Siempre se dice que es complicado sacar el máximo provecho de las cosas, y en cuanto al cine este dicho parece cumplirse con facilidad. Y es que resulta habitual toparse con la típica confrontación de aguerridos lectores que desprecian las adaptaciones cinematográficas, con los clásicos cinéfilos que defienden las cintas basadas en libros. Como parece imposible decantarse por un lado, hay que hacer un breve recorrido por el camino de las novelas en la historia del cine tomando algunos ejemplos como referencia.
En primer lugar hay que tener una cosa clara, un libro es una obra diseñada de una manera en la que el lector se adentra en la historia de una manera progresiva hasta llegar a un desenlace, y aunque el cine funcione exactamente igual, el tiempo que un lector dedica a un libro se mide en semanas o meses, mientras que una cinta tiene la obligación de encandilar al espectador en un intervalo de una o dos horas. Teniendo esto claro resulta imposible que las adaptaciones contengan en un metraje de dos horas, lo mismo que una novela de más de veinte capítulos, y es que la principal queja de los puristas se centra en que los directores no saben diferenciar entre el material esencial y el que no lo es.
Libros como los de la saga “Harry Potter” son una muestra de adaptaciones que desaprovechan de forma grosera su material base, sin embargo otro ejemplo como el de la novela “It” es una obra con una narrativa y trasfondo tan extenso que resulta inabarcable en la gran pantalla, de ahí que ni siquiera dividiendo la adaptación se logre plasmar todo el conjunto. Por un lado tenemos un caso en el que se desperdicia el contenido, y por otro un relato de características muy difíciles de manejar. Y es que a pesar de haber sacado a la luz los problemas de las adaptaciones cinematográficas todavía resulta difícil encontrar un equilibrio.
De esta manera lo más justo sería que como consumidores de un producto, dejáramos de quejarnos por adaptaciones incompletas o mal hechas, y empezáramos a hacer un esfuerzo por valorar las dificultades que ello conlleva. Claro está que no existe la adaptación perfecta, pero el esfuerzo y el trabajo de los cineastas es algo que hay que empezar a reconocer, por lo hay que respetar tanto a los fans de las salas de cine, como a los lectores inmersos en las páginas de los libros.