El pasado domingo día 7 de abril se celebró en la Casa-Hermandad de Los Dolores el VIII Encuentro Cofrade de Moriles. Como su propio nombre indica, este se trata de un encuentro donde el ambiente de Semana Santa reina por encima de cualquier otro. La música, las palabras o los reconocimientos que en este afloran son producto de una de las Semanas Santas más peculiares, a la par que bonita, de Andalucía.

Además, en los días 4, 5 y 6 de abril se celebró el Triduo de la Hermandad de María Santísima de la Soledad y del Santísimo Cristo en su Soledad.

VIII ENCUENTRO COFRADE

En este acto, se reconocería al Cofrade Ejemplar de la Semana Santa 2019, un galardón que se otorga cada año a aquel vecino de Moriles que ha dedicado gran parte de su vida a que la Semana Grande del pueblo sea eso, cada vez más grande.

El primero en tener la palabra fue Pedro Romero de la Rubia, presentador del evento. Tras un breve saludo, dio paso al nombramiento del Cofrade Ejemplar 2019, o en este caso, la Cofrade, Doña Carmen Ojeda Chacón, que recibe el título de manos del Cofrade 2018, Juan José Doblas Flores. Por toda una vida bregando y viviendo por y para la Semana Santa, por cumplir hazañas dignas de escuchar en la Hermandad de su corazón, “La Columna”, por representar un papel fundamental de la mujer en la Semana Santa de Moriles y por su carácter, tan duro como cariñoso, Carmen Ojeda se convierte en la primera mujer Cofrade Ejemplar. Enhorabuena, ojalá lo disfrute y siga trabajando muchos años más como hasta ahora.

Después de unas palabras emotivas, puras y recién salidas del corazón, el presentador realizó la llamada al Orador del acto, Antonio Gómez Flores, encargado de realizar una exaltación a la Semana Mayor del pueblo, sirviendo sus palabras como enlace entre marcha y marcha de las interpretadas por la Agrupación Musical de Moriles, que también fue partícipe de este bonito evento.

Una exaltación es una alabanza a algo o alguien, una exposición de sus cualidades que concede grandeza y valor a aquello que se está exaltando. Antonio Gómez alabó a la Semana Santa porque no le queda más remedio que hacerlo, porque esta ha sido un pilar fundamental en su vida e igual que a una madre no se le puede dedicar nada que no sea bonito, a la Semana Santa tampoco. Alabó a los morilenses, porque todos y cada uno de los partícipes de esta aventura se vieron reconocidos y reconocieron que lo que decía, en parte, es gracias a ellos. Expuso hasta la más mínima cualidad que hace de esta Semana una de las más grandes y, por consiguiente, el valor y la grandeza fueron atribuidos de manera inconsciente. Una exaltación en toda regla, ciñéndose a la definición de la palabra. Poética, sentimental, dulce y de corazón. Enhorabuena al pregonero.

Corpus Christi, Getsemaní, Jesús Preso, La Columna y Resurrección Gloriosa, fueron las marchas interpretadas por la Agrupación Musical, que de la mano de su director Víctor Herrero Pareja, puso realidad, colorido y lo que es más importante, música en este acto. Enhorabuena también a los músicos y director, como no.

Y así iba concluyendo este Encuentro que, tras las intervenciones de Doña Francisca Carmona Alcántara, alcaldesa del pueblo y Don Juan Muñoz Jiménez, presidente de la Agrupación de Cofradías, llegaba a su fin. El pasado domingo, Moriles pudo disfrutar de un hermoso evento, ideal como previa a lo que se viene en el pueblo.

MIÉRCOLES SANTO Y VIERNES SANTO NOCHE. CRISTO EN SU SOLEDAD Y LA SOLEDAD

Llega el Miércoles Santo y Moriles calla. La oscuridad, el recogimiento, y el sonido único del tambor detrás del Cristo producen una sensación de soledad, aunque las calles estén llenas de almas que acompañan al crucificado. La voz del Párroco rezando el Rosario hace contraste y rompe el silencio que reina en el pueblo. Las velas alrededor del misterio dibujan una escena tenue, triste y sepia.

Andando sobre la muchedumbre, el Cristo avanza en su estación de penitencia. Las primeras figuras se van acercando a ver a Jesús, y estas, con un obsequio, dan el pésame y engrandecen al que está en el madero.

Pasa la procesión por La Calle Alta y con sus manos atornilladas a la cruz, parece Jesús que roza los balcones. Una calle estrecha y encorvada recibe a un Cristo cuya mirada ha caído. La escena es preciosa, el recogimiento y la intimad, son máximos.

El Salvador ya sin vida va a encerrar, las bengalas alumbran su cara, el tambor cesa y el Párroco finaliza un Rosario infinito. El Cristo está solo, aunque Moriles lo acompaña callado. Cuando encierra, Moriles habla.

El viernes por la noche sale su Madre. El azul y dorado de su manto asoman con el sonido del Imperio Romano y una lágrima de dolor tan grande como la de una madre que acude al entierro de su hijo, cae al suelo. Una lágrima que cae de esa cara fina y dulce, que llega al suelo, duele y retumba en todo Moriles.

Los santeros la sienten, y al pasar por la  Calle Cochera, la bailan. Lo que tanto y tanto tiempo llevan ensayando en esta Cofradía adquiere su máximo esplendor en este tramo. El paso de la Virgen de la Soledad por esta calle es digno de ver. Llora, se recrea y marcha tras su hijo, que habita en un sepulcro de cristal, esta vez al rimo de la música. La Virgen tropieza y queda atrás, de repente avanza a pasos de gigante y de nuevo, se mantiene y se mece, ahogando su pena en llanto. Bravo por la santería de este paso.

El Imperio, impetuoso, viene en su búsqueda y con un Réquiem la hace despertar y la acompaña a la Iglesia, donde velará, hasta el próximo año, a su Niño.

Ambas procesiones (Miércoles y Viernes noche) muestran Soledad. En la primera, el silencio y la intimidad que se produce hace parecer que las calles están vacías, pero Jesús, en su cruz, sabe que todo Moriles lo acompaña. En la segunda es todo lo contrario: el colorido, el brillo y la música acompañan a una Virgen que, aun así, siente que está sola, puesto que su hijo le falta.

Ambas figuras derraman lágrimas de dolor. El Cristo las suelta por el dolor que le causa una traición de un amigo y de un pueblo entero al que venía a salvar; a la Virgen se le caen porque le han quitado todo lo que tenía.

Procesiones muy iguales y muy diferentes entre sí, mostrando las mismas características pero con diferente matiz. Procesiones sentidas, amadas y respetadas por sus hermanos y por Moriles. Tras el Triduo de la Cofradía, se cuentan los días para verlos asomar por la Iglesia. Desde el día en que finalizó, once calvarios faltan para el Miércoles y trece llantos para el Viernes. Cuando ambas salen a la calle, Moriles queda en soledad.