El pasado jueves se vivió en las famosas salas de la Alameda sevillana una proyección llena de talento fílmico. Ebro, de la cuna a la batalla es una apuesta por la ficción televisiva de calidad, una apuesta muy arriesgada teniendo en cuenta que se narra uno de los momentos más comentados, polémicos, cruentos, ideologizados y crueles de nuestra historia. La II república se encontraba en un momento agónico y para hacer reaccionar a las potencias occidentales se planeó una ofensiva que debía cruzar el Ebro y derrotar a las tropas nacionales. Con esta premisa, la cinta plasma un momento jamás filmado por nuestro cine antes, y lo hace correctamente.
Aunque la película ya se estrenó en el pasado Festival de Málaga ello no redujo la enorme expectación que en el cine Alameda se vivía. Por eso, muchas personalidades de la cultura cinematográfica andaluza se reunieron para dicha cita.
Entre ellos el protagonista de la cinta, Alfonso Sánchez que se reunió con otras personalidades del cine como Alberto Rodríguez, director de El hombre de las mil caras, Manuel Morón, conocido actor de Celda 211 que interpreta a Manuel Azaña en la cinta y Antonio Dechent, famoso por su aparición en El mundo es nuestro entre otras muchas.
Ebro, de la cuna a la batalla es un largometraje para televisión dirigido por Román Parrado, coproducido por Enciende TV (Andalucía) y Set Màgic Audiovisual (Cataluña) Con la participación de TV3 y Canal Sur Televisión. El director quiso agradecer el compromiso de las televisiones autonómicas desde el primero momento por un film de estas características. Así mismo, quiso reconocer el apoyo de los ciudadanos de los alrededores del rodaje, que con sus vivencias personales ayudaron a sacar la película adelante.
Cine bélico de calidad
La premisa se centra en la Quinta del biberón, un grupo de soldados republicanos que participaron en la batalla del Ebro. Además de la historia de este grupo de jóvenes reclutas, la pieza más valiosa de la obra son las historias de despacho. Ver a Azaña debatiendo con Negrín sobre las cuestión de la intervención extranjera de las potencias occidentales es algo que pocas veces ha sido filmado en nuestro país.
Sin meterse en muchas polémicas, la vida de la soldadesca es retratada con la crudeza esperable para este tipo de films, unos cuantos clichés de "hermano contra hermano" y una historia de amor entre joven apuesto comunista y enfermera de las Brigadas internacionales. Aunque esperable, la narración es en todo momento correcta y las premisas sobre la contienda civil no se advierten tan monótonas como de costumbre. Los pobres soldados se encontraban en una partida de ajedrez, meros peones con fusiles soviéticos que esperaban la aparición de algún alfil inglés pero lo único que se encontraron fueron las torres negras alemanas y los caballos italianos. Una suerte de habilidad diplomática que en el caso de la II República se cierne en desastre anunciado desde que, prácticamente, los ruinosos botes cruzan el Ebro.
Román Parrado y todo su equipo han logrado un buen material, una digna ficción televisiva que resulta, sin duda, una buena noticia para la muy denostada televisión española actual. Aún quedan valientes, los soldados de la cinematografía española siguen en pie.