Esta serie de Netflix se basa en las más de 20 novelas que Robyn Carr escribió sobre Melinda Monroe (Alexandra Beckenridge), una enfermera de Los Angeles que quiere un cambio de aires y se instala en un pueblo perdido en medio de la nada, pero con unos paisajes idílicos, Virgin River. Al llegar allí descubre que el médico que la ha contratado, en realidad, no la quiere en su consulta, sino que su exmujer ha sido quien ha querido traerla a la pequeña localidad.
Con esa premisa empezaba la primera temporada de "Virgin River", o como se ha traducido al español, "un lugar para soñar" que, si ya con su título original podría no resultar lo primero que se pulsase en las sugerencias, la traducción hace escaso favor.
Evidentemente, como cualquier serie de personaje que pasa de la gran ciudad a una población menor, se encuentra con el tópico de ciudad versus aldea, el toparse con unas personas que más que vecinos son familia y para los que, en este caso, Mel, es una foránea y, sobre todo, con el cliché por excelencia, el guapo del lugar (Martin Henderson) que se fija en ella y cuya atracción parece mutua.
Aquellos que hayan visto "Hart of Dixie", hasta este punto, están viendo la misma serie. Esto tiene una explicación, ambas se basan en las mismas novelas, pero consiguiendo los derechos con años de diferencia. Lo que no tiene explicación es que el médico que le hacía la vida imposible a Rachel Bilson en Bluebell, Alabama (Tim Matheson) sea el mismo que le complica la adaptación a Alexandra Beckenridge al norte de California.
No obstante, “Virgin River” es muy consumible, entra dentro de lo que se clasificaría como “placer culpable”, objetivamente es mala, pero es un vicio. Es predecible, las actuaciones están bien pero no gritan que vayan a obtener una nominación a los emmy, hay como se puede leer (y ver), hasta actores repetidos, y, sin embargo, cuando uno se da cuenta ha consumido los 10 capítulos que tenía la primera temporada.
Se debe a que sirve para lo que se propone, desconectar, es fast food audiovisual, no hace reflexionar pero entretiene y lo logra de la manera más básica y con las preguntas más simples, ¿por qué la chica de la gran ciudad y la vida perfecta aparenta tanta tristeza?, ¿cuántos líos amorosos puede haber en un pueblo de 200 habitantes? ¿cuál es el trauma del camarero de cara lánguida? Todas ellas son respondidas a través de flashbacks que tampoco sorprenden, pero sacian y, a veces, es lo único que se busca.
Malos tratos, asesinatos, depresiones, militares retirados, drogas… todo ello vuelve este 27 de noviembre a Netflix, tan sólo un día después de acción de gracias por lo que no es descabellado pensar que pueden tener algún capítulo con esa temática. Por el momento no han trascendido más pistas de esta segunda temporada, además de que contará también con una tanda de 10 capítulos con los que se continuarán aquellas preguntas que quedaron abiertas en el episodio final y que son perfectas para los maratones otoñales.