Cuando se estrenó Élite nadie se esperaba que la serie fuera a ser el boom que fue. Pronto se convirtió en una de las series más maratoneadas de Netflix y sus actores pasaron de ser desconocidos casi sin seguidores en redes sociales a tener millones y millones de personas que seguían todo lo que hacía. Tras ello, las expectativas ante una segunda temporada estaban muy altas al igual que el miedo a que la serie no aguantara un segundo asalto. Por suerte, parece ser que no ha sido así.
Los nuevos capítulos de ‘Elite’ sigue la misma estructura que en la primera temporada. En este caso, una desaparición será el late motiv de la serie, en vez de un asesinato, y la acción se volverá a dividir en dos tiempos: Antes de la desaparición y después. A pesar de repetir la misma táctica, la serie no cae en viejos trucos sino que es capaz de reinventarse sin que el uso de los mismos recursos narrativos sean un inconveniente.
Se podría decir que Élite viene más fuerte que antes. La primera temporada era el salto al vacío, la prueba. Y como finalmente no ha resultado ser un error, Netflix y sus creadores, Carlos Montero y Darío Madrona, han puesto toda la carne en el asador. Principalmente se nota en el aspecto visual. La serie se ha estilizado y ha aprendido a utilizar las localizaciones y el vestuario como un aliado que sume más que reste a los personajes. Lo mismo ocurre con la fotografía. Mientras que en la primera temporada, aunque tuviera ya destellos del camino que iba a seguir en esta nueva tanda, optó por un tono algo más básico y realista; en la segunda temporada sirve para dar más fuerza y emoción a la narración.
Todo ello se debe también a un guion que sabe lo que es Élite y lo que quieren ver sus seguidores. La serie no se pone intensa ni se toma en serio, si no que quiere que disfrutemos y que no pensemos. Atrás se quedaron los mensajes sobre la posición social, el clasismo o el VIH. Ahora no es que no los utilice, pero no intenta dar lecciones ni darle profundidad desmedida a los personajes. Lo importante aquí son las relaciones entre los jóvenes y las decisiones que tienen que tomar después de lo ocurrido en la primera temporada. A ello hay que sumarle la dosis de morbo que tan bien funciona en la serie. En este caso puede ser que la carnaza no sea tan intensa como antes, pero la verdad que no se echa de menos, ya que los creadores han decidido suplirla aportando un poco de oscuridad a los personajes.
Nuestros alumnos de ‘Las Encinas’ siguen igual de desquiciados que siempre. A eso hay que sumarle la llegada de 3 nuevos alumnos que, como era de esperar, vienen a remover más aún las cosas. Cayetana, Valerio y Rebeka son oro puro. No hay ninguno que reste ni que estorbe. Todos saben bien adaptarse a la dinámica que hay y se integran muy bien con los veteranos. De los nuevos integrantes destaca Claudia Salas. Su Rebeka es un soplo de aire fresco. Sus estilismos y sus diálogos son de lo mejor de la temporada. La única pega que le pondría es su trama amorosa. No aporta mucho y además, no destila nada de química con su interés amoroso. Parece más una excusa para crear una trama que una relación que surja o que nazca de forma ‘natural’ en la ficción.
Los antiguos integrantes siguen más o menos igual. Entre todos destaca Miguel Bernardeu. Su Guzmán es un regalo. Complejo, amable, agresivo… La interpretación de Bernardeu consigue dar profundidad y humanismo a un personaje que a veces es difícil de entender. Además de él, hay que hablar de Carla y Lucrecia. Son las dos que más se lucen durante la temporada. Los guionistas les han regalado unas tramas muy interesantes. A ello hay que sumarle la interpretación que Ester Expósito y Danna Paola realizan. Consiguen atraer todas las miradas. Danna lo único que hace es confirmar lo que ya intuimos en la primera temporada. Que es una fiera. Expósito consigue sobreponerse a una primera parte en la que destacaba solo al final y nos ofrece a una femme fattale convincente y atractiva. El resto sigue como siempre. Es cierto que Samuel no es tan cargante como en la temporada anterior, pero aun así molesta un poco si lo comparas con el resto del elenco.
Por poner una pega a esta temporada, puede ser que algunos de los giros que tienen lugar conforme transcurren los capítulos son algo forzados. Lo mismo pasa con las decisiones que toman los personajes. Parece como si en vez de servir a la evolución de sus protagonistas, sirvieran simplemente para hacer avanzar la trama bajo cualquier circunstancia. A pesar de ello, enseguida se olvidan esos detalles. Montero y Madrona saben cómo hacer que nos olvidemos rápido.
Si te gustó la primera temporada, la segunda te va a encantar. Las mentiras, los secretos y el misterio siguen estando a la orden del día en ‘Elite’, pero este golpe todo es más grande. Más bestia. La serie ha levantado el freno de mano y ha sabido superar la marcha de María Pedraza y la menor participación de los personajes de Jaime Lorente y Miguel Herrán.
La serie ha renovado por una tercera temporada. Ya no hay miedo ante lo que nos puedan ofrecer. Solo ganas de devorar los nuevos episodios.