Luis Buñuel ha sido una de las figuras más aclamadas de la historia del cine a nivel mundial, su libertad creativa escapaba de lo rutinario para enfocar su ojo en aquellos aspectos de la realidad que, precisamente por su autenticidad y crudeza preferían ser ignorados. Este rasgo subversivo de su naturaleza fue el principal motor de la crítica, que se negaba a tolerar una visión del mundo que pusiera en cuestión los pilares estructurales de la sociedad. Sin embargo, el director español tenía un gran problema y era su gran amor por su tierra.
Hablamos de la década de los 50, cuando el cine mexicano estaba en su máximo esplendor. Buñuel acababa de presenciar el fracaso de su última obra, el Gran Casino, y se replanteaba su retirada. No obstante, a veces la frustración es la semilla del éxito, y entonces Buñuel resurgió con una de sus obras más auténticas, más oscura, destemplada y severa. Los Olvidados es una obra realista y semidocumentalista que ofrece una visión desgarradora de los niños de la calle en las grandes urbes de México. Aquellos de los que nadie habla, los que callan, los olvidados. La violencia y la miseria imperan en una película sobre la injusta realidad que vive cada día la población de un barrio pobre mexicano, donde los adolescentes se ven obligados a recurrir a la delincuencia para sobrevivir.
Tanta fue la conmoción que duró solo tres días en cartelera, antes de que fuese prohibida con diversas manifestaciones en sala y el director español fuera obligado por la “Liga de la Decencia” a abandonar el país. Ante las críticas, Buñuel respondió durante una entrevista que estaba orgulloso de su obra: “La libertad total no existe, yo jamás he sido libre, yo soy libre cuando cierro mis ojos y estoy conmigo mismo sin que sepa que ya estoy viejo. El sistema de inconformidad es esa tendencia a romperse la cabeza por recuperar la propia libertad, lo que es imposible, es por tanto una inconformidad permanente de la realidad exterior”.
Sin embargo, las revueltas pararon cuando la obra llegó a Europa. La prensa francesa aclamó el trabajo cinematográfico de Buñuel y fue galardonado como Mejor Director por el Festival de Cannes en 1951. Esto provocó que su reputación a nivel internacional mejorara, influenciados por la potencia francesa, Los Olvidados fue readmitida en México, y volvió a estrenarse, esta vez con un éxito rotundo estando más de dos meses en cartelera.
Actualmente la película forma parte del archivo Memoria del Mundo, una condecoración concedida por la Unesco por enorme potencial artístico e histórico. De hecho, este galardón, con el que se quiere preservar documentos valiosos para la humanidad, sólo ha sido concedido a otra película: Metrópolis, del director alemán Fritz Lang.
Hoy en día se cumplen 70 años desde su primer estreno en México e indudablemente el paso del tiempo y el distanciamiento histórico nos permiten dilucidar la calidad cinematográfica de Los Olvidados.
En general podemos concluir que en el fondo la cinta mexicana constituye una denuncia social brutal, una crítica explícita a las élites y la Iglesia, causantes de la grave hostilidad que azotaba a la parte más pobre de la ciudad que tenían que soportar las consecuencias de un reparto injusto de los recursos. Buñuel consiguió una obra rica, no solo desde el punto de vista argumental sino también estético con sus característicos planos oníricos y largos fundidos a negro además de una formidable labor fotográfica.
Por lo que claramente el problema radica en la mirada sesgada de una sociedad que se negaba a reconocer la situación real que estaba viviendo su país. Una percepción general ficticia y desorientada por las falsas promesas de futuro políticas que no nunca se cumplieron y que enmascaraban la verdad de los hechos.
Pero después de todo esa es la labor esencial del cine, que es capaz de ver lo que otros no son capaces de comprender, ya sea por incapacidad o por una inclinación inconsciente que tiende a negar lo que nos parece duro de creer.