La trampa del fútbol al rescate
Foto:Twsportsdudes.com.

En tiempos en los que las cifras de desempleo componen el mapa de la vergüenza política, económica y social, en los que más de 11,5 millones de personas se encuentran cercanas a la exclusión social, con un 21 % de españoles que viven por debajo del umbral de la pobreza, en tiempos en los que de esa terrible cifra, más de 2 millones corresponde a niños, y en los que los derechos fundamentales son vulnerados lastimosamente en nuestro país, seguimos cayendo en la trampa del fútbol.

De un fútbol que es espejo de la inestabilidad económica y la alienación de la maquinaria capitalista que nos consume, nos hace zozobrar. De ese deporte afiliado al poder que vive al filo de los márgenes de la ley, y presume de poseer una de las mejores Ligas de Europa, pero en la que la cruda realidad arroja que estamos ante la competición de Liga con más equipos en concurso de acreedores, entre la suspensión  de pagos y la quiebra. Un eje vertebrador de emociones y opiáceo popular hecho a imagen y semejanza del capitalismo global, habituado a jugar con un dinero que no tiene y cayendo irremisiblemente en la especulación y la deuda.

Aquel juego que para mí siempre fue más allá del deporte, ese por el que perdemos habitualmente la cabeza, traspasa hoy las fronteras sociales y deportivas por otras cuestiones. En este caso absolutamente despreciables y que me hacen dudar seriamente si merece la pena seguir acudiendo en masa a apoyar unos colores manchados por un sistema y unos dirigentes, que pretenden hacer acopio de títulos y gloria a la misma medida que inflan sus deudas con su envenenada gestión.

Como nuestros queridos bancos, los clubes viven al margen de la realidad social y económica de nuestro país, pues siguen haciendo inversiones multimillonarias en materia de fichajes, engordando lastimosamente una deuda inasumible. Inadmisible para un país que puede presumir de tener a los dos mejores equipos del planeta, pero a su vez debe avergonzarse de la sistemática bonhomía del gobierno y las instituciones para con empresas que cada vez acumulan mayores deudas con proveedores,  entidades financieras e instituciones gubernamentales.

No en vano no hace mucho y a través de un informe realizado por el Ejecutivo, en respuesta a una pregunta formulada en la Comisión de Educación y Deporte del Congreso de los Diputados por Izquierda Unida, pudimos conocer que los clubes de primera adeudarían cerca de 490 millones de euros; los de segunda división A, aproximadamente 184 millones; y el resto, unos 78. Me resulta cuando menos vergonzoso comprobar como esos equipos que invierten cifras mareantes en fichajes, deben astronómicas cifras a las arcas públicas. Unos 752 millones de euros con la Agencia Tributaria al finalizar 2011 y 10,5 millones con la Seguridad Social. Unas cifras que bajo mi punto de vista solo pueden generar rechazo y pudor a una sociedad, que de ningún modo debería de permitirlo.

Estamos hartos de blindar a los poderosos y pagar siempre los mismos, y se quiera o no el fútbol es otro de los intocables de nuestra sociedad. Desde que los clubes dejaron de percibir el apoyo de los consistorios, ahora con sus arcas vacías, el número de equipos en situación concursal se ha multiplicado. Una ley concursal, constituida como figura legislativa para garantizar el pago y la viabilidad de los clubes, pero también muy recurrida por los mismos para evitar sanciones y conseguir el aplazamiento de la deuda con Hacienda. Y es que aunque la reforma de la Ley Concursal aprobada en septiembre de 2011 modificó la norma por la que los clubes en concurso de acreedores evitaban el descenso por impagos, una vez hecha la ley hecha la trampa, pues los clubes podrían agarrarse a una sentencia del Juzgado de lo Mercantil número 1 de Córdoba, que advertía que la actual Ley Concursal prevalecía sobre el reglamento de la LFP, por lo que los clubes que presentasen insolvencia evitarían el descenso.

Me parece lamentable la falta de equidad que existe en nuestra sociedad, en la que las instituciones gubernamentales y los bancos miden su piedad o ferocidad con la moratoria de sus deudas, en dependencia del poder de sus deudores. Debemos reflexionar ante esta vergonzosa realidad y conocer el circo del fútbol en su verdadera dimensión, lo que se oculta tras las bambalinas del negocio.

Bien sabe Dios que soy cadista de corazón y muero por el amarillo, pero no a cualquier precio pues me niego a formar parte de esta pantomima en la que existe una diferencia de trato brutal de los clubes con respecto al resto de los mortales de a pie, que sufrimos recortes constantes en nuestras necesidades básicas. Amo el deporte, amo el fútbol, el juego, pero detesto el circo, y siento verdadero rechazo al comprobar las distintas varas de medir, para con unos y otros.

Ya va siendo hora de que esos mismos aficionados que acudimos al fútbol comencemos a reclamar el juego limpio para con nosotros mismos, ciudadanos a los que le esta faltando el pan y caen sistemáticamente en la trampa del circo. Por la citada razón el que suscribe estas líneas no puede permanecer callado e impasible ante la incoherencia económica, política y social. Ante la distante y alejada posición en referencia a  la situación social que padecen los que son sus aficionados y a los que machacan con un precio abusivo de las entradas.

Por ello aunque mucho me temo que estas líneas de denuncia e indignación, acabaran hundidas en una botella perdida en el fondo del mar, este aficionado al fútbol desde pequeño no piensa mover un solo dedo en pos del rescate del circo del balón, pues nuestras prioridades en estos delicados momentos pasan por otros derechos fundamentales por restituir y rescatar.

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