Quién le iba a decir a aquella joven de 17 años que, un cuarto de siglo después, podía alcanzar la cima del partido al que se acababa de afiliar. Aquel carnet de las Juventudes Socialistas fue solo el primer paso de una carrera de fondo con una meta antaño utópica. Hoy, Susana Díaz Pacheco (Sevilla, 1974) se perfila como una firme candidata a la secretaría general de un dividido Partido Socialista Obrero Español. Pero para llegar hasta este momento, la actual presidenta de la Junta de Andalucía escaló un sinfín de cargos que se iban haciendo más relevantes con el transcurso del tiempo.
El primero de todos ellos resultó ser el de secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía, que obtuvo en 1997. Un puesto de ya cierta importancia para su corta trayectoria política, pues suponía dirigir la 'cantera' de la federación con más peso dentro del PSOE. Por vez primera, aquella chica del sevillano barrio de El Tardón sentía que su voz se elevaba por encima del resto.
Aunque verdaderamente, la figura política de Susana Díaz empieza a despuntar cuando Alfredo Sánchez Monteseirín la incluyó en su lista para las elecciones municipales de Sevilla de 1999. Una candidatura que resultó ganadora y que permitió que Monteseirín fuera investido alcalde de Sevilla, y Susana Díaz delegada de Juventud y Empleo.
Posteriormente, tras una incursión como diputada nacional en la primera legislatura de Zapatero, regresa a Andalucía y decide así fraguar las bases de su futuro. Tras ostentar diversos cargos orgánicos -secretaria de Organización del PSOE de Sevilla y, más tarde, de Andalucía-, Griñán le otorga en 2012 un cargo de mayor trascendencia: consejera de Presidencia e Igualdad. El entonces presidente de la Junta de Andalucía vio en Díaz un perfil político con carisma, audacia y ambición, por lo que él mismo se encargó de allanar el camino a la que consideraba como su sucesora. Tanto es así que al dimitir este solo un año después de su elección como presidente de la Comunidad, deja a Susana en una posición visible para todo el partido.
Este gesto, sumado al profundo desgaste político que sufrían por entonces dirigentes como Mar Moreno o Antonio Ávila, posibilitaron el ascenso de Susana Díaz a la presidencia de la Junta de Andalucía -ya que los demás candidatos al cargo no consiguieron los avales suficientes como para organizar unas primarias-. De pronto, todos parecían conocer las bondades y aptitudes de aquella mujer licenciada en Derecho, que había dedicado su vida laboral íntegramente a tareas de carácter político.
Así es como Susana Díaz alcanzó la presidencia -por dos veces revalidada-, del principal bastión del PSOE en España. Y como es bien sabido, aquello de que Andalucía fuera y sea el ''granero socialista'', le confiere una gran legitimidad a su presidente/a dentro de su partido. Ya la tuvieron personajes como Manuel Chávez y José Antonio Griñán, y Díaz no podía ser menos. Por ello, cuando el partido socialdemócrata atravesó unas de sus más acentuadas crisis, las voces de muchos gerifaltes y aduladores apuntaron a Susana Díaz como única salvación.
En aquel recordado Comité Federal de octubre de 2016, Susana volvió a estar en el sitio y en el momento adecuados para seguir ascendiendo en su particular trayectoria. En esa fatídica jornada para el partido supo sacar leña del árbol caído, y mostró sus credenciales ante los compañeros socialistas en un momento tan delicado como aquel. A decir verdad, no hizo falta que el pasado domingo presentara sus avales, todos conocían su faceta política y el vital apoyo que iban a aportarle pesos pesados del PSOE como Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba o Eduardo Madina.
Quién sabe si logrará la tan ansiada secretaría general. Quién sabe si dejará su cargo de presidenta de la Junta. Quién sabe si aún conserva aquel viejo carnet de las Juventudes Socialistas.