Rivera capitula el centro político
Albert Rivera, anunciando su retirada de la política / Foto: Ciudadanos

Dejó la abogacía para defender desde una plataforma cívica, a los catalanes no independentistas. Quiso cubrir el espacio que los socialistas catalanes habían dejado tras su tripartito con Esquerra e IU. Lo hizo adoptando un discurso socialdemócrata que atrapó a muchos catalanes de izquierdas desencantados. Saltó a nivel nacional en las elecciones andaluzas de 2015, donde logró grupo propio y fue fue clave para que Susana Díaz revalidase la Junta. Cogió aire, músculo, implantación, y se convirtió en la tercera fuerza política a nivel nacional en las elecciones autonómicas de 2015. Meses después, en las generales de diciembre, Albert Rivera se destapó como animal político en el primer debate a cuatro de la historia de la política española. Eran sus primeras elecciones generales. Ciudadanos obtuvo tres millones y medio de votos, un 14% de la población confió en Rivera para gobernar España. El PSOE, ante la negativa de Rajoy de formar gobierno, y el impedimento del Comité Federal socialista de pactar un gobierno con Podemos, planteó una oferta a Ciudadanos. Se le llamó "acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso", y ambos lo firmaron en febrero de 2016.

Tres años después, es un partido que solo la ventilación asistida de los cogobiernos en Andalucía, Castilla y León, Madrid y Murcia, le mantienen con vida. Sus paupérrimos resultados en las generales del domingo, y su dimisión de su líder, convierten a Ciudadanos en una partido sin identidad y sin mensaje, desdibujado y sin nada que ofrecer a los españoles. Lo tuvieron todo, Rivera y sus compañeros de partido pudieron gobernar España con el Partido Socialista. La Moncloa y los principales ayuntamientos del país habrían sido de Ciudadanos si su líder y estrategas, hubieran hecho todo lo opuesto a lo que han venido haciendo desde la moción de censura que catapultó a Pedro Sánchez

El 24 de mayo de 2018, la Audiencia Nacional hizo público la sentencia Gürtel que condenaba al PP por financiarse durante años de forma irregular con una caja B. Un hecho delictivo que obligó al partido que lideraba la oposición a moverse. La decisión de la AN tuvo lugar en un momento en el que Ciudadanos lideraba las encuestas a bastante distancia con el resto. La estrategia de Rivera pasaba por continuar apoyando a Rajoy, dejándolo caminar solo ante el precipicio, y en el momento oportuno convocar elecciones. Pero el PSOE se le adelantó, y Ciudadanos comenzó a cavar su propia tumba. No apoyó la moción de censura -cuando lo lógica hubiera sido sumarse a los socialistas, pactando la fecha de los comicios-, y viró al extremo verbal con exageraciones e insultos en cada sesión del Parlamento

Perdió apoyos, y no aprovechó el momento de inestabilidad por el que atravesó el PP tras la salida de Rajoy del partido. Ahí comenzó la colección de errores. Luego se sucedieron más. El más grave, no presentar una propuesta seria y cabal al PSOE después de la fallida investidura de Sánchez en julio. El país caminaba a una repetición electoral, y Rivera solo se movió de forma tímida al proponer en el descuento una opción que solo sirvió para evidenciar a sus votantes más conservadores sus desvaríos ideológicos. Esos que le llevaron a tirar por la borda el centro político que con atino, él creó. Ciudadanos, el partido que se levantó desde la nada, ya solo queda de él unos cimientos que su antiguo líder ha desgastado, degradado y oxidado. Rivera ha destruido un partido que nació para desbloquear el frentismo de los dos bloques ideológicos de nuestro país. Una decepción.

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