Hoy más temprano, la escritora británica J. K. Rowling reveló que había realizado el guión de esta película en apenas 25 minutos, razón que de ser verdadera, explicaría las diversas problemáticas a las que se enfrenta un filme que en muchas ocasiones se percibe como un primer borrador al que le hizo falta una pulida.
La historia es atractiva, así como el rumbo por el que se encamina; las motivaciones de los personajes están bien definidas y son interesantes; en general se trata de una aventura satisfactoria que pretende reclutar nuevos adeptos y asegurar a todos aquellos con los que ya contaba, no obstante, es notoria la falta de cohesión narrativa, especialmente cuando se deja en evidencia que Rowling es una excelente contadora de historias, pero una pésima guionista cinematográfica.
En esta segunda entrega podemos conocer a mayor detalle al personaje de Gellert Grindelwald (Johnny Depp), gran antagonista de la historia y la razón por la que todos los personajes viajan a París en donde se sitúan los muchos conflictos que componen al argumento. Conflictos que vienen directamente de un guión que pretende acaparar demasiados detalles, con un exceso de personajes (que en muchas ocasiones sólo pasan de largo) y un sinfín de historias secundarias que no tienen ninguna finalidad concreta.
En contraposición con lo irregular de su concepción en el papel, en la imagen la película goza de una dirección inspirada de un David Yates que por lo general es desangelado trás la cámara, pero que aquí se mueve con soltura, al saber manejar los muchos hilos narrativos que permiten que el ritmo nunca decaiga. Yates construye su filme de manera entretenida, gracias a los efectos visuales, a la inevitable nostalgia que sabe jugar con las emociones del espectador y al uso frecuente de los animales fantásticos del título.
Para los fans, la experiencia que brinda esta película, puede resultar conflictiva, pues así como brinda momentos de un encanto indiscutible, también puede enfurecer a muchos con giros argumentales que traicionan por completo todo lo aprendido a lo largo de una saga compuesta de siete libros.
Y es que es complicado argumentar a favor o en contra de un filme que evidentemente es un puente para nuevas narrativas que están por venir, o que alcanzarán su plenitud en entregas posteriores. Toda la película es un gran adelanto para lo que está por venir y no desarrolla nada concreto, ni deja nada valioso que haga de esta secuela algo que realmente valga la pena, más allá de varios momentos brillantes que resultan deliciosos para los fanáticos.
Al final lo más interesante de Los Crímenes de Grindelwald, es la expansión del universo mágico y la gran imaginación con la que aún cuenta J. K. Rowling; de igual forma el discurso socio-político que se construye alrededor del personaje de Johnny Depp, que le brinda una dimensión inesperada y empática al villano de la historia; la química que existe entre todo un elenco que promete momentos brillantes para entregas futuras; así como la banda sonora de James Newton Howard que da en el clavo al momento de construir el hilo emocional de la historia. Todos ellos, bajo la mano firme de David Yates, son elementos que le imprimen sentido y corazón al caos narrativo que es en realidad esta película.