Sátántangó: Filmin sella su entrada a la eternidad
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Con motivo del D'A Film Festival, la plataforma en streaming, Filmin, ha apostado por proveer a sus fieles y leales adeptos de una de las más maravillosas y monumentales óperas de la Historia del Cine: "Sátántangó", del cineasta húngaro Béla Tarr. Concluida en 1994, la película narra la historia colectiva de una decadente granja húngara en la etapa poscomunista de la región. Ganadora del prestigioso Caligari Film Award en el Festival Internacional de Cine de Berlín, la película, con sus frioleras siete horas de duración, no dejará indiferente a ningún intrépido espectador que ose adentrarse en su magnética, tediosa y apabullante esencia. 

Más allá de ser una magnífica herramienta para aquellos entusiastas interesados en el mundo del cine o del análisis fílmico, la obra de Tarr rebosa perfección técnica y estética en cada uno de sus largos e inmortales planos; rezuma de una simetría, en ocasiones insoportable, que no muestra sino la soledad y marginación de los humanos en el mundo y en su propia vida. Escapando de la fugacidad y dinamismo temporal propios del séptimo arte, rara vez en una película se logra materializar el tiempo de una forma tan tangible y cruda como en la obra del realizador húngaro. 

La puesta en escena, parca y decadente, representa a la perfección la vida, en inminente derrumbe y eterna putrefacción, de los personajes de la historia. Rodada con una sublime fotografía en blanco y negro donde predominan los grises, cada plano de la película, en una simbiótica comunión con los diferentes elementos sonoros, es significativo en sí mismo, y aporta un ingente valor a la narración de la obra. Al igual que las fotografías de la pareja de corresponsales llamados Robert Capa o los cuadros de Dalí, los planos de Sátántangó bien han de merecer su podio en los altares de las bellas artes internacionales.

Cierto es que su larga duración no hace fácil su visionado. No obstante, todo cinéfilo o cineasta que se jacte de serlo, deberá encontrar el valor y sufrir en sus propias carnes la imponente, soberbia y admirable obra de Béla Tarr. De esta forma, comprenderá que la narración del cine no reside ni en su guión, ni en el argumento, ni en los diálogos, sino en el correcto y apropiado empleo del lenguaje cinematográfico en comunión con el resto de componentes que dan vida a la obra en cuestión. Por último, para concluir, quizás el mayor aporte de Tarr con Sátántangó sea su captura, y posterior exposición, de la eterna fluctuación del tiempo. 

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