En 17 años ha habido cuatro Spider-Man (tres en carne y hueso y uno animado). El mejor sigue siendo, sin lugar a dudas, el dirigido por Sam Raimi y protagonizado por Tobey Maguire. Después vino la encabezada por Andrew Garfield, la que peor ha funcionado tanto en crítica como en taquilla al no encontrar su identidad. En 2017, llegó Spider-Man Homecoming, dirigida por Jon Watts y protagonizada por Tom Holland. En esta ocasión, la acción casi desapareció para presentar un film de comedia con un Spider-Man mucho más joven de lo que se está acostumbrado.
Dos años después, Jon Watts vuelve a ponerse frente a la dirección para contar una nueva historia del hombre araña. En esta ocasión, Peter Parker decide irse junto a MJ, Ned y el resto de sus amigos, a pasar unas vacaciones por Europa. Sin embargo, el plan de Parker por dejar de lado sus superpoderes durante unas semanas, se ven truncados cuando Nick Fury contacta con él para solicitarle ayuda y así frenar el ataque de unas criaturas elementales que están causando el caos en el continente. En ese momento, Parker volverá a ponerse el traje de Spider-Man para cumplir con su labor.
En Spider-Man: Lejos de casa, Watts conserva el espíritu de la anterior entrega. De nuevo, la búsqueda constante del gag priva a los personajes de capacidad para la empatía. Peter Parker ha dejado de ser un héroe para ser un chaval encantador, pero lo que le sucede no importa demasiado.
Es una propuesta que no añade prácticamente nada y sin ninguna escena que sobrepase los límites de lo ya visto. Sin embargo, se agradece que, en esta ocasión, se haya apostado más por la acción. En Spider-Man Homecoming las escenas de comedia eran mucho más frecuentes a las de acción y, en Lejos de casa, han sabido aportar más escenas de adrenalina, aunque siguen sobrando unas partes cómicas demasiado largas, como las protagonizadas por el personaje de Jacob Batalon, el mejor amigo de Spider-Man que, pese a estar insertadas para hacer gracia, lo único que hacen es sacar de contexto al espectador, provocando que resulte frustrante y que le quite toda la emoción.
En esta secuela se agradece que el espectador tenga más oportunidad de conocer a personajes como el de Zendaya. Si en la primera parte solo se centraba en Spider-Man, aquí todo está más concentrado para que el público pueda saber más acerca de quienes rodean al héroe. También, ha sido un acierto incorporar el personaje de Jake Gyllenhaal, quien aporta las grandes dosis de acción al film, así como eliminar a Iron Man (era obvio después de lo ocurrido en Vengadores: Endgame), que lo único que hizo en la anterior entrega fue robar escenas a Spider-Man, el verdadero protagonista de esta función.
Watts acierta con esta segunda parte donde da carta blanca a un juvenil, divertido, entregado y desacomplejado Peter Parker, para que salga todo un señor blockbuster superheroico y lo conduzca por carreteras de luminosa complicidad. Una película que se eleva porque Holland le otorga alas. Spider-Man: lejos de casa, arranca desinhibida, dulce y ligera, y parece como una especie de pequeño milagro de una Marvel que demostró ser demasiado densa con Vengadores: EndGame. Por todo ello, el resultado es un Spider-Man más impactante, excitante y con un reparto que funciona muy bien y que da a (casi) todos el protagonismo que merecen.
Valoración: 3/5
Lo mejor: la frescura que Tom Holland aporta al personaje
Lo peor: que los puntos de comedia que intentan aportar con el personaje de Jacob Batalon sean insulsos y resten dinamismo al film,