Todos tenemos un pequeño reducto dentro de nosotros donde almacenamos, o más bien protegemos, todos esos buenos recuerdos, experiencias, emociones, etc. que en algún momento de nuestras vidas nos han hecho “felices”, palabra complicada que dudo sepa nadie definir con exactitud. Cada uno utiliza este “baúl de los recuerdos” como le place; algunos lo olvidan hasta el punto de rechazarlo y otros lo veneran con tal devoción que llegan incluso a ser incapaces de ver, y sobre todo comprender, lo que tienen delante de sus narices. Sin embargo, hay determinadas personas como la que hoy escribe estas líneas que utilizan este reducto interior como cabina de oxígeno; acudimos a él cargados de nostalgia y melancolía con la esperanza de experimentar, al menos, una décima parte de aquello que tiempo atrás nos permitió darnos cuenta de que estábamos vivos.
Me ha quedado muy bien toda esta parafernalia metafórica ¿verdad? Pero, vayamos al grano, hablemos de cine que es lo que nos interesa. Personalmente, no sé vosotros, pero yo en este baúl también guardo todas aquellas historias que en algún momento de mi vida me han dejado marcado, ya sea por sentirme identificado al haber vivido algo similar, o simplemente por haber deseado con todas mis fuerzas sentir algo parecido a lo que experimentan los personajes que en ellas cobran vida. Y, no quiero engañar a nadie, los libros están muy bien, pero las historias que han entrado por la puerta grande de mi vida son las que he visto en la pantalla grande. Y una de estas historias es la secuela del solitario ogro verde que consiguió cambiar para que nada cambiase: Shrek 2.
Todo esto que digo es completamente subjetivo, obviamente. Todos tenemos esa película a la que podemos regresar miles de veces sin cansarnos de ella, ya puede ser Mamma Mía!, Matrix o Shrek, siendo este último caso el de un servidor; pero eso precisamente es lo bonito del cine: para gustos los colores, o, más bien, las películas ¿no?
Porque cuando hablo de esta secuela no hablo de si me gustan sus planos, sus doblajes, su guion…; cuando existe una buena historia capaz de meterte en la piel de los personajes, de hacerte sentir que estas viviendo algo propio o simplemente de recordarte que en algún momento de tu vida viviste algo similar todo lo demás es meramente secundario, accesorio. La esencia del cine es contar historias, fin. Disculpad la intensidad, pero han sido muchas las veces las que he acudido a esta película cuando no tenía otro lugar.
Y es que esta historia merece ser contada simplemente por el hecho de que cada uno podemos vivirla de la manera que queramos. Ya sea desde el cansino pero fiel ¿corcel? Asno, los tiernos ojos del Gato con Botas o desde la historia de amor de sus verdaderos protagonistas: Shrek y Fiona. Una historia de amor basada en la paradoja de la aceptación de uno mismo, pero también en el sacrificio de cambiar para que aquello que amas no cambie nunca.
No dejemos atrás las escenas míticas de esta cinta, todas ellas acompañadas con una banda sonora que no deja indiferente a nadie. Muy Muy Lejano se nos presenta al ritmo de Funky Town; mientras que Shrek y compañía roban la poción del tan deseado “felices para siempre”, la canción que acompaña la escena nos recuerda que inevitablemente todos nos enamoramos alguna vez de alguien; asimismo, en el clímax de esta historia, la arrolladora Hada Madrina, de la mano de Bonnie Tyler, nos recuerda también que todos imploramos la necesidad de un héroe en nuestras vidas.
Shrek 2 es una película sólida, capaz de divertir y hacer reír al más joven a la vez que emociona al más mayor. Porque el buen cine no es el que se descubre en el primer momento, sino aquel que tras sus numerosas "capas" y niveles de lectura esconde verdades, emociones y sensaciones que hacen vibrar a cualquiera que esté dispuesto a recibirlas.
Podrían decirse muchas más cosas sobre esta película, sin embargo, creo que lo mejor es verla y descubrir por uno mismo todo lo que unos “simples” personajes animados por ordenador nos pueden hacer vivir. Cada uno tiene una historia que le devuelve las ganas de vivir la suya propia, y creo que ha quedado claro que esta es la mía.