Si bien Australia no ha seguido una línea común entre las canciones seleccionadas para Eurovisión, siempre han conseguido dar de hablar. Tras el derroche vocal de Kate Miller con Zero Gravity el pasado año, el país ha decidido repetir su característico programa Australia Decides para dar a conocer las propuestas para ganar el concurso por primera vez en su reciente historia.
Tras varias encuestas durante los últimos días, el público eurofan daba su visto bueno a Montaigne, quien ha acabado haciéndose con la victoria frente a sus nueve compañeros, con un total de 107 puntos, quedando primera en las votaciones del jurado y segunda en el televoto.
La joven australiana hizo su debut en 2016, con su álbum Glorious Heights, convirtiéndose en la gran artista revelación del país. Se encuadra dentro Art Pop, siendo en su nación el gran referente en este estilo. En 2019 publicó su segundo disco, Complex, con el que se afianzó altos puestos en las listas de ventas australianas.
Representará a su país con el tema Don't break me, que narra el sentimiento de arrepentimiento y odio hacia una antigua pareja tras la ruptura de ambos, recalcando en el estribillo que tiene sentimientos y rogando no romperse en pedazos.
Durante la gala la hemos visto actuar arropada por un cuerpo de bailarines, que ha ayudado a escenificar el mensaje de la canción y la potencia vocal de la artista, aunque ha permanecido algo desafinada en ciertos puntos de la actuación.
Será en la primera semifinal cuando veamos de qué es verdaderamente la joven cantante.