No se sabe con certeza si las historias son mejores cuando están fragmentadas o cuando son autoconclusivas. Y es que como la principal tarea del cine es contar historias, este es el debate que se plantean numerosos directores a la hora de enfocar cualquier cinta. Como esta claro que ninguna opción esta por encima de otra, esta reflexión solo tiene como objetivo mostrar los encantos y las debilidades de ambas.
En el caso de las películas divididas en varias partes su principal ventaja es su sólido desarrollo de la historia, pues al optar por esta opción los directores no solo tienen varias entradas para solidificar tramas y personajes, sino que también cuentan con sendas oportunidades de introducir elementos que solidifiquen el argumento. En resumen, sus virtudes surgen a partir de su prolongación en el tiempo a la hora de confeccionar las cintas.
Sin embargo las películas únicas deben limitarse a una franja de tiempo que brinda una sola entrega, aunque no por ello su desarrollo es peor ni mucho menos, pues siendo objetivos tal vez estas obras no cuenten con un recorrido extenso y cargado, pero lo compensan con un fluidez y una intensidad de tramas que hace que su esfuerzo sea aún más meritorio que el de las historias partidas.
Una vez aclaradas las ventajas, resultaría extraño que compartiesen defectos, pero sin duda lo hacen, pues no importa cual sea la versión que escojan productores y directores, ya que ambas pueden caer en la típica trampa del cine, que es descuidar la historia en el caso de las cintas individuales se hace por falta de tiempo, mientras que las cintas divididas lo hacen por un exceso de confianza en su tiempo de elaboración.
A pesar de lo dicho, todo sigue indicando que ninguna opción e superior a la otra y que sus errores no surgen a partir de optar por una o por otra, si no que se trata más bien de una situación completamente cotidiana en el mundo del cine, y que por tanto es tarea de cada uno afrontar con garantías dicha dificultad.
