La Oreja de Van Gogh tiene discos para todas las estaciones del año. Los discos de la era de Amaia (“Dile al sol”, “El Viaje de Copperpot”, “Lo que te conté mientras te hacías la dormida” y “Guapa”), eran discos que abarcaban en sonido desde el verano a la primera. Hay canciones de aquella etapa que recuerdan al crudo invierno de historias de triste final que Montero cantaba en canciones como “Dulce Locura”, “París” o “20 de enero”; otras que llevan a la melancolía de un lluvioso día de primavera como “Rosas” o “Perdida”. O esa frescura cubierta de calor familiar y añoranza que desprenden temas como “Puedes contar conmigo” o “La Playa”.
Sin embargo, a la llegada de Leire al micrófono de la banda, la primavera se quedó en sus canciones. La temperatura, la ausencia o exceso de lluvia, la cantidad de color o la cercanía con el invierno o el verano la decidían las temáticas de las canciones: “Inmortal” es un día soleado de marzo y “Jueves” el día más lluvioso, injusto y triste del mes; “Cometas por el cielo” es la alegría y libertad de ese día de finales de mayo que sabe que el calor empieza a llegar, y “Día cero” son esos días que ya son verano por mucho que el calendario marque aún lo contrario.
Realmente no hay ninguna regla objetiva que haga que esta teoría de las estaciones y los sonidos de las canciones de La Oreja de Van Gogh se fundamenten. Es algo puramente sentimental y de oído. Sí que es cierto que las canciones están para determinados momentos del día y que no todas valen para limpiar, o mirar por la ventana melancólicos en el coche o cantar a pleno pulmón cuando se está feliz. Pero, que La Oreja de Van Gogh y las cuatro estaciones del año estén relacionadas, no es nada probado por la ciencia (ni por ellos mismos).
Sin embargo, algo que sí que sorprende y puede ser la excepción que confirme la regla, es que muchos coinciden en que “Un susurro en la tormenta”, el octavo y reciente último disco de La Oreja de Van Gogh, está inspirado en el otoño. Seguramente sea por su portada, que ha dado un giro dramático de tonalidad en comparación a “El planeta imaginario” y se ha vuelto más melancólico y triste. O por su tono reflexivo, muy propio de esta estación del año.
Su sonido también se ha oscurecido. El grupo abrió este nuevo melón con “Abrázame”, un single de rock épico y melancólico que luchó contra viento, marea, pandemia y discográfica para salir el primero adelante. “Buscamos lo que a nosotros nos haga vibrar” contaba Xabi San Martín, el teclista del grupo, estos días de promoción para El Diario Vasco en referencia al single. Fue un tema que sorprendió a todos después de esa agridulce alegría que dejaron con “El Planeta Imaginario” hace ya cuatro años, pero sin duda, “Abrázame” mueve todos lo que hay dentro y te lo devuelve en forma de música.
El grupo ha contado en numerosas entrevistas estos días previos al lanzamiento que, “Un susurro en la tormenta” qué significa este título tan místico: “En la tormenta que puede ser el día a día hay ese susurro, esa conversación con alguien importante para ti, que es lo que te da aire”, decían Pablo Benegas, el guitarrista también para El Diario de Vasco.
Benegas es dado a las alegorías, metáforas y dobles sentidos cuando se trata de componer. Sólo hay que ver el primer tema de este disco: “Doblar y comprender”. Un título que a primera vista parece tener la misma relación que el zapato y el atún pero que tiene tanta profundidad sentimental que es difícil de resumir.
Esta balada rock íntima y emocionalmente poderosa con la que abren el disco tiene mucho más significado que el que puedan tener esos dos verbos así solos: “Habla de cómo convertir el dolor por una pérdida de un ser querido en una nostalgia en positivo”, contaba San Martín para Spotify España. Leire, con un tono más agudo del que tiene a todos acostumbrados, va doblando con la letra durante toda la canción un barco de papel que deja marchar con todo el dolor de esa pérdida. Luego se le añade la batería de Haritz Garde y la guitarra y bajo de Álvaro Fuentes, de sonido U2 en este tema, y bum, resulta magia para los oídos y la mente.
El grupo admite que este disco es “pura reflexión” en sus letras. En todas tratan un tema profundo, difícil de explicar con una, dos o tres palabras o incluso una frase completa. Hablan de cosas que en discos anteriores ya han presentado, pero, con un matiz distinto, más otoñal, más oscuro. “Acantilado” es otro de los temas del disco que cuenta la historia de “una persona habla con su conciencia y hace un repaso a esas cosas importantes en la vida donde cree que hay que cambiar”, contaba Benegas para Spotify España. Te entra por dentro, te revuelve y despieza y te devuelve reconstruido. Así es “Un susurro en la tormenta”.
En sonido, este octavo disco tiene para todos los gustos. Aunque en general es tan rock y épico como “Abrázame”, luego va contrastando con otros para darle variedad.
“Como un par de girasoles” es quizás la que se acerque más a “El planeta imaginario” pero tiene un toque country, una esencia que te transporta a una carretera de la ruta 66 o a una película de indios norteamericanos que le aporta ese tono oscuro y otoñal. Siguiendo en el continente americano, dónde se encuentran también sus seguidores más fieles, con “Galerna” se traen las metáforas y la asfixia y el sonido a balada hispanoargentina; y con “¿Lo ves?” el rock del disco se mantiene pero la melodía del estribillo evoca a las típicas rancheras mexicanas.
De sus raíces musicales extranjeras, las “Sirenas” de San Sebastián tienen influencias de sonido a grupos británicos como Coldplay, y de sus raíces españolas, “Te pareces tanto a mí” y “Me voy de fiesta” traen de vuelta ese rock de principios del 2000 y con “Durante una mirada” el pop español con el que el grupo también se caracteriza.
Si a todo esto se le añade la producción de Paco Salazar, que les ha llevado a grabar con perchas (sí sí, con perchas) o con silbidos… La obra maestra está servida.
Reflexivo, rockero, oscuro y otoñal. Una de las cuatro estaciones que al grupo vasco le faltaba por tocar entre sus canciones. “Un susurro en la tormenta” nace como octavo disco cerca del otoño en un año que parece que las circunstancias han preparado el terreno para lo que este disco invita: a sentarse, cerrar los ojos y reflexionar sobre lo que había antes y lo que está por llegar en esta nueva vida.