La moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la moqueta del poder, abrió la caja de pandora. El Partido Popular, quien perdió el apoyo de todo el Congreso salvo el de Ciudadanos, no comprendió su abrupta salida del poder, ni reconoció al Gobierno que se conformó después. Sin Rajoy en Génova, su predecesor siguió la tónica histórica del comportamiento del partido conservador cuando no administra el poder. Pablo Casado se deshizo de los perfiles gestores, sentó en las primeras filas a personalidades de clara carga ideológica, y adecuó un lenguaje guerracivilista desde la tribuna declarando "ilegítimo" al ejecutivo en minoría que conformó en julio del 2018 Pedro Sánchez.
La entrada de Vox en las instituciones y de Unidas Podemos en el Gobierno de España, ha contribuido a la polarización. La llegada a las vidas de los españoles del virus confinó la crispación y devolvió el consenso y unidad a las calles -los balcones en este caso-. Pero con la desescalada sanitaria, los extremos vieron sangre y regresaron a su arena multiplicadora de votos. Dejaron atrás los acuerdos y se lanzaron a la yugular del contrario, olvidando los muertos y el luto por el que tanto clamaban. Vox salió a las calles, obligando al PP a endurecer su discurso que tiene en su portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, la mejor para ese puesto: azuzar. El vicepresidente del Gobierno cayó en la trampa, regalando a los españoles una imagen patética de la clase política.
Una realidad polarizada en dos bandos donde dos partidos precisan de sus extravagancias para mantenerse a flote. Podemos y Vox se necesitan mutuamente para sostener a sus votantes. Si la tensión disminuye y la política vira al consenso, los extremos se diluyen. Pero ni PSOE ni PP dan el paso por el miedo a ser desbordados por sus partidos satélites. Y la izquierda no lo hará porque tiene todas las de ganar. El pensamiento centralista y jacobino de la ultraderecha provoca pavor y espanto en las fuerzas nacionalistas presentes en el Congreso. El PNV, la única formación alternativa a la izquierda en la Cámara Alta con peso para investir a la derecha, no permitiría un gobierno conformado por Abascal. Asimismo, la abstención que siempre necesita la derecha para hacerse con el poder quedaría disminuida y reducida por el mero hecho del miedo que desprende al votante de izquierda la sola posibilidad de un gobierno PP-Vox.
Si por entonces fueron los sectores conservadores quienes impulsaron y difundieron un partido a la izquierda del PSOE que fuera capaz de dividir a la izquierda y activar a sus votantes, es ahora en Moncloa donde se frotan las manos por la llegada y la relevancia que Vox está teniendo en las filas del conservadurismo. Si las teorías centralizadoras, el griterío, el discurso guerracivilista y las conspiraciones absurdas ganan terreno en la derecha, la izquierda seguirá abonando el camino para continuar pisando moqueta en las próximas legislaturas.