Ha pasado mucho tiempo desde que en el año 1895 naciera una forma de expresión que cambiaría el día a día de la sociedad, por aquel entonces inició como una corriente minoritaria, sin embargo la fascinación de las imágenes en movimiento y la narración de historias pronto hicieron del cine un arte aclamado por gran parte de las personas.
Sin margen para la sorpresa a finales del siglo XX el cine ya era considerado una fuente de entretenimiento, lo cual no es negativo ya que es tarea del autor determinar el enfoque que quiere dar a su obra. El problema real vino con la llegada del nuevo milenio, para ese entonces las imágenes ya no sorprendían tanto y algunos conceptos comenzaban a perder atracción de cara al público, quizá fue en ese momento cuando el cine se vio obligado a tomar una decisión, o continuar por el camino del cine como forma de expresión artística o empezar a escuchar al público en sus peticiones. Con la entrada en el siglo XXI se demostró que el cine optó por la segunda opción, pues si bien ya era una industria que movía grandes cantidades de dinero, lo cierto es que en aquellos años se empezaron a notar ciertas tendencias. Entre dichas tendencias se encontraban la mayor frecuencia de películas estrenadas al año, el mayor predominio de los efectos especiales frente a la historia o la subida de los precios de en las salas de cines.
A pesar de que pueda parecerlo, lo anteriormente dicho no se trata de una crítica a la industria del cine, ni mucho menos una oda al cine como arte de forma obligada, lo que trata de reflejar el artículo es la supervivencia del cine hasta nuestros días, una industria que como la sociedad fue evolucionando hasta el momento en que tuvo que tomar una decisión. Tal vez una decisión a la que los más puristas tachen de comercial pero lo que no se puede negar es que fue el camino correcto y el que actualmente le permite atraer de forma irónica incluso a los que lo critican.