Antonio Carmona, 'Obras son amores'
Foto: http://www.antonio-carmona.com

Nada sucede por mor del azar y el tercer disco en solitario de Antonio Carmona, uno de los más destacados pilares de la dilatación en el tiempo de la fusión del flamenco con otras músicas y otros ritmos en el panorama musical español, no tendría sentido sin la figura portentosa, que no legendaria, por la sencilla razón de que fue una gran realidad, de Juan Carmona ‘el Habichuela’. Sin aquellas seis cuerdas amarradas al duende y a Fosforito, binomio gracias al cual todos los grandes del flamenco sintieron la necesidad de ser acompañados de semejante virtuosismo creativo, del que surgía de sus manos y aquella señoreada caja de madera con cintura de mujer, con la que el maestro hacía levantarse a un muerto.

Con el grado de maestro de la guitarra, el baile y sus vastos conocimientos del cante, Juan Carmona fue uno de los eslabones de una cadena dorada de guitarristas gitanos de Granada que tuvo en el abuelo Habichuela El Viejo, a su primer eslabón. Quizás de esta forma se puede descifrar con más precisión su legado, transmitido a sus hijos Juan y Antonio, que con esa base tan sólida de la raíz tuvieron la valentía y el atrevimiento de evolucionar sobre los verdaderos, que no viejos, sonidos del cante. Don Juan les inculcó su sabiduría, su amor por una pasión capaz de rasgar de parte a parte, de horadar el alma y arar la tierra que en el flamenco es piel, un campo sembrado de emoción con los claveles erizados.

Son, por tanto, muchas las razones por las cuales un disco de Antonio Carmona (creador de Ketama) debe ser muy tenido en cuenta, pero fundamentalmente por esta razón, porque no hace demasiado Juan Carmona se marchó a la edad de 83 años y la respuesta de Antonio le sale del corazón, que en lugar de latir bate palmas por bulerías y nunca pierde el compás de esa sangre de flamenco que corre por sus venas.

Así Antonio, que define a su padre como el hombre que cantaba con la guitarra, ha moldeado un trabajo marcado en todo momento por la icónica figura de su progenitor. Solo de esta forma se puede descifrar Mencanta, una flecha de luz que atraviesa el corazón, una canción que podría constituir la afilada pena negra del disco Obras son Amores, pero que en cambio se convierte en un haz de luz, un rayo de oro líquido transformado en rumba que ilumina la estancia del recuerdo de un padre sabio en estas lides.

Aquel padre al que cuidó durante seis años de silencio y al que despide con la bandera de la alegría de haberle podido querer y disfrutar, enseñarle también pese al Alzheimer estas once canciones que hoy cobran todo su sentido, pues de hecho se marchó con una de ellas. Once canciones que abren las persianas del corazón para que pueda entrar la luz del día: Dale luz; Mencanta Así (Gota a gota); El amor se fue; Camamasi; La razón de mi existir; Porque tú me amas; La higuera; Qué no daría yo; Gitana tú y Vida.

Sin duda, el álbum es un homenaje a las seis cuerdas, los guitarristas están omnipresentes y se acoplan de una manera muy especial al pulso y el sentido rítmico, emocional y musical de Antonio. Grabado en Madrid, Caños de Meca (Cádiz) y Miami, en su creación han intervenido músicos y artistas de la talla de Manuel Machado, Pedro Barceló, Ricardo Marín, Marcelo Fuentes, Alejandro Sanz, la cantautora argentina Claudia Brant, Luis Enrique "Príncipe de la Salsa", el cubano-canadiense Alex Cuba, Fernando Osorio, Pavlo Rosenberg y su sobrino Juanito Carmona.

Es un disco cuya metáfora es la despedida, pero una despedida por todo lo alto, con mucha Vida, precisamente la última composición del disco en la que dice un hasta pronto con música a un guerrero de luz, su sobrino prematuramente fallecido a la edad de 23 años. Es un viaje por el recuerdo, pero un recuerdo totalmente positivo, también en forma de bulerías con aquella canción La higuera, que porta el aroma y los olores de unos tiempos inolvidables en Marbella, con sus padres absolutamente unidos en el amor y, una interminable lista de genios que pasaron por su casa. La figura de Juan ‘el Habichuela’ flota constantemente por el trabajo del percusionista que tocaba el bongo que le regaló su padre, todos los caminos conducen a él, aquel en el que Dale Luz canta que no sabe cuánto tiempo le va a costar olvidarle.

Antonio Carmona en estado puro, un artista que acabó mostrando su talento para componer, para crear y para con este brindis al cielo con una sonrisa, seguir transmitiendo desde su perspectiva, desde la copa del árbol del flamenco, que estos sonidos que atraviesan el corazón pueden hacerlo desde la paz y la alegría, desde el sentido de pertenencia a una estirpe irrepetible. Aquella que siempre procuró dejar a un lado la tristeza y que encuentra la razón de su existir en la luz que emana de los que se fueron. Una forma de crear y sentir que surge de las raíces del flamenco, de la tierra y sube por el tronco de las pasiones para con las ramas acabar tocando con la yema de sus hojas el sol de la música.

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