Desde el momento en el tomamos nuestra primera bocanada de oxígeno, comenzamos a descubrir todo tipo de experiencias. La mayoría de estas, al menos las más básicas, no las recordamos, ya que en nuestros primeros años nuestra capacidad memorística es bastante limitada. Pero conforme vamos creciendo, vamos desarrollando lo que conoceremos como recuerdos. No recuerdo la edad concreta, de hecho, no recuerdo muy bien ni dónde la vi, si en mi salón o en una televisión de tubo que teníamos en un pequeño ático, pero me acuerdo perfectamente de la película (como para olvidarla) que me causó mis primeras pesadillas, mis pequeñas imaginaciones de que aquello que sucedía con horror tras la pantalla estaba llegando a mi habitación. La cinta japonesa “El Grito (The Grudge)” fue la causante de mis primeras noches con una pequeña lámpara encendida para dormir.
Es curioso cómo opera el terror en el cine, como hace posible que en el transcurso de la primera media hora de la película nos olvidemos de que todo lo que estamos viendo es algo ficticio organizado por una productora, para vernos inmersos de lleno en la película y como si todo sucediese a nuestro alrededor.
Dentro del terror cinematográfico también hemos visto varias etapas, como por ejemplo en los 80s el terror slasher desarrollado en franquicias, con un claro protagonista en busca de sangre, como las garras de Freddy, el machete de Jason o el cuchillo de Myers, llegando a por ejemplo el cine más reciente basado en bruscos movimientos de la cámara para asustarnos con algún ser terrorífico, como puede ser el cine de James Wan.
Y, en esta nueva década de terror, nos encontramos con dos grandes promesas dentro del género: Robert Eggers y Ari Aster.
Ambos unidos por la forma en la que componen su terror, un terror mucho más psicológico que busca desarrollar en el espectador esa dualidad entre la ficción del guion y la realidad psicológica tras él.
Eggers viene de una infancia cercana a Nueva Inglaterra (donde se inspirará para su primera obra) y creció a través del teatro, adaptando clásicas historias de terror. Todo ello junto a su hermano (ambos fanáticos de la mitología y leyendas), desemboca en que escriba el guion del que será su primer largometraje, The Witch. Como había dicho, ambos directores juegan con la dualidad, y en la cinta Eggers nos presenta un drama familiar que transcurre en la época de la colonización de Nueva Inglaterra, unido a una trama satánica marcada por la quema de brujas de aquel entonces.
Así es como Eggers une el drama de tener que tratar a tu propia hija como si de una moneda de cambio se tratase para sobrevivir en aquellas difíciles tierras siendo un campesino, junto a la idea de unas brujas cazando niños. El hecho de cómo juega con la psicología de la figura de la madre, interpretada por una genial Kate Dickie, que llega a odiar a su propia hija fruto del estrés postraumático tras la perdida de su bebé, nos muestra hasta que punto trabaja Eggers la mente de sus personajes.
Tras el triunfo que supuso su primera obra, Eggers su uniría a la idea original que tuvo su compañero de historietas en el teatro, su hermano Max, para escribir y dirigir su último proyecto: The Lighthouse. Una historia en blanco y negro que utilizaría esa dualidad para mostrarnos primero el drama de la soledad de dos marineros (unos maravillosos Robert Pattinson y Willem Dafoe) abandonados en un faro, junto a la representación cinematográfica de un crossover entre las figuras mitológicas de Proteo y Prometeo. Esto desemboca en una película llena de planos espectaculares solo por su peso visual, junto a unos diálogos enmarcables, creando así la que para mi fue la mejor película del pasado 2019.
Sin embargo, con origen neoyorkino, Ari Aster sería desde pequeño un aficionado al cine de terror, devorando así las secciones de terror de los videoclubes que frecuentaba, y acabaría graduándose en Arte en la universidad de Santa Fe.
Si bien Eggers escribe sus guiones partiendo de la ficción de sus personajes, lo que caracterizaría a Aster sería la implicación personal de sus historias.
De hecho, pese a reconocer que su primer largometraje está inspirado en un drama personal, Aster nunca ha querido desvelar el porqué de ese drama familiar.
Así, en 2018, y al igual que Eggers, empujado por la productora A24, Aster daría a conocer su primera película: Hereditary. En esta nos presenta la dualidad de la siguiente forma: un drama familiar que desemboca en el desarrollo de una demencia por parte de una madre, o, desde su prisma ficticio, una historia de conjuraciones satánicas.
Y es que, de nuevo, al acabar la película no sabrás si acabas de ver el prisma de una madre invadida por la demencia tras la muerte de un familiar o si realmente estás viendo un culto satánico.
Y, tras el éxito de la cinta, sólo un año más tarde Aster estrena su última película, Midsommar, en la que de nuevo el director trata de representar algo tan personal como una ruptura amorosa, todo ello a través de una historia folclórica sobre un festival sueco dónde se viven situaciones horrorosas (con escenas bastante gore), y donde Florence Pugh está sobresaliente. De nuevo, Aster nos muestra como una depresión junto a la ansiedad puede ir acabando con una relación amorosa, a la vez que nos deslumbra con el ficticio festival de Midsommar.
Lo que se sabe de sus próximos proyectos es que Eggers está desarrollando una nueva película llamada “Northman”, donde dice que nos presentará una historia muy violenta basada en la mitología vikinga, y que Aster va a dar un parón a su producción en cuanto al terror, ya que quiere probar otros géneros como la comedia.
Lo que sin dude une a estas cuatro películas, es que todas cuentan con una cinematografía impecable, y que estas pueden verse desde dos prismas, ya tu como espectador decides qué cara de la moneda ver.