Uno de los grandes placeres del cine es cambiar el punto de vista. Esta afirmación es (más allá de ese villano/hermano de Doc de Regreso al futuro) el principal oponente que se encuentra Hardcore Henry (Ilya Naishuller, 2015). En su evolución, el cine dejó a un lado la puesta en escena teatral con un único punto de vista para mover la cámara, fragmentar la acción… todo con el objetivo de jugar con el espectador. Mentiras, trampas, pistas, conocer algo que el protagonista olvida, son solo algunas de las herramientas con las que cuentan las películas para ofrecer una gran experiencia al público. Sin embargo, en los últimos años el género found-footage o metraje encontrado (que cuenta como gran referente El Proyecto de la Bruja de Blair) ha vivido un tremendo éxito entre el público. Seguramente sea por esa sensación de cercanía, de naturalidad, acercando aún más el producto al espectador, para introducir en ello la fantasía, y hacer vivir la experiencia como un personaje más.
Entre esos dos polos es donde se mueve Hardcore Henry. ¿Cómo alejarse de esa evolución natural del cine sin caer en ser una más de este género moderno? Rodándolo todo en primera persona, desde una única perspectiva de un único personaje, y logrando esa calificación antaño tan temida pero que ahora ha dado tantas pruebas de funcionar: exceso de violencia y sangre. Con todos estos ingredientes, el resultado es algo bastante similar a un videojuego. Desde luego que no es una película al uso, así que si algunos espectadores se marean con films de acción, mejor que no se atrevan con esta experiencia. Para el resto, que disfruten de las películas de acción y no tengan miedo, Hardcore Henry les ofrece todo lo que desean: ritmo frenético, escenas de auténtico vértigo…
Así, la mejor opción es decantarse por esta experiencia, y hacerlo en el cine. ¿Por qué estos dos requisitos? Si se ve en casa, la parte de la experiencia es reducida considerablemente y el resto que queda, lo que muchas películas mantienen en cualquier visionado, no es suficiente para satisfacer. ¿Una trama? Suficientemente entretenida y acorde pero bastante tópica y sin complicaciones. ¿Unos buenos
personajes? Lo cierto es que sí, la mujer y el amigo están bastante bien dibujados sobre todo por el final, pero las actuaciones tampoco es que sean memorables; de hecho, tratan de ser histriónicas y exageradas, en la misma línea que la película. ¿Buenos diálogos? Para nada. Incluso quien se trate de consolar solo en la violencia tampoco se llenará, ya que lo cierto es que hay bastantes momentos más tranquilos y salvando dos o tres escenas de verdadero frenesí, tampoco es tan novedoso.
La película tiene un poco de todo esto, pero siempre al servicio de la experiencia, que es al fin y al cabo lo que vende. Para seguir desgranándola, hay que pensar también en los puntos menos favorables. Como ya se ha dicho, Hardcore Henry es como un videojuego, una experiencia diferente, y de eso se ha visto mucho: los simuladores de las ferias cuentan con el plus del movimiento y el 3D, una proyección especial de En el ojo de la tormenta (Steven Quale, 2014) en Cinesa ofrecía viento y agua dentro de la sala… ¿Qué es lo que diferencia esta experiencia? El principal problema es que el film
carga toda la novedad y la experiencia en las imágenes. Y ni siquiera es en 3D (lo cual habría sido más que difícil de rodar pero un añadido realmente suculento). Esta es una película para verla jugar, no para jugarla, por lo que lo impactante es debe ser lo que se ve. Desde luego que es espectacular, pero no consigue romper barreras.
Hardcore Henry, en definitiva, es una experiencia. Un intento, bastante logrado, que se aventura por un nuevo camino que ofrece muchas posibilidades. La película no es la consecución de una meta máxima de espectacularidad, pero es un buen comienzo para ello.