“El diablo entre las piernas” es la última obra del maestro contemporáneo Arturo Ripstein. En su última pieza el mexicano se atreve a mostrar uno de los lados más vulnerables del envejecimiento humano simbolizado a través de la degenerada relación de un matrimonio. Fue estrenada dentro de la Sección Oficial de Largometrajes a Concurso del recién finalizado 23.º Festival de Málaga donde recibió (a distancia) la Biznaga Premio Retrospectiva por la noche.
Esta vez, Ripstein trata de captar las inquietudes que surgen a medida que las personas crecen y alcanzan la vejez. Como el impacto generado cuando se miran al espejo pero ya no son capaces de reconocerse a sí mismos, un tipo diferente de rechazo generado por el deterioro natural del cuerpo. O en el mismo sentido la película nos invita a hablar de los malos tratos que surgen en un ambiente familiar desgastado por una relación forzada de pareja que se ve obligada a buscar la satisfacción personal en la infidelidad.
Todo esto contado desde el consolidado estilo de Ripstein; con escenas largas y pausadas, expresivos planos secuencia y un guion minucioso que analiza a fondo las emociones de los personajes. Después de todo, como dice el director: “La velocidad es el gran enemigo del lenguaje cinematográfico”. La historia avanza a un ritmo pausado que desafía al cine acelerado de planos cortos y acción metódica que gobierna el panorama internacional.
"Alguien me ha dicho que mis películas son lentas. Cuando yo las he hecho no tenía prisa. El corazón de la mirada es cómo se miran las cosas, una mirada unívoca donde la cámara sea el elemento fundante. Me gusta que la cámara fluya. Una de las definiciones del sentido del arte es la fluidez. Eso es lo que más me ha guiado siempre”.
Del mismo modo es importante resaltar el papel que el blanco y negro juega en el cine de Risptein; la fotografía se vuelve más nítida, el ojo agradece la simplicidad y aporta fuerza y dramatismo a la imagen. Además, aporta un toque nostálgico que acompaña al tema de la película. En ese sentido, el director toma la frase de Picasso (“el color debilita”) para reivindicar su elección: “Tiene una belleza infinita de la que carece el color. El blanco y negro es la vida y también la belleza. Los grandes de las fotografía fija toman sus imágenes en blanco y negro. Siempre pienso en blanco y negro”.
En suma, cada uno de los elementos juega un papel fundamental en la película, como pueden ser los olores, el olor tan característico que suele aparecer cuando las personas envejecen o los numerosos espejos que nada más que nos muestran un reflejo, lo que podemos ver como ajenos, intrusos de un hogar cerrado que observan a través del lente de la cámara.
En definitiva, “El diablo entre las piernas” altera el discurso tradicional para dar la voz a unos personajes complejos, mayores, que salen de su encierro interior, de su soledad, para recuperar lo que la juventud les había arrebatado, como puede ser la vigencia de atraer y sentirse atraído.