengo la respuesta, si no no estaría aquí, pero sí creo en la necesidad de volver a situar al lector, a ese mismo que se ha perdido en  este tiempo, como agente principal.

Es en ese factor donde radica en mi opinión la recuperación del sector. En un tiempo donde nos hacen creer que escribimos para las empresas de publicidad y partidos políticos, la verdad indivisible es que es el lector al único al que hay deber lealtad, el único que realmente importa, lo que queda cuando todo lo demás desaparece. Recuperarlo es la única manera de remontar esta situación y para ello es necesario una profunda reflexión..

¿Es Vavel ejemplo de nada en ese aspecto? No soy quién para decirlo. En España hay muchos medios deportivos y cada uno tiene su manera de informar. Creerse mejor que los de al lado es un error común, que sólo sirve para iniciar el camino hacia el precipicio. Pero  opino que es un medio que sitúa al lector por encima de todo, intentando ofrecerle algo tan simple como es la información. Y por supuesto, un lugar donde los periodistas pueden hacer aquello que actualmente se les niega. Es futuro en el momento en el que el mañana da más miedo. Eso para mí es más que suficiente ¿Y para ti?