La ultraderecha se queda a las puertas de la presidencia en Austria. Después de la victoria de Trump, el populismo amenazaba con acceder al poder en varios países europeos. Y el primero en el mapa era Austria. Sin embargo, Norbert Höfer, el candidato del Partido de la Libertad, no ha logrado vencer a su rival, el independiente verde Alexander Van der Bellen, que, a falta de confirmación total, ya es el nuevo presidente electo.
Austria llevaba más de medio año sin un presidente. Sus motivos eran, en cualquier caso, diametralmente opuestos a los que paralizaron la política española durante más de diez meses. En un déjà vu de lo ocurrido en mayo, el resultado volvió a repetirse, aunque esta vez con más holgura para Van der Bellen. Entonces, el Tribunal Constitucional austriaco anuló los resultados por irregularidades en el recuento del voto por correo. Aquel 22 de mayo, Höfer cayó por la mínima, ya que el margen de su derrota fue menor del 1%. En concreto, fueron seis décimas. Hoy, los austriacos han decidido, según los últimos sondeos, que tienen la suficiente fiabilidad para su consideración, que su presidente no sea el líder del Partido de la Libertad por un margen mayor, de unos seis puntos.
Höfer reconoce su derrota
El ultraderechista no ha tardado mucho en admitir que no había opción de vencer. Sobre las cinco y media de la tarde, ha publicado un mensaje en Facebook en el que ha congratulado a Van der Bellen por su victoria. También ha afirmado estar triste, ya que le hubiese gustado "cuidar de Austria".
Así, su rival se hará en breves con el poder ejecutivo. Concretamente en enero. Van der Bellen, de 72 años, ha tenido una larga trayectoria política. No en vano, fue líder y portavoz de Los Verdes austriacos entre 1997 y 2008, partido ecologista del ámbito de la izquierda, así como miembro del Consejo Nacional, la cámara baja del país. Pese a que se presentó como independiente, sigue siendo miembro de un partido que, además, le ha dado su apoyo para los comicios.
Del liderato en la primera vuelta a la nada
Höfer ha sufrido lo que les ocurre a la mayor parte de los movimientos extremistas en las segundas vueltas: la entrega de la mayor parte de los votos de los partidos eliminados en la primera vuelta al rival. Por ello, pese a liderar cómodamente tras la elección inicial - obtuvo el 35% de los votos por el 21% de Van der Bellen - su ventaja se desvaneció totalmente al tener que elegir entre ambos, sin la presencia de otros candidatos.
De esta forma, el primer paso para la conquista europea del populismo ha quedado frenado. El candidato de ideas contrarias a la acogida de refugiados y antieuropeísta (aunque no pretendía la salida de Austria de la Unión) se queda a las puertas del palacio presidencial. En su lugar, paradójicamente, entra en el poder un hijo de refugiados políticos de la revolución rusa que está a punto de cumplir un siglo.