La nueva temporada de Sex Education ha venido a confirmarnos la importancia de la educación sexual.
La segunda parte de la serie vuelve a abordar temas tabú en nuestra sociedad como el placer femenino, el aborto, la homosexualidad... desde la inexperiencia adolescente.
Una de las aportaciones de la nueva temporada es el enfoque adulto, ya que encontramos como la madre del protagonista se mete en el instituto como guía sexual y tiene problemas con su pareja. La serie muestra claramente como la falta de educación sexual no condiciona solo la adolescencia, sino que explota con la madurez y se mantiene toda la vida. Un ejemplo de esto es la trama del director y su esposa.
Ha sido muy inteligente dejar el consultorio que montó el protagonista (Otis) para centrarse en otras cosas más importantes: un brote de histeria colectiva por una supuesta clamidia que se contaminaba sin relaciones sexuales, la vuelta de una madre que abandonó a sus hijos por problemas con las drogas o la frustración de unas madres que obligan, con toda la buena intención del mundo, a su hijo a vivir una vida que no quiere.
En tan solo ocho capítulos Sex Education nos muestra la consolidación de la identidad de Eric, el resultado de su lucha por quererse más a sí mismo; la dura experiencia de Adam, que pasa de ser el chico popular, líder del instituto a conseguir mostrar su bisexualidad en público y la aceptación y visibilización de una chica asexual.
Otro de los puntos fuertes de esta temporada es el personaje de Aimee. La chica es víctima de una agresión sexual en un autobús y denuncia el hecho a la policía. En ese episodio se ve claramente como a pesar de intentar quitarle importancia no consigue volver a coger el transporte escolar tranquilamente. Es muy importante que se muestre esto, enseñar así la situación que le tocó vivir y el apoyo de sus amigas es toda una denuncia social y un ejemplo de sororidad aplastante.
Podría seguir enumerando cosas buenas de la temporada, pero hay dos aspectos que no terminan de cuadrar en la serie. Uno de las causas que impiden a la serie conseguir la excelencia es el personaje de Ola y el descubrimiento de su "pansexualidad". No se entiende que hoy en día, en una serie que debe estar al tanto de las luchas sociales se siga invisibilizando la bisexualidad de esta manera y más cuando en el mismo episodio en el que ella sale del armario Adam confiesa que él es bisexual.
El otro motivo por el que no hablamos de una temporada diez es la ausencia de personas transexuales. Se puede comprender que no meter un personaje trans es normalizar que en un instituto pequeño pueda no haberlos, pero no está bien equiparar los penes a los hombres, como se hace en varios episodios. Muchas personas en Twitter atribuyen este hecho al movimiento TERF, movimiento transfóbico, muy de moda en el Reino Unido.
Sea como fuere, no se puede negar que la serie es fresca, divertida, emotiva y NECESARIA. Esperemos que Netflix renueve por una tercera temporada muy pronto.