El barrio de Gagarine, en la periferia de París, inaugurado como una utopía obrera en la década de los 60 por el astronauta Yuri Gagarin, fue demolido en agosto de 2019 en un estado ruinoso. Fanny Liatard y Jérémy Trouilh rinden homenaje a ese sueño en "Gagarine", proyectada en el Festival de Cine de Sevilla donde recibió el premio a mejor actor Alsény Bathily.
337 apartamentos calificados de insalubres por algunos de sus habitantes, un bloque compacto de diez edificios de 13 plantas de ladrillo rojo, con ascensores en colapso crónico, microfisuras, hundimientos de tierra, instalaciones de agua y electricidad obsoletas, etc. La resolución de los servicios técnicos es clara; el edificio se encuentra en tan mal estado que debe ser demolido. Sin embargo, el joven Yuri (Alséni Bathily) luchará junto a la complicidad de algunos de sus vecinos y sus amigos Houssam (Jamil Mc Craven) y Diana (Lyna Khoudri) para que el edificio en el que ha crecido se mantenga en pie. Basada en hechos reales, la película materializa un tipo de cine social donde brillan muchos valores que suelen quedar eclipsados ante la mirada de los estereotipos clásicos hacia este tipo de guetos marginados.
De hecho, Liatard ha hecho hincapié en el mensaje político que contiene su película. "Queríamos proponer otra mirada sobre la periferia de París, mostrar a los habitantes con sus historias vitales, bonitas y no limitarnos a la violencia y el tráfico de drogas habitual cuando se habla de estas barriadas".
No obstante, pese a los esfuerzos e ingenios del joven protagonista, los vecinos no tienen más remedio que evacuar el edificio ante la orden de realojamiento. El barrio Gagarine se vacía pero Yuri, que ha sido abandonado por su madre y se niega a marcharse, se queda solo, escondido dentro del edificio que está siendo destruido poco a poco. Tratando de pasar inadvertido ante la mirada de los obreros, Yuri, un apasionado de la astronomía, convierte el bloque de edificios en su propia nave espacial, traspasando las paredes entre los apartamentos, desarrollando cultivos en un invernadero y creando todo un firmamento estelar. Entonces la cinta adquiere un tono totalmente distinto, más parecido al de la ciencia ficción. Es en este momento de soledad cuando Yuri se refugia en su imaginación y se despliegan toda una serie de fantasías en una especie de homenaje onírico al astronauta que da nombre al conjunto de apartamentos.
En cuanto a la mezcla de géneros, Trouilh ha subrayado que el reto era mantener "un equilibrio entre el onirismo y el realismo", un equilibrio que pasa por la mirada del protagonista.
"La película es bastante naturalista con algunas incursiones espaciales, empezamos bastante pegados a la tierra, a esa comunidad, y solo cuando ésta desaparece y Yuri se queda solo es cuando tiene que refugiarse en su imaginación", explica.
Ahí es donde reside la verdadera riqueza de la cinta, en saber mezclar la dimensión material con otra simbólica e ingrávida con numerosas analogías al espacio, como ese momento de la película en la que el edificio va a ser destruido con bombas en una cuenta atrás como si fuera a despegar de la tierra. Esa pluralidad de conceptos da una mayor libertad creativa a los directores con imágenes originales y llenas de viveza. En suma, Gagarine es una película interesante y juvenil, que mezcla la realidad y la ficción de forma sensata ensalzando las virtudes de un tipo de cine utópico.