El pasado domingo 26 de noviembre Iker Jiménez y su equipo volvieron a dar una master class de televisión, de comunicación en su programa Cuarto Milenio. Todo un ejemplo de divulgación del misterio tratado con rigor, como siempre ofreciendo al espectador la posibilidad de elegir entre la racionalidad, la ciencia y, la paraciencia, la espiritualidad, el eterno debate interno entre la razón y el misterio.
En el misterio reside el germen de todo arte y toda ciencia
Sin duda lo más importante que se transmite, es que en el viaje hacia el conocimiento, resulta absolutamente esencial el hecho de no dejar de hacerse preguntas. Como decía Einstein en la emoción mística, en el misterio, reside el germen de todo arte y toda ciencia verdadera, siendo una de las cosas que más han hecho evolucionar al ser humano. Y de entre toda la temática tratada durante el desarrollo del programa –como el de Leonardo Torres Quevedo ‘el Leonardo español’- destacó sobremanera el testimonio vital, espiritual, científico y artístico, que expuso magistralmente el cirujano Luis Vecilla. El Doctor Vecilla sorprendió por el relato de un suceso vital de extrema gravedad que experimentó en primera persona el 19 de abril de 2009, durante una excursión junto a un grupo familiar al embalse de la Jarosa, ubicado en Guadarrama.
La experiencia del Dr.Vecilla
Además de la clara exposición de los hechos, la estructura de los mismos, lo que más llegó al espectador fue la serena y natural forma que tuvo para relatar un evento vital desgarrador, tremendamente inquietante. Vecilla relató que en el transcurso de un paseo comenzó a sentir como un ardor, lo que en un principio creyó que podría ser una pequeña indisposición, una indigestión, una especie de ardor en el centro del pecho que fue tornándose cada vez más hacia un tema más serio y preocupante. Mucho más cuando al comprobar que no se le pasaba, -su mujer que llevaba pastillas le dio un adiro (ácido acetil salicílico)- la sintomatología no solo no desapareció sino que fue a más.
Por ello decidieron acercarse en coche al ambulatorio más cercano, dejando al resto de la familia en Guadarrama. En el vehículo viajaban su esposa y su hermana -pediatra de profesión- que no quiso alarmarle, pero que como Vecilla por experiencia profesional comenzó a sospechar de la gravedad de la situación. De la idea de acercarse a un ambulatorio pasaron inmediatamente a la urgente necesidad de acudir a urgencias de un hospital. Luis sudaba profusamente, comenzó a sentir gran frío y lo que el mismo definió como la mordida de la rata en el centro del pecho, ese dolor punzante, esa quemazón y ese peso lacerante tan característicos de los accidentes cardiovasculares. En ese mecanismo de autodefensa, de autoengaño que posee todo ser humano -incluso los médicos- quiso creer en todo momento que lo que estaba padeciendo era una angina de pecho en lugar del infarto que luego resultó ser y, cuya sintomatología encajaba perfectamente con lo que estaba experimentando en su propio cuerpo.
Llegó al hospital de El Escorial con sensación de muerte inminente, pensando que por los menos había logrado llegar hasta el mismo aún con vida. En pocos minutos estaba en la camilla congelado de frío, lleno de electrodos, con dos vías intravenosas y el personal médico volcado en su estabilización. En ese crítico momento Vecilla cerró los ojos y pudo sentir como se agradece el cariño del contacto humano en esos instantes, algo muy importante para él y del que ha aprendido para ponerlo en práctica en su profesión, cuando se encuentra con pacientes en situaciones similares a la suya. Lo siguiente que hizo fue rezar como forma de congraciarse consigo mismo y con aquello que podría encontrarse -o no- en el más allá. Asumió serenamente que había llegado su momento y aquello le tranquilizó.
Un estado incomparable de paz
De repente se vio flotando por un espacio oscuro junto a dos formas cambiantes, hasta alcanzar una luz blanca al fondo en la creyó intuir la existencia de una especie de escalera con peldaños hacia arriba. A Luis Vecilla ya no le dolía nada, tampoco tenía frío, se sentía acompañado por aquellos dos entes que le recibían. Se sentía muy bien, veía una especie de consola de lucecitas -como la de un avión- a un lateral, mientras le invadía el pensamiento de que por fin lo comprendía todo. Una sensación de decir 'era eso', como de resolución de un misterio, de la revelación de un secreto, de un conocimiento perdido pero nuevamente recuperado. La felicidad y la tranquilidad de que ya lo sabía todo, que acompañaba al efecto túnel que le producía la luz al fondo. Una luz que a medida a la que se iba acercando adquiría mayor importancia, difuminándose las formas que le acompañaban. Vecilla se sentía cada vez más pleno y feliz, con una paz tan grande que deseaba llegar a ella, atravesarla y fundirse con la misma. Había desaparecido por completo la angustia, el dolor y sentía un estado de felicidad no experimentado jamás, nada comparable en toda su existencia anterior o posterior a la experiencia.
Quizás por ello cuando recuperó la consciencia -ese despertar- volvió a sentir el lacerante dolor, experimentando la contrariedad de haber vuelto a la vida. En ese momento le informaron que le iban a trasladar al Hospital Puerta de Hierro, entrando luego en un profundo sueño para ya despertar y poco a poco comprender todo lo que le había sucedido.
Vecilla creía haber sufrido una especie de alucinación, se preguntaba qué tipo de medicación le habían puesto, se hacía mil preguntas, todas las que se podía hacer un hombre de naturaleza científica. Pensó en la anoxia, en que todo podría haber sido fruto de la falta de oxigenación del cerebro, pero lo vivido era tan real y la revelación tan potente, que no dudó que había estado en el umbral del otro lado, que había contemplado aquella luz de la que tanto hablaban.
Una de las circunstancias que más le hicieron pensar en ello es que al despertar, al regresar, sin saber por qué estaba seguro de que algo había cambiado, pues tenía la absoluta certeza de que no iba a morir, de que en Puerta de Hierro todo se iba a resolver de manera positiva. Como luego así fue con la intervención de un cateterismo y la colocación con éxito de un stent. Ya no volvió a preocuparse, no tuvo más miedo, se quedó adormilado por la medicación pero con unos efectos totalmente distintos a lo vivido durante la experiencia, sin ningún tipo de alucinación.
ECM, Experiencia cercana a la muerte
Una vez asimilado todo, en la habitación sintió el tórax dolorido y pudo ver como una especie de quemaduras en el mismo. Le preguntó a la enfermera y esta le dijo: “¿Pero no lo sabes? Tuviste una parada cardíaca y te tuvieron que desfibrilar, te dieron los electrochoques -popularmente conocidos como planchazos-“. Luis Vecilla había sufrido un infarto producido por una severa obstrucción de la coronaria de la descendente anterior, –una de las más importantes del corazón- que como afecta al tabique ocasionó la parada. Entonces comprendió que lo que había vivido era una ECM -Experiencia cercana a la muerte- y se lo dijo a los colegas que le trataban, que recibieron la información con cierto escepticismo, por lo que decidió dejar de hablar del tema en ese momento. Pero aquella experiencia le había transformado como persona y también como artista…
El poder del mensaje
Sin duda lo más edificante de lo expresado y transmitido por el Dr.Vecilla es que su concepto de la vida y la muerte cambiaron para siempre. Desde entonces cuando tiene que afrontar la muerte de un ser querido lo hace con mayor serenidad. Afirma que las neurosis que tanto castigan y persiguen a los seres humanos, prácticamente desaparecen tras la experiencia. De hecho, la mayoría de aquellos que han asegurado haber estado cerca de aquella luz, coinciden en que no hay que temer a la muerte. Y por encima de todo que hay que vivir el presente, vivir la vida con optimismo y positividad, restando importancia a esos problemas que tanto angustian al ser humano y carecen de importancia.
Quizás sea ese desdoblamiento del que hablaba Platón, pero la transformación es profunda, la revelación inigualable, la muerte pasa estar considerada como el nacimiento, una puerta más que hay que atravesar hacia otro estado de ser o de existencia. De tal forma que el profundo mensaje que queda va mucho más allá de la religión, si hay dios, si se cree en el misterio o si no, pues es un mensaje de paz, de absoluta tranquilidad respecto a ese umbral que hay que atravesar. Una frontera temida en la que puede que aguarde al ser humano algo mucho más bello de lo que ya representa de por sí la vida. Aquella que como muy bien dice el Dr.Vecilla ha aprendido a vivir mucho mejor tras la citada experiencia.
Transformación artística
Cirujano de profesión y pintor de pasión, nacido en Madrid en 1960 paralelamente a su vocación por el ejercicio de la medicina, siempre sintió una especial atracción por el arte y en concreto por la pintura. De hecho entre los años 1980 y 1984 acudió al taller de Juan Valenzuela y Chacón, donde recibió formación de pintura al óleo. Además desde 1988 es miembro de la Asociación de Pintores y Escultores (AEPE). Pese a su dedicación a la profesión médica en ningún momento descuidó su formación artística, pictórica. De hecho a lo largo de su vida ha hecho numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas, obteniendo diversos premios, entre ellos el prestigioso 1º Premio III Certamen Ibericoamericano de las Artes OMC. Madrid 2011.
Por ello cuando al poco tiempo de vivir esa ECM sintió la necesidad de pintar en abstracto una serie de formas a las que en un principio no encontraba sentido y quería dar una serie de explicaciones más racionales, no tardó en comprender que en realidad lo que le estaba sucediendo es que su subconsciente estaba expresando artísticamente lo contemplado durante la citada experiencia. El Dr. Luis Vecilla, que en su faceta pictórica se había caracterizado por ser un pintor de estilo figurativo, al que siempre le había atraído el arte abstracto pero nunca había podido desarrollarlo, plasmarlo con sentido, con fluidez, comenzaron a fluirle las formas, los negros sobre aquellos blancos níveos. Le salían dos formas laterales y unas 'x' centrales. Aquellas chispeantes luces, formas circulares con equis en su interior, esos seres, ese ente que sintió ser, su viaje hacia la luz.
Exposición ‘De la luz’
De ahí que una vez completada la serie de obras basadas en la experiencia cercana a la muerte que tuvo Vecilla durante su parada cardíaca, decidió mostrarla al mundo el pasado 20 de octubre en la Galería Francisco Duayer inaugurada en su sede de Madrid. Una exposición denominada 'De la Luz', de lo que cree el Dr. Vecilla que tiene la forma de su ser interno. Los cuadros transmiten su poderosa vivencia, quizás la revelación de ese gran secreto. Podrían constituir perfectamente la versión en abstracto de una pintura concebida hace quinientos años por el genial pintor El Bosco que se puede contemplar en Venecia. Una obra, Visiones del más allá: Subida al Empíreo en la que dicen se representó el primer círculo tridimensional de la historia del arte. En él se puede ver al ánima acompañado por dos ángeles -entes- que va hacia una luz. En la muestra se pueden contemplar diversas pinturas donde Luis Vecilla a través de lo abstracto y el expresionismo plasma lo que vio y experimentó en esos críticos momentos. El atrevimiento creativo y artístico de un hombre de ciencia al que una experiencia inexplicable transformó para siempre.