En la actual sala 56b de la planta cero del madrileño Museo del Prado se expone una "Mona Lisa" que hasta hace diez años estaba encerrada en las bodegas, sin atención y considerada una más de las muchas versiones de la obra homónima de Leonardo Da Vinci (1452-1519). El estudio y restauración realizados entre 2011 y 2012 han relevado que se trata de la copia de la Gioconda (1503-1519) más temprana conocida y que fue realizada en su taller, por uno de uno de sus pupilos favoritos. No solo apareció una obra maestra de la Historia del Arte sino que permite conocer otros aspectos de la producción de Da Vinci y su círculo.
El estudio por parte del Laboratorio del Museo del Prado reveló que la persona que realizó esta "copia" estaba junto a Leonardo a la vez que se realizaba la verdadera Mona Lisa. Estaba repitiendo los mismos pasos, tanto en dibujo como en los tonos. Ana González Mozo, investigadora del Gabinete de Documentación del Museo, habla en el vídeo del "Estudio técnico y restauración de la Gioconda" sobre lo llamativo de las correcciones, ya que son las mismas en ambos óleos, en los pliegues, mejillas o en la forma de la cabeza. Además, están hechas con el mismo material y la misma técnica. El copista reproduce la manera de trabajar de Leonardo, por lo que ayuda a entender aspectos de la original, ya que afirma y refleja los procesos de experimentación.
Todo parece confirmar que pertenece al taller del polímata florentino. El soporte, al igual que las pequeñas obras de Da Vinci, es tabla de nogal, como La Belle Forronière o San Juan Bautista. La preparación es otra característica común, está compuesta por blanco de plomo en dos capas, siendo primordial para establecer semejanzas, ya que no sigue la tradicional italiana compuesta de yeso.
La radiografía a la copia confirmó que debajo del fondo oscuro que mantenía la obra hasta 2010 se encontraba un paisaje idéntico al de la obra homónima. El repinte, posterior a 1750, conservaba debajo el paisaje original en buen estado, aunque inacabado en algunas zona, lo que refleja que se dejó de pintar antes de finalizar la original Gioconda. Este enmascaramiento se debe a motivos estéticos y con el objetivo de tapar las partes inacabadas. Sin embargo, antes de destaparlo se llevó a cabo la limpieza de la superficie pictórica que dejaba una tonalidad amarillenta. Al final, se llevó a cabo la reintegración cromática que se ha limitado a "tocar una serie de puntos mínimos, algo que es muy poco habitual en pinturas de esta antigüedad", en palabras de la propia restauradora Almudena Sánchez Martín.
Está claro que la realización de esta copia es una comisión importante, ya que los materiales son de gran calidad, usando incluso lapislázuli. Asimismo, todavía está abierta la línea de investigación sobre para quién se hizo y por qué, teniendo en cuenta que el personaje es anónimo. De forma oficial, el Museo del Prado deja la autoría en anónimo y perteneciente al Taller de Leonardo Da Vinci. No obstante, en la información de Catálogo el Museo explica que todos los elementos apuntan a que se trata de un trabajo de Salai o Francesco Melzi, los alumnos más cercanos al maestro y que tenían acceso directo a sus dibujos de paisaje.