Las personas fallecidas a causa de la tremebunda explosión producida en el puerto de Beirut fueron recordadas al día siguiente por el luto nacional que declaró el primer ministro libanés, Hasan Diab. Según la Presidencia libanesa, Diab afirmó que “el país está en una crisis nacional”; “espero que todo el mundo pare las discusiones y se ponga a ayudar con el desastre que ha golpeado el país”, añadió el primer ministro.
Por su parte, el presidente de El Líbano, Michel Aoun, aseveró en un comunicado que están “determinados a continuar con las investigaciones, revelar las circunstancias de lo que sucedió lo antes posible y que los responsables y negligentes rindan cuentas, y aplicarles el castigo máximo”. Además, el ministro libanés de Salud, Mohamed Hasan anunció al término de una reunión extraordinaria que “se ha acordado instalar hospitales de campaña para tratar a los heridos de forma rápida" y que "el Ministerio de Salud establecerá los lugares apropiados”.
La catástrofe se produjo el martes 4 de agosto en el puerto de Beirut; a día de hoy (6 de agosto de 2020), el Gobierno de El Líbano ha elevado la cifra de muertos a 137 y los heridos ya son más de 5.000. Según han informado las autoridades, el almacén que explotó contenía 2.750 toneladas de nitrato de amonio, que se encontraban en el lugar sin control ni vigilancia desde hacía seis años. Según 20 minutos, esta sustancia química está presente en muchos fertilizantes agrícolas y no detona a no ser que se le acerque una fuente de calor o producto combustible cuando hay una gran cantidad de sustancia. Fue en septiembre de 2013 cuando el Rhosus, un barco de propiedad rusa y bandera moldava que se dirigía a Mozambique desde Georgia, fue obligado a amarrar en el puerto de Beirut por problemas técnicos; hasta el momento, esta es la primera muestra de nitrato de amonio que acreditan los documentos portuarios, según cuenta El Confidencial.
Sin embargo, de un acontecimiento de tal envergadura no se podía esperar otra cosa que no fueran especulaciones varias que apuntaran al enemigo diplomático del país en la región: Israel; aunque rápidamente aparecieron medios israelíes que descartaron cualquier vinculación con la explosión. Según eldiario.es, las especulaciones fueron avivadas por el contexto de tensión actual entre Israel y la milicia chií libanesa Hezbolá, después de que esta última avisara de que vengaría la muerte de uno de sus miembros en un ataque en Siria atribuido a Israel. De hecho, la semana anterior a la explosión el Ejército de Israel disparó contra un supuesto “comando de Hezbolá” que traspasó la frontera y regresó tras un intercambio de fuego sin víctimas. A pesar de las sospechas, la realidad es que Israel se ha convertido en uno de los países que han ofrecido ayuda humanitaria en Beirut, entre los que se encuentran otros como Siria, Irán, Irak, Egipto o Francia.
Hezbolá, que significa Partido de Dios, fue fundada en la década de los 80 para combatir la ocupación israelí de El Líbano, la cual se inició por el sur del país en marzo de 1978 con la conocida Operación Litani. La intervención del Ejército israelí (el Tzahal) provocó la muerte de entre 1.000 y 2.000 personas libanesas y palestinas refugiadas. Inmediatamente, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó su Resolución 425, reclamando la retirada israelí del sur de El Líbano. Aunque las fuerzas israelíes se retiraron de gran parte del territorio, conservaron una franja de casi 20 kilómetros que les sirvió para la posterior invasión de 1982. Fue en junio de tal año cuando aviones F-16 israelíes bombardearon la sede de la Organización para la Liberación de Palestina (que se había instaurado en El Líbano) y otras zonas de mayoría palestina. El 15 de septiembre de 1982, el Ejército israelí saqueó el centro de información de la Organización para la Liberación de Palestina y sus dirigentes se vieron obligados a trasladar la sede a Túnez.
Entre los años 1982 y 2000, Israel ocupó el sur de El Líbano mediante la creación de una “zona de seguridad”. En la actualidad, los dos países no cuentan con relaciones diplomáticas y la frontera que los separa es un auténtico baluarte de estrategia geopolítica para las autoridades militares o políticas que están al mando de la región. No obstante, la responsabilidad de semejante onda expansiva (que en las redes sociales se ha podido observar desde diversas perspectivas) parece que se queda en casa: han sido los dirigentes libaneses los que han permitido que toneladas de un material altamente explosivo como el nitrato de amonio permanecieran sin vigilancia durante varios años en el puerto de Beirut, capital de un país que no cuenta precisamente con una bonanza socioeconómica que pueda minimizar el desastre que acaba de sufrir.