Bruselas sonríe en su día
La bandera de la Unión Europea

Hoy es 9 de mayo y, como cada año, se conmemora el día de Europa. Sirve como conmemoración de la histórica declaración de Robert Schuman, uno de los padres de lo que hoy es la Unión Europea. Aquel lejano día de primavera de 1950, el ministro de Exteriores francés propuso que el viejo continente se cohesionara para encontrar por fin la paz, esa que durante tantos siglos se había resistido a generaciones y generaciones. Para ello, propuso la trata conjunta de carbón y acero, especialmente entre dos enemigos históricos como Alemania y Francia, lo que a la postre supuso la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero pocos años después. 

Sesenta y siete años después, todo ha cambiado mucho. La unidad europea se ha visto amenazada como nunca antes. 2016 ha sido el año del gran golpe de efecto. Por primera vez, un Estado abandonaría la Unión. El Brexit supuso la puesta en marcha en otros países de numerosos discursos favorables a seguir el camino de Reino Unido. Desde el Nexit neerlandés hasta el Frexit francés. 

Ni Austria, ni los Países Bajos ni Francia han presenciado un triunfo del ultraderechismo promotor de la salida de su país del ente internacional. Este último caso es el que más preocupaba para los líderes comunitarios. Francia es, sin contar a la ya en trámites de separación Reino Unido, la segunda economía comunitaria y uno de los socios con más peso. Pero después de la victoria de Macron, el más proeuropeo de los candidatos, la opción del Frexit parece haber quedado disipada... Al menos de momento. 

No sería extraño que el pasado domingo alguno de los máximos mandatarios de la Unión pusieran a todo volumen en sus hogares los acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven, que también sirve de himno de la Unión Europea. Ahora, una vez el mayor temor para Bruselas ha pasado, es hora de replantearse el futuro posterior a la salida británica.

Son muchos los proyectos encima de la mesa. Ante la dificultad de aunar los distintos proyectos e ilusiones europeos, lo más factible parece ser la puesta en marcha de las múltiples velocidades. Aunque no es lo preferible, desde las altas esferas parecen querer ser pragmáticos e intentar adaptar la situación actual a las circunstancias. Esta nueva Europa se basaría en una idea que no es precisamente nueva: que el proceso de integración no sea igual para todos, sino que haya distintos modelos, distintas velocidades, de forma que cada país pueda decidir hasta dónde llega el límite de la cesión de su soberanía.

En definitiva, la Unión Europea cumple un año más algo más fuerte después de salvar los discursos de Wilders o Le Pen. Hace seis décadas, se ponía en marcha todo lo que terminaría siendo lo que conocemos hoy. Ahora, cuando son muchos los que quieren desarmar lo que ha tardado tanto en cohesionarse, es cuando empieza el verdadero reto. 

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