El pueblo natal del Dios del flamenco se vuelca con la leyenda en el veinticinco aniversario de su muerte, afortunadamente pisar suelo de San Fernando en estos días constituye la comprobación de que por fin se está realizando el esfuerzo que merece la figura más ilustre y Universal de la Isla de León. Remarcar lo de afortunadamente por la sencilla razón de que no siempre fue así, pues pasaron años en los que incluso su casa natal estuvo en ruinas, un tiempo perdido en el que no se supo o quiso ensalzar al genio que había surgido de aquellas calles, por las que tantas veces había recorrido pregonado su arte como por ejemplo la Calle Real, su arteria principal. Algo similar a lo acontecido con el arte del flamenco en una ciudad en la que además de José Monje Cruz vio la luz otro grande como el Chato de la Isla.
El John Lennon de la Isla
Posiblemente este "Año Camarón" (como ya ha sido bautizado) sirva para que de una vez por todas los políticos se percaten de que en La Isla nació Elvis, Michael Jackson, Frank Sinatra, Jon Lennon… nació Camarón. Los actos se vienen sucediendo desde hace un tiempo pero se han intensificado durante la semana del aniversario. Desde tertulias con testimonios de personas que lo conocían, hasta la exposición EFE de fotografías sobre el artista que podrán ser contempladas en Bahía Sur durante los meses de julio y agosto. Además el dos de julio Canal Sur presenta la serie documental de cuatro capítulos " Camarón Revolution", de la misma forma ese mismo dos de julio a partir de las 22:30 se desarrollará un concierto homenaje y un espectáculo en la Plaza de la Iglesia, en el que participarán varios grupos más la actuación estelar de Arcángel y José Mercé. Un espectáculo abierto al público, al pueblo, que es al que en realidad siempre cantó y en el que no se puede concebir ni dilatar más en el tiempo la ausencia de un museo dedicado a su figura.
La hierofanía de bronce
Dicen de Camarón que está sentado en bronce justo enfrente de la Venta Vargas, en aquella escultura que desafía al Dios Cronos; pero las esculturas que como las fotos constituyen una aspiración creativa de la eternidad, son también en cierta medida la certeza de la consistencia de la muerte. Pese a todo, la voz abrumadora del flamenco, de la música, sigue viva clamando 25 años después de un tiempo detenido, y es que Camarón sigue vivo por la sencilla razón de que en realidad no hizo otra cosa que cantar para el mañana. Por eso en aquella hierofanía flamenca y gitana no se puede contemplar a Camarón, pues ni sonríe, ni canta.
El no tiempo, su esencia se puede encontrar en aquel niño que montado en una bici repartía alcayatitas gitanas, pregonando su mercancía con ese soniquete de hijo de canastera que llegaba con la memoria más honda del Alba. Igualmente en aquel que ensimismado en la medalla de cal y sal que es la Luna de La Isla de León, se perdía en sueños con aromas de Romero. Pues Camarón quiso ser torero y edificó fantasías con sus pies desnudos en la escalerilla del puente Zuazo. Su imaginación de Mataor voló junto a la de su amigo, Manuel el del Lunar, que lanzaba naturales bajo el tendido de las estrellas y al abrigo de su canto.
Camarón y el tiempo
No es concebible la figura de José Monje Cruz sin el tiempo por la sencilla razón de que su energía comenzó a oscilar por la esfera de cristal de la Bahía un martes cinco de diciembre de 1.950, en la calle Carmen nº 29 de San Fernando (Cádiz), instante en el que su tío Joseíco al contemplar a aquel niño rubio de tez blanca y piel cuasi transparente a la luz, como nacarada, creyó ver a una criatura surgida del mar y al que puso por nombre Camarón mientras que los caños y esteros de la Isla le adoptaban. Es más los dedos invisibles del tiempo, sus manecillas gitanas siguen detenidas en sus hondas aguas desde el dos de julio de 1.992, cuando en la habitación 519 de un hospital de Badalona se escuchó por última vez una oda al tiempo sin tiempo, el compás de un corazón de canasto y fragua, el canto de un gallo rubio que no quiso hacer canas. "Dicen de mí que me amenaza el tiempo. Dicen de mí que si estoy vivo o muerto..."
Porque Camarón es una voz que es imposible callarla, la de un dios al que partieron la lira y que en lugar de llorar cantaba. Es la fragua de su padre Luis en la Calle Amargura, en pleno barrio de Las Callejuelas, marinero y de juerga gitana. Lugar de parada obligatoria para los cantes de Cádiz, Los Puertos y Jerez. Por allí pasaron Sellés, Beni, Pericón, La Perla, el Chato de la Isla y hasta Macandé. Por ello cuenta la leyenda que por esos lares el moreno, cálido y loco viento de Levante, sigue aun susurrando sonidos de otro tiempo, ecos geniales del golpe del martillo macho al compás de una canastera llamada Juana.
Caracol vs. Camarón
Entre el corazón y el índice un cigarro y, entre el índice y el pulgar un tatuaje, la estrella de David y la luna creciente o al qamarun. Camarón es una Luna creciente desairada por Caracol, es La Venta Vargas, en la que Don Manuel se retó ante un niño dios que quiso ir al templo a departir (camisas) cantando con los más grandes sobre las escrituras del flamenco. Cuentan que Caracol, por entonces monarca, comentó desairado que un rubio no podía cantar bien por bulerías en su vida, pero tras escucharlo se dibujó en su cara una mueca de rendición. Se quedó mirando a las paredes sumido bajo un silencio sepulcral que precedió a una sola palabra: ¡Cazalla! Aquella fue la manera de ahogar la certeza de que el cante había encontrado a un nuevo soberano. Aquel que iba a buscarse la vida a Cádiz, cantando junto a Rancapino en autobuses y trenes, el que frecuentaba el bar El Burladero, 'oficina' del mítico Aurelio Selles.
Camarón vs. Mairena
De diferente manera reaccionó Antonio Mairena al escucharlo por primera vez en una caseta de la Feria de Sevilla (la vieja, la de El Prado). El de Mairena del Alcor no cometió el mismo error que Caracol; impresionado dijo: "Canta mu gitano". Con posterioridad a este primer encuentro mantuvieron un intenso duelo en una fiesta celebrada en un restaurante propiedad de la familia Juana Azipiru. Mairena acompañado por Melchor de Marchena retó a Camarón, que respondió magistralmente a cada uno de los palos bajo el prodigioso acompañamiento de Paco de Lucía. Cuentan que la partida acabó en tablas, pero en realidad constituyó la derrota del que por entonces estaba considerado como Biblia del flamenco.
Al filo de la silla, al borde del abismo
José cantaba al borde del tiempo que es abismo, al filo de la silla, con todo el cuerpo, desde las patas de madera hasta el último rizo de su melena, eternamente imitada. El cuatro por medio como tono natural y el do sostenido modal en la guitarra. ¡Voy a empezar por alegrías, luego ‘to lo que ustedes quieran’…! "En la Isla yo nací, yo me crié al pie de una fragua. Mi madre se llama Juana, mi padre se llamaba Luis y hacía alcayatitas gitanas".
Para comprender la evolución de los cantes de José es también indispensable su paso por la Taberna Flamenca malagueña, en la que se llevó dos años aprendiendo cositas de Antonio 'El Chaqueta'. Tampoco debe pasarse por alto su etapa junto a Dolores Vargas, 'La Terremoto', impulsora de aperturas que mostraron a Camarón el camino hacia aquello que se llamó 'Nuevo Flamenco'.
Primera grabación de Camarón
Camarón grabó por primera vez su voz de ángel roto en un estudio de grabación en 1.968, en un disco colectivo junto a Turronero y El Chato de la Isla. Posteriormente en los albores de su estrella se enfrentó al éxodo, con una maleta de cuerda se marchó a Madrid, para en la tierra prometida de los jurdós buscarse las papas. Comenzó trabajando en Torres Bermejas, un tablao ubicado detrás de Gran Vía en el que cantaba para bailar, tres cuadros de niñas por la tarde, dos pases para guiris por la noche y otro en solitario, de madrugada, acompañado por la guitarra del maestro Paco Cepero (que también acompañó al genio durante muchos años), solo para entendidos del flamenco. Cuando Antonio Sánchez Pecino (padre de Paco de Lucía) se encontró ante aquella aparición, ante aquel isleño que enroscaba su pañuelo al cuello como queriendo enmarcar la poesía de su voz y su soniquete, se quedó sin palabras. Impresionaba escucharle arrancar la voz del pasado, del fondo de los tiempos, proyectando su cante al infinito con sal y almíbar.
Camarón y Paco de Lucía, la conjunción de planetas
Por aquellos paseos por Madrid en los billares, entre carambolas y retos a quinientas pesetas, se reencontró con un guitarrista de Algeciras llamado Paco al que había conocido anteriormente. Cuentan que en los Altos del Hipódromo (la «Colina los Chopos»), la Residencia de Estudiantes de Madrid se produjo una de las mayores concentraciones de genios del arte español (Dalí, Buñuel, Lorca, Alberti, Juan Ramón Jiménez…) pero aquel encuentro entre el maestro Paco y Camarón no le fue a zaga, puesto que semejante conjunción de planetas solo se producen una vez en la vida. Fruto de esta relación nueve discos grabados entre 1.969 y 1.977, hasta que Camarón decidió romper con Paco e ir a su aire. Aquella unión artística sirvió para elevar ambas leyendas a una dimensión inalcanzable, llegándose a tener por ellos una devoción casi mariana. En la casa de los Sánchez, junto al padre de Paco (Antonio Sánchez Pecino) Ramón el de Algeciras y su hermano Pepe de Lucía, surgió el primer disco que grabaron juntos: El Camarón de la Isla con la colaboración especial de Paco de Lucía (conocido popularmente como Al verte las flores lloran).
Introvertidos y de las justas palabras, una conexión mágica, casi telepática, que llevó la divinidad del flamenco por todos los tablaos de España. Camarón no cantaba, componía con el eco de su garganta, Paco no tocaba, cantaba con su guitarra, pero no hay rosa sin espina, ni mito sin vida atormentada. Y Camarón que cantaba como los ángeles, consumió la vida al borde de sillas de eneas por las que se desangró su magia. El gitano del momento, el del mini Morris rojo, el de las lumis, el de las señoras de bien, marihuana, heroína y LSD, el que vivió la vida como una bala de plata. El Rey de la bulería que aparecía y desaparecía, el de la laringe plana, el del color de la alegría, el del oído privilegiado, el mago del swing del flamenco, aquel que se arrojó con sus sombras al pozo de la melancolía.
En el tubo de ensayo de sus venas los caballos galopaban, como en el Romance amargo la luna derramaba lágrimas. Un esqueleto canta y desgarra los últimos hálitos de su alma y Lorca poeta jondo que jamás conoció al niño de la fragua, versó proféticamente la marcha del mito, que universalizó el flamenco con las violetas amargas:
Huye luna, luna, luna, /que ya siento sus caballos. /Niño déjame que baile. / Cuando vengan los gitanos, / te encontrarán sobre el yunque /con los ojillos cerrados.
La leyenda del tiempo
Lo cierto es que entre Paco y Camarón, entre Camarón y Paco, crearon una nueva escuela del flamenco, su inmortal apertura, la base del flamenco moderno, una revolución en toda regla. Aquella simbiosis de Flamenco vivo pudo saltar en pedazos tras su ruptura, un periodo de años prácticamente sin dirigirse la palabra. Pero el fenómeno era imparable, algo estaba cambiando, la mejor voz y la mejor guitarra, que bebieron de las raíces más profundas del flamenco, avivaron el fuego de Las Grecas, Lole y Manuel, Triana...
Desvinculado de la saga 'Lucía', bajo la representación de José Antonio Pulpón, se convirtió en el rey de la cartelería y los festivales flamencos. Siendo monarca indiscutible del flamenco y auspiciado por el flamencólogo Ricardo Pachón, no dudó en arriesgar su cetro real. Le pidió cosas más modernitas y acabó cruzándose en su camino la obra teatral lorquiana "Así que pasen cinco años", embrionaria de "La Leyenda del tiempo" un álbum con el que el cantaor transformó el flamenco. Un trabajo gestado en Umbrete, con la colaboración de Juan el Camas, los hermanos Amador, Raimundo y Rafalillo, dos gitanos con Hendrix en el corazón, Pepe Roca, guitarra eléctrica, el Tacita, Rubén Dantas, los hermanos Marinelli...
Pura insurrección creativa que encontró enormes reparos en la guitarra de un gitano almeriense que a partir de ese momento, se convirtió en la sombra fiel del cantaor: Tomatito. Flamenco, jazz y rock, adaptaciones de poemas de Federico García Lorca y Fernando Villalón, que pellizcaron a José, el Volando Voy de Kiko Veneno, la música de Alameda. Para los puristas una forma de tirar por la borda el mito, pero para la historia del flamenco pura revolución. A contra corriente, Paco de Lucía fue uno de los primeros en elogiar el trabajo, el otro Manuel de Molina, que en una frase profética dejó clara su opinión: "Este es un gran disco y al final todos acabarán por mamar aquí".
Sobre una mesa de veinticuatro canales Camarón se convirtió en el tiempo sin tiempo y aquel disco en una referencia, una apertura de fronteras del flamenco, ese cantar proyectando hacia el mañana. La Nana del Caballo Grande, de García Lorca un dulce e inimitable duelo entre la voz de Camarón y el sitar de Guadalberto. Así surgen las leyendas, así surgió la Leyenda del cantaor solitario, el arranque flamenco del siglo XXI. José Monje Cruz, aquel que se levantaba cada mañana con una frase de San Agustín precipitándose por las cuerdas vocales de su garganta: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. Porque señores Camarón es la proyección del cante, esa emoción que está en todas partes y en ninguna, que paraliza y acelera, el recuerdo que todo lo da y todo lo quita. Su obra posee un significado por encima de los géneros o los palos del flamenco, al margen de estos, por ser la llave de apertura de este arte universal.
Afortunadamente el juez del tiempo volvió a hacer posible el reencuentro entre dos introvertidos genios que se quisieron como hermanos y se admiraron profundamente. Afortunadamente José y Paco estuvieron juntos el tiempo suficiente como para legar instantes para la eternidad. A los míticos discos que grabaron, como Fuente y Caudal (1.973) en el que se incluyó el universal tema Entre dos Aguas, se sumaron para la memoria: Como el agua (1.981) junto a Paco, Pepe de Lucía, Tomatito y Ricardo Pacón. También Calle Real (1.983) y, Viviré (1.984).
Camarón conquista París
Los discos grabados por Camarón entre 1.981 y 1.987 fueron los que más influencia ejercieron sobre los cada vez más numerosos imitadores del sonido camaronero. Sin duda con mucha rumba, mucho tango, tanguillos, cantes mucho más accesibles que los nueve primeros y La Leyenda del tiempo. En 1986 junto al acompañamiento único de Tomatito publicó Te lo dice Camarón, fue un año complicado que le marcó profundamente debido al fallecimiento de Juana, su madre, aquella que le había enseñado todo sobre la vida y el cante. Otro de los momentos cumbres de la carrera del mito del no tiempo se pudo vivir en 1.987 en el mítico Cirque d’Hiver, en el día en el que acompañado por Tomatito, Camarón conquistó París y de cuya grabación en directo publicada en 1.999, siete años después de su muerte, se vendieron 100.000 copias.
Soy Gitano
José Monje Cruz es el instrumento surgido del Alba de la historia del flamenco, el que otorgó sentido a la evolución y supervivencia del cante. Así lo volvió a demostrar en 1.989, cuando con un Camarón ya muy tocado tanto física como psiquicamente, grabó Soy Gitano, el disco más vendido de la historia del flamenco. Trabajo en el que su voz sonó acompañada por The Royal Philharmonic Orchestra, en el que su inseparable Tomatito fue figura crucial en la creación del famoso estribillo, rematado por la improvisación del Mimi de Triana. Un disco en el que además colaboró otro grande, como Vicente Amigo.
En Manhattan no hay pescaíto frito
Pese a su progresivo y cada vez más acuciado deterioro físico, el 14 de junio de 1.990, Camarón causó sensación en Nueva York. Los neoyorquinos rendidos a su cante le ofrecieron la posibilidad de ampliar sus actuaciones durante una buena temporada, pero José que siempre fue un espíritu libre respondió: "En Manhattan no hay pescaíto frito".
Llueven alcayatitas gitanas
Finalmente en 1.992, con la muerte en el pecho, una duquela negra sobre el pulmón y su chaqueta roja cual túnica sagrada que ocultaba la famélica presencia de piel y huesos del cante flamenco, publicó Potro de rabia y miel, con las guitarras de Paco de Lucía y Tomatito, pero aquel último trabajo fue como la llegada a la orilla de la vida de los restos de su naufragio.
Cuentan que en sus últimos días se dejaba ver de vez en cuando por la Venta de Vargas. José surgía como una aparición, tras su barba de nazareno poblada la tez mortecina de un dios incorpóreo que fumaba seis cajetillas de cigarrillos diarias. Prácticamente sin un jurdó en el bolsillo para La Chispa, sus hijos y el mañana, Lolo Picardo se resistía a verle partir, mientras la sabia María Picardo, esposa del mítico Juan Vargas, le regañaba con una vara de caña arrancando la sonrisa gitana del niño que vio crecer y que definitivamente se le escapaba.
Camarón evocó la alegría y desolación de su pueblo, la que regresa mientras el viento resuena. Desde el mar su voz detenida, sobre la misma columna salada abrazados el sueño y el tiempo. José llegó a la Isla envuelto en una bandera gitana y, desde entonces, cada dos de julio en San Fernando; en el espejo de los esteros, en sus bandejas de agua salada, por la calles de los salineros, llueven alcayatitas gitanas…