Posiblemente gracias a José Alberto Gutiérrez, al que su madrecita le leía cuentos al pie de la cama, la ciudad de Bogotá sea un poco mejor, posiblemente gracias a este trabajador de la limpieza, que regresaba al amanecer con una maleta llena de libros, Colombia se haya convertido en un país mejor, posiblemente gracias su familia, muy especialmente a su esposa Luz Mery Gutiérrez, que con mucha paciencia, esmero y amor, se convertía en su aliada recuperando y reparando aquellos libros rescatados de la basura de los barrios ricos del norte de Bogotá, el mundo sea hoy un poco mejor.

Como reza su fundación, “La fuerza de las palabras tienen un poder que bien utilizado puede llegar a convertir al ser humano en más culto, tolerante, sociable, generoso y abierto al mundo. Y es que este humilde habitante del barrio La Nueva Gloria de Bogotá, lleva los últimos dieciséis años de su vida dedicado a rescatar libros de las bolsas de basura, para luego volverlos a poner en circulación. Todo ello sin ningún ánimo de lucro sino con la única intención de que los niños pobres de Bogotá puedan tener acceso a los maravillosos mundos, vidas e historias que pululan en el universo mágico y real de la literatura. Todo comenzó en uno de aquellos turnos de noche de 10 pm a las 6 de la mañana, cuando descubrió una copia de Anna Karenina de León Tolstoi, que le cautivó y le atrapó definitivamente. Aquel hombre apasionado por la lectura desde su infancia en un humilde hogar con una madre contadora de cuentos, vio la luz en aquellas páginas y la posibilidad de cambiar su pequeño mundo a través de las letras perdidas, arrojadas al contenedor.

El señor de los libros

Dicen en Bogotá que José Alberto posee una de las más importantes bibliotecas del país con casi 30.000 libros, y eso en una ciudad en la que las bibliotecas públicas están situadas en las zonas pudientes de la misma, y por tanto alejadas de las zonas más pobres y deprimidas de ella, es como poseer un auténtico tesoro. Y lo es precisamente porque “El señor de los libros”, puso su ‘biblioteca perdida’ a disposición de los niños sin recursos. José Alberto se paseó con una furgoneta cargada de ‘libros salvados’ por las zonas más remotas del país, poblados incluso indígenas en los que jamás se había podido leer un libro, para que tuvieran la oportunidad de no perderse las maravillosas historias que se esconden entre sus páginas. Gracias a su pasión y su generosidad han llegado camiones con toneladas de libros a zonas humildes como la del puerto de Buenaventura en el Pacífico colombiano, a Ciudad Bolívar, a la conflictiva zona de Sumapaz, en las que un libro es considerado como un artículo de lujo.

La fuerza de las palabras

La iniciativa individual de este héroe anónimo, apoyado por un encomiable trabajo familiar ha dado la vuelta al mundo, dando una tremenda lección a numerosas instituciones oficiales de todo el planeta que no han llegado ni a la mitad del éxito de este recolector de basura en la lucha por el fomento de la lectura entre los más pequeños y desfavorecidos. Gracias a José Alberto se pusieron en marcha talleres, conferencias, y la fundación “La fuerza de las palabras”. Con su esposa como cómplice y toda su familia implicada, José Alberto les educó con el pilar fundamental de la lectura. Su esposa reparaba carátulas, su hija los codificaba y categorizaba, mientras que sus dos hijos menores colaboraban haciendo talleres. Todo ello dio como resultado una vasta y variada biblioteca en el primer piso de una casa de noventa metros cuadrados con setenta de ellos dedicados a las letras, una grandiosa idea que con la colaboración también de donantes abrió la posibilidad de acceso a la lectura a los niños pobres de Bogotá.

“El señor de los libros” invitaba a los chavales a visitar su biblioteca, fomentaba talleres de lectura, música, títeres y teatro. Les regalaba libros con la condición de que estos siguieran circulando de mano en mano, con un sello en su interior en el que se rezaba la leyenda: Este libro es patrimonio de la humanidad. Para José Alberto los libros son el mejor invento de la humanidad, una de las mejores herramientas culturales para generar impacto en la población con el objetivo de crear una sociedad más justa. Si alguien sigue albergando dudas sobre lo que es realmente la acción social y el fomento de la cultura, tan solo tiene que interesarse e indagar en la historia de José Alberto y su familia.

Su lucha constituye un bello pero enorme desafío a una época tremendamente difícil para la humanidad, en la que la pérdida de valores es directamente proporcional a su alejamiento de la lectura. Con el tiempo la fuerza de las palabras fue perdiendo vigor, inexplicablemente ignorado por las instituciones oficiales que defienden que en Bogotá existen 19 bibliotecas públicas y 10 privadas, hoy su fundación lucha por abrir su mensaje al mundo con el objeto de que cunda el ejemplo. Su historia, viralizada en la red, ha traspasado las fronteras de Colombia, llegando a todos los rincones del planeta, desde los que ya comienzan a llegar donaciones. Hoy con apoyo profesional su idea aspira a recobrar la fuerza y el sentido con la que comenzó, rescatar letras perdidas y salvar vidas, por lo que toda colaboración siempre será bienvenida. Un montón de libros apilados en la basura convertidos en museo, en biblioteca comunitaria, base física para la formación vital y la diversión de niños que ahora tienen la posibilidad de elegir entre empuñar una pistola o abrir un libro.