Carles Puigdemont fue detenido este pasado domingo en Alemania por las autoridades germanas. Una primera interpretación pudiera ser: "El independentismo pierde, el estado de derecho y España, ganan". ¿Seguro? Lo cierto es que lo sucedido el domingo no encaja. Carles Puigdemont fue detenido en una gasolinera mientras compraba una botella de agua en el establecimiento. Sin saberlo, sería la última que bebería en libertad.
Todo estaba saliendo a la perfección, todo iba rodado. Pero el carácter inquieto del ex President de Catalunya, incapaz de estarse quieto en su casa de Waterloo, le ha costado estar entre rejas seguramente durante una buena temporada. Pese a la euro orden de arresto que existía contra él, Puigdemont continuaba su campaña de internacionalización. El CNI no era un peligro, era un aliciente. De Bruselas a Finlandia, de Finlandia a Alemania, y de Alemania a la cárcel. Pero… ¿De verdad ha terminado la película? ¿Ha terminado el 'procés'?
Seguramente no. La intentona independentista no se sustenta en personas y en líderes como Puigdemont, sino en estructuras. Un sistema que lleva 30 años maquinándose mientras los gobiernos de España no se enteraban de las circunstancias y disyuntivas que se avecinaban. Por mucho que encarcelen a Puigdemont, Jordi Sánchez o Turull, el proceso secesionista no tiene visos de parar. Del mismo modo que les es indiferente quién se presente a la sesión de investidura mientras sea de su cuerda, ignoran qué persona será la próxima en entrar en prisión. Lo que importa es el fin, no el medio. Lo elemental es el fondo, no la forma. La 'Operación República' persistirá mientras haya adeptos que se sumen a la causa y se sacrifiquen por ella.
Separatistas que han encontrado, gracias a la detención del ex President, un nuevo argumento para justificar su deriva rupturista. Carles Puigdemont, su líder, ha sido capturado por las garras de la opresión del estado español. De repente, el independentismo ha encontrado un nuevo cliché para aglutinar nuevos apoyos. Una razón más para dar forma a su ideario, a su programa. Consignas que han sido tramadas de cara a las elecciones catalanas de julio porque, salvo sorpresa, los catalanes irán de nuevo a las urnas en verano. Urnas que el PdCAT intentará llenar con sus votos gracias a esta nueva estrategia electoral. Puigdemont pasa de ser un exiliado político a un preso político.
Un cambio de tornas que le puede beneficiar o perjudicar, ya que su maniobra no es infalible teniendo en cuenta que Oriol Junqueras partía el 21 de diciembre con el cartel de preso político y fue rebasado en las urnas por el mismo Puigdemont. Los resultados electorales dirán si esta artimaña surte efecto y consigue superar a Ciudadanos como fuerza más votada o, por el contrario, el ex President se queda con la miel en los labios.