La pasión del recordado y añorado Carlos Cano por Andalucía jamás fue dudosa, el suyo fue un amor incondicional, pero quizás siempre en la lucha llegó un tiempo en el que dejó de sentirse identificado con el rumbo que acabaron tomando los acontecimientos con el paso de los años en su amada tierra. Muy especialmente al analizar en perspectiva el sudor y la sangre derramada para conseguir el reconocimiento oficial del pueblo andaluz, de su autonomía, posteriormente dilapidado desde las instituciones, desvirtuando por completo el sueño de aquellos andaluces. Porque ser andaluz es el verdadero sentir y la razón de ser de un pueblo al que el granadino representó casi como nadie. Por ello dejó de cantar “La verde, blanca y verde”, porque se sintió utilizado y decidió que con sus paisanos nadie iba a volver a jugar como en tiempos pasados.

La Pepa / Foto: Antonio Camacho

Como cantaba en aquella canción, amaba a su tierra, luchaba por ella, por una Andalucía singularmente libre, creativa y trabajadora, una tierra sin amos, por su esperanza, que era su bandera, la verde, blanca y verde. Habiendo sido un emigrante más, conocía de primera mano el sentimiento popular de ser arrancado de su propia tierra para ser ‘acogido’ en otra con recelo, menosprecio y aceptando todos aquellos trabajos que los naturales rechazaban. Fue como tantos andaluces por el mundo, una de aquellas esculturas incompletas de Bruno Catalano que con maleta en mano dejaban pedacitos de alma atrás. Vacíos que eran recuerdos de la ausencia, la partida, la emigración, el hogar de lo perdido. La sensación de pertenencia a un lugar, al de los orígenes arrebatados. Una maleta cargada de vidas expulsadas, de sueños desprendidos de las ramas de un hogar andaluz. Por esa razón los andaluces genuinos son ejemplo de integración, lucha y trabajo sin dejar de hacer Andalucía en cualquier parte del mundo, independiente del lugar al que la vida les haya llevado. Ya sea en el País Vasco, Catalunya, Madrid, Paris, Múnich o Ámsterdam, han dejado muy patente que los viejos tópicos del andaluz constituyen la mayor calumnia levantada hacia un pueblo que nada tiene que demostrar.

Mezquita de Córdoba / Foto: http://www.expansion.com

No se equivoquen señores, Andalucía ha sido una tierra menospreciada y excluida tanto en los años de dictadura como en los posteriores de transición y democracia. Desde hace siglos y más allá de Despeñaperros siempre se ha pensado que el destino de los andaluces era el que tenía que ser, que ya demasiado premio tenían con el turismo, los dones de la naturaleza y el arte. Y a los andaluces no les hace ni pizca de gracia que allende Andalucía piensen que nos basta con la ‘grasia’, pues la España de la ‘peineta’ nada tiene que ver con la verdadera Andalucía, que esta fue una burda utilización de la dictadura del arte del pueblo andaluz, pues jamás sería concebible la copla sin la cultura, la Generación del 27. La música de León o Quintero y Quiroga no habría sido posible sin Albeniz, Turina, Falla o Granados, como tampoco lo sería sin Federico García Lorca, los hermanos Machado o la influencia crucial de Tartessos, Roma y Al-Andalus. Que Andalucía tuvo corresponsales de guerra como Miguel Hernández, que siendo de Orihuela captó al instante el ser y sentir del pueblo andaluz con su poema 'Aceituneros'.

Giralda / Foto: Andalucía.org

Ser andaluz es serlo por nacimiento, por sufrimiento, por conocimiento, por sensibilidad, por sacrificio y muy especialmente por compromiso. No cabe duda que existen muchas ‘Andalucías’, pero en todas y cada una de ellas existen las manos de un pueblo en muchas ocasiones silenciado por señoritos. En esta bendita tierra se comparte el dolor y la esperanza, el trabajo y la ilusión, esa es la Andalucía de Blas Infante, esas son sus señas de identidad, simbolizadas en su bandera y su escudo. La tierra de un hombre que puso por nombre a su casa Villa Alegría, que encarnó el sueño de su pueblo y que amó tanto su lugar de procedencia como a su madre; al punto de que en su cartera siempre portó un mechón de pelo de su progenitora y un pedacito de aquella bandera que tanto representó y quiso.

Alhambra / Foto: www.alhambra-entradas.com

Andalucía es un cuatro de diciembre de 1977, un joven malagueño de 19 años llamado Manuel García Caparrós, también es Alejandro Rojas Marcos, fue la dura transición rural a la sociedad de consumo, la lucha del jornalero, del marinero o el estibador. Ha sido lastimosamente el intencionado olvido y la traición constante de las instituciones, la lamentable dictadura política del PSOE en Andalucía y la equivocada desmembración del Partido Andalucista. La de una tierra que nunca fue tomada en serio, la que le duele la cal de los huesos, tan cansada de ser tierra de conquista repartida por conquistadores, colonia de tres o cuatro a los que jamás les importó nada el pueblo, su penosa existencia, simple mano de obra, sino los beneficios que generaban sus cultivos, su cultura y el turismo de un paraíso maldito por explotar. Es también la Andalucía que pudo ser y no fue, aquella en la que cada vez resulta más extraña la inauguración de una fábrica, un vivero de peces o unos astilleros. Puede que muchos consideren que los andaluces tienen lo que merecen porque nombres como Blas Infante, Carlos Cano, Séneca o Caparrós son apenas identificables en el callejero de sus ciudades o se reducen a lo sumo al nombre de un chiringuito a pie de playa, a la orilla del mar y cuya marea se llevó su enseñanza.

Monumento Colón / Foto: http://www.gustavocuervo.es

Andalucía es posiblemente una tierra dormida, una Bella durmiente que vuelve a tener como mayor futuro el carnet de la emigración, pero en estos tiempos de Carnaval gaditano, siempre de naturaleza crítica, es momento idóneo para denunciar que el silencio y la sumisión no son precisamente las mejores opciones para cambiar la imagen y el destino de nuestra tierra. Andalucía ha de rebelarse, un 28 de febrero no es un día más, es un día para aprender de los errores con una clara capacidad de autocrítica y para recordar que los tópicos son fruto de la tirana utilización del sentimiento de un pueblo, una mano de obra barata que levantó industrias allende de su soleada y maltratada tierra.

Gibralfaro / Foto: Ayuntamiento de Málaga

Esta tierra, es un pueblo de luces y sombras, mar, montaña, aceitunas, caballas, gambas, sardinas, fresas y azahar. Es de dolor y alegría, de disfrutar y deslomarse a trabajar, de flamenco, feria, patios repujados de flores y carnaval, pero sobre todo un pueblo con voz que jamás dejará de encontrar musas en cada una de sus lunas y sus pueblos blancos, repletos de sabiduría rural. Es marisma, montañas de nieve y sal, son banderas con alas sus gaviotas, sus auroras flamencos rosas, sus noches ojos de linces de la Sierra y sus días caballos blancos que bailan en la campiña de Jerez. Es la de 'La Pepa', de Alhambra, Mezquita y Giralda, Alameda y Caleta, Museo Picasso, Cabo de Gata y Muelle de las Carabelas, Doñana y Cazorla, de la Alcazaba, un inmenso mar verde olivar que se eleva hacia el cielo.

Alcazaba / Foto: almeriacongresos.es

Andalucía es la gallina clueca que jamás abandona a su prole, pero también puede ser Diosa, mujer libertaria y jornalero hasta la puesta del sol. Fue Miguel de Molina, Juanita Reina, Manolo Caracol, Agujetas, Chacón, Fosforito, El “Mellizo”, Lola Flores, Antonio Molina, Juan Valderrama, Belmonte, Joselito, Antonio Mairena, La “Niña de los Peines”, “La Perla” y Concha Piquer; también Paco de Lucía, Camarón, Rocío Jurado, Beni de Cádiz, Chano Lobato, Carlos Cano y Enrique Morente cantando al poeta que murió al amanecer.

Nunca dejó de ser Adriano, Averróes, Maimónides, Boabdil, Benito Daza, Emilio Herrera, Séneca, Celestino Mutis, Manuel de Falla, Rafael Alberti, García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Gustavo Adolfo Bécquer, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Altoaguirre y Caballero Bonald. Será por y para siempre Pablo Picasso, Romero de Torres, Diego Velázquez, Esteban Murillo, Rafael Zabaleta, Alonso Cano, Juan de Mesa o Martínez Montañés. Es por su puesto Chiquito, Tomatito, Argentina, Niña Pastori, Pasión Vega, India Martínez, Malú y Pastora Soler, pero también Luis Rojas Marcos, José Mercé, Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Jesús Quintero, Antonio Gala, Antonio Banderas, Juan Diego, Paco León, María Galiana, Inma Cuesta, Ángel León, Juan Eslava y un sinfín de ciudadanos andaluces que luchan a diario para que les dejen volver a ser del Sur sin tener que hacer Andalucía muy lejos de su tierra.

Inmenso olivar / Foto: Siente Andalucía